Capítulo 40

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Jordan 

Dorianne salió de su edificio con aire distraído, pasó la vista a su alrededor hasta que me localizó, me gustaba cómo sus ojos parecían adquirir más brillo cuando sonreía y me gustaba más que sonriera cada vez que me veía.

-Tardaste una eternidad- le reproché en cuando llegó a mi lado, en realidad no era cierto, pero tenía que molestarla por una cuestión de tradición.

-Pues es culpa tuya, de hecho- rió mientras entrelazaba sus dedos con los míos. -El profesor Vázquez no para de elogiarme en clase, incluso me exentó de entregarle el proyecto final como una disculpa ante el malentendido y un premio a mi desempeño escolar- parodió imitándolo, pero de repente suspiró y negó con la cabeza.

-Eso es bueno, ¿no?

-Pues... sí, pero no puedo evitar pensar cuánta influencia tiene el dinero y el poder en las personas. Ahora me tocó estar del lado de los favorecidos, pero sigue siendo algo muy lamentable en la condición humana- suspiró.

Llegamos al auto y nos dirigimos a su casa sin darle vueltas al asunto, no tenía mucho qué decir al respecto, por más que mis padres y yo nos aborreciésemos, siempre había formado parte de la clase favorecida a la que se refería Dorianne y sabía muy bien que el dinero te hace poderoso. 

-Te quedaste pensando- dijo para sacarme de mis ensoñaciones.

-Estaba reflexionando sobre eso que dijiste, sobre los poderosos y eso- admití al girar en una calle.

-No es un comentario hacia ti, no te lo tomes a mal, lo dije por decir- repuso algo preocupada.

-No, es que tienes razón, pero nunca me había puesto a pensar sobre eso- comenté cuando aparqué el auto frente a su casa.

Bajamos sin decir nada más, Dorianne abrió la puerta y entré detrás de ella como lo venía haciendo toda la semana, era una especie de tradición implícita ya: la recogía de clases, comíamos con Noé, íbamos a la librería, de ahí al café y luego de vuelta a su casa. Nunca me lo pidió, más bien lo hice por gusto, comer con ellos era lo más cercano a un hogar que había tenido nunca.

Noé llegó media hora después que nosotros, salí a recibirlo a la puerta mientras Dorianne servía la comida, se bajó de un autobús escolar amarillo, venía prácticamente dando pequeños saltos mientras caminaba. Me quedé observándolo sin decir nada, pero me localizó con la mirada y sonrió ampliamente.

-¡Jordan!- gritó mientras corría hacia mí. Me dio un golpe en el abdomen con el peso de la mochila, pero no me quejé y sonreí.

-Hola, Noé, ¿cómo te fue?

-Estupendo, no te imaginas la cara de mi maestra y de mis compañeros cuando me vieron resolver ecuaciones, ¡estaban que no podían creérselo! Hasta el director me citó en su oficina para verlo también- relató riendo eufórico, lo que me hizo reír también, de pronto cambió el semblante y se puso muy serio. - Pero mi maestra se llevó todo el crédito, lo siento.

-No pasa nada, no te enseñé para quedarme con ningún crédito, cuando regreses del concurso tal vez podamos empezar a ver geometría analítica- propuse mientras dejaba su mochila en el sofá, él corrió a abrazar a Dorianne y tras un segundo ya estaba lavándose sus manos para comer.

-O... podrías dejar que Noé aprenda al ritmo de sus demás compañeros- repuso Dorianne mientras colocaba el último plato sobre la mesa.

-¿Y eso por qué?

-Sí, hermana, ¿y eso por qué?- secundó Noé con la misma expresión contrariada que yo.

Dorianne pareció quedarse sin habla un momento mientras nos veía a ambos, sentados al lado del otro y cuestionándola de manera idéntica. Al final sonrió y tomó su asiento frente a nosotros.

Sentimientos de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora