Capítulo 2

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Dorianne

-Estás loca, en verdad lo estás- sentenció Lineth mientras conducía.

-Está bien, te escuché las primeras diez veces- respondí desde el asiento del copiloto.

-Pero es que... de todos los chicos en el campus... sólo quiero dejar en claro que esta es una pésima idea.

-Esta es una gran oportunidad para recaudar dinero, es un premio del destino por todo mi esfuerzo- exclamé extendiendo los brazos.

-¡Es sólo dinero, Dorianne!

-Para mí no es sólo dinero y tampoco lo es para Noé- dije con aspereza, Lineth cambió de semblante y se relajó.

-¿Cómo sigue?

-Bien, está estable después de la recaída del mes pasado, mi papá te da las gracias por la ayuda, te pagaremos ese dinero pronto.

-No digas tonterías, quiero mucho a Noé y no voy a aceptar un centavo.

Me hundí en el asiento, no me gustaba hablar sobre Noé o dinero con Lineth, no me gustaba darme cuenta de lo grave de la situación en los pocos momentos que estaba con mi mejor amiga y podía pretender ser una estudiante universitaria normal. El auto se detuvo frente a mi casa, una pequeña casa de una planta pintada de verde.

-Gracias por traerme- expresé mientras me bajaba del auto.

-Paso por ti mañana a las 6:30, salúdame a todos- dijo antes de que yo cerrara la puerta.

La escuela quedaba a media hora conduciendo desde mi casa y a una eternidad caminando o en el colectivo, por lo que Lineth me traía y llevaba, lo que me permitía dormir un poco.

Entré con mis llaves, la puerta se atascó un poco antes de abrir, genial. En cuanto llegué al comedor Noé corrió hacia mí para abrazarme, su pequeño cuerpecito se aferró a mí sonriente, lo envolví en mis brazos también y respiré profundo, todo valía la pena por él.

-¿Qué estabas haciendo?- le pregunté.

-Practicando las sumas de fracciones, se me dan muy bien, dice mi maestra que si vuelvo a clases antes de que acabe el mes, puedo representar a la escuela en el concurso de matemáticas- relató con emoción, casi se me cae el alma a los pies.

-Eso me da mucho gusto, recupérate pronto entonces- le dije sonriendo y acariciando su cabeza calva.

A Noé le detectaron leucemia hace tres años, justo cuando había cumplido cinco, el servicio de salud pública no abastecía los cuidados de su enfermedad, las citas médicas eran muy prolongadas y el servicio no era el adecuado. Aunque mi papá trató de convencerme de que no era así, yo sabía que era porque no teníamos ni un centavo.

Entonces tomamos una decisión, trabajaríamos lo que nuestros cuerpos aguantaran para pagarle unos buenos tratamientos en un hospital privado, yo estudiaría becada en una buena universidad y conseguiría con ese título un trabajo bien pagado. Haríamos hasta lo imposible por Noé.

-Papá dijo que llegará un poco más tarde hoy- anunció mi hermano.

-¿Hace mucho que se fue?

-No, hace una hora.

-Prepararé la comida y te llevaré con la señora Collins, ¿sí?

Mi hermano asintió y se dirigió hacia su cuaderno de nuevo, comenzó a escribir con el ceño fruncido por la concentración.

Después de dejarlo al cuidado de mi vecina, una amable señora cuyos hijos estaban ya casados y fuera del hogar, me dirigí a mi primer trabajo de tres de la tarde a siete, una librería de segunda mano en el centro de la ciudad.

Sentimientos de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora