Dorianne
Jordan se la pasó toda la tarde leyendo la novela, se reía a ratos y levantaba las cejas con asombro en ciertas partes de la lectura, era un espectáculo verlo. En una ocasión me sorprendió observándolo, pero no le tomó importancia y se quejó del protagonista.
-Este Dorian fue un patán con la actriz, ¿cree que por guapo la puede tratar así? Y eso que lo digo yo- expresó indignado.
Me reí fuerte, me parecía muy lindo que se adentrara tanto en la lectura, supuse que de haberse acercado antes a los libros, sería ya un ávido lector.
-¿Es diferente a lo que haces tú?- le cuestioné.
-Por supuesto, yo nunca les prometo nada y ellas saben que no hay algo como el amor de por medio, pero Dorian incluso había prometido casarse con ella y la dejó por algo ridículo- se defendió.
Me sentó mal su respuesta, no porque sospechara de él, sino porque sabía que estaba siendo sincero y que así era su vida. De suerte un cliente me llamó y no tuve que responderle a Jordan.
A las siete en punto comencé a cerrar todo, Jordan me miró alarmado, le faltaban si acaso veinte páginas para terminar el libro.
-¿Qué pasa? Aún no termino- protestó.
-Es una librería, no una biblioteca, además ya es hora de cerrar. No me mires así, es tu libro, puedes terminarlo en casa.
Jordan se incorporó con molestia, estaba recostado en el sofá como si se encontrara en su habitación, lo cual le había robado miradas a varias clientas a lo largo de la tarde.
Salimos de la tienda y cerré bien con mi llave, me despedí de Jordan con un simple "hasta mañana" y lo vi encender el motor de su auto. Me dirigía a la cafetería hasta que sentí que el Porsche negro me seguía lento, estacionó en la cafetería.
Me giré con cara de no podérmelo creer, ¿acaso me seguiría toda mi jornada laboral? Se bajó del auto como quien recorre su trayecto normal para ir a casa y entró a la cafetería antes que yo.
Seguí sus pasos y entré arrastrando los pies, para cuando llegué al mostrador él ya estaba sentado en una de las mesas y veía la carta aparentando ser un cliente común y corriente. Para cuando me vestí con mi delantal y mi gorra, Jordan me estaba haciendo señales con la mano para que le tomara la orden.
-Dime- suspiré frente a él.
-Quiero un cappucino, por favor.
Apunté en mi libreta el pedido y me di media vuelta para preparar la bebida, pero me llamó de nuevo.
-Señorita- pronunció con voz cantarina, lo estaba pasando genial.
-Dime- suspiré de nuevo.
-Quisiera también una rebanada de pastel de chocolate.
-Está bien, vuelvo enseguida- me di la vuelta, pero volvió a llamarme.
-Señori...
-¡¿Qué, Jordan?!- alcé la voz y él me miró triunfal, era exactamente lo que estaba esperando para armarme una escena.
-¿Así le hablan a los clientes en este local? Me siento insatisfecho y ofendido, quiero presentar una queja.
-Jordan, tengo mucho trabajo, no me agotes más de lo que ya estoy- pedí con voz serena, él pareció sonreír levemente.
-¿Tienes leche de coco? Me gusta en el cappucino- agregó.
Asentí, anoté el pedido completo y me retiré a preparar la bebida; para cuando volví a la mesa con la charola, él estaba tan inmerso en la novela que no notó cuando deposité la taza y el plato con pastel en la mesa.
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Sentimientos de metal
RomansaLa universidad donde estudia Dorianne es bastante peculiar: además de estar llena de estudiantes adinerados, los hombres dedican sus días de estudio en apostar sobre qué chica pueden tirarse, el que lo consiga se lleva una buena suma de dinero recau...