Capítulo 6

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Jordan

-Bueno, aquí es, gracias por traerme- murmuró con voz tenue, presentí que no estaba acostumbrada a pedir favores o a agradacerlos. 

-Seguro, buenas noches- respondí con voz seca, tampoco yo estaba acostumbrado a realizar favores y menos a las dos de la mañana.

Se bajó del auto con prisa, como si temiera estar conmigo más tiempo, casi se tropieza al entrar en su casa y al final sólo me despidió con la mano antes de cerrar la puerta de la pequeña casa verde. Su nerviosismo me habría parecido torpe en cualquier otra persona, pero en ella me pareció tierno.

Casi no podía creer lo que estaba pensando, encendí el auto y me marché deprisa del vecindario. ¿Tierno? ¿Desde cuándo se me ocurrían estupideces como esa? Conduje hasta mi departamento ahuyentando esos pensamientos, no podía perder el tiempo pensando en Dorianne, ni siquiera sabía por qué había conducido cuarenta y cinco minutos desde mi departamento hasta su lugar de trabajo, ¿a mí qué me importaba si era noche o si debía caminar?

Subí las escaleras del edificio hasta llegar a mi departamento, entré con mi llave y casi tropiezo con Apolo, que movía la cola al verme llegar, le acaricié la cabeza y él ladró entusiasmado. Dejé mis llaves en la barra y me dirigí a mi habitación, me despojé de mi playera y los vaqueros antes de meterme en la cama, uno de los pocos muebles que me había tomado la molestia de comprar.

Me recosté sobre dos de las cinco almohadas y traté de conciliar el sueño, estaba verdaderamente molesto por lo que hice ese día, ¿desde cuándo era ángel guardián de una chica? Sin embargo, mi concepción de ella había cambiado, la imaginé en ese instante durmiendo junto a su hermano menor y mi enojo se disipó, pero al percatarme de ello sólo me enojé más. 

Di vueltas en la cama como cada vez que no podía dormir, me puse las tres almohadas restantes sobre mi cabeza y comencé a contar cachorros. Un Apolo, dos Apolos, tres Apolos...

La alarma de mi celular me despertó exaltado, lo arrojé sobre la cama después de apagarla. Me duché rápido, me vestí con lo primero que encontré en el clóset y salí a la sala de estar, llené el plato de croquetas de Apolo, tomé mis llaves y salí hacia la universidad que para mi fortuna me quedaba a diez minutos en auto.

 Aparqué y salí del vehículo, Mike estaba sentado sobre una de las mesas del comedor de la facultad, conversaba con una chica cuyo nombre olvidé, pero que evidentemente me recordaba. Pasé junto a ellos sin prestarles atención, me dirigí a mi primera clase sin muchos ánimos, tomé asiento al final de la clase y coloqué mi mochila en el asiento junto a mí para dar a entender que no quería compañía.

El profesor entró al aula cargado de buenas energías y optimismo, motivando a sus queridos estudiantes para aprender el maravilloso mundo de las matemáticas, rodé los ojos ante sus palabras empalagosas mientras repartía nuestros exámenes.

-No olviden que un número no define su conocimiento, pero que es importante para acreditar esta materia, esfuércense más, ustedes pueden hacerlo- continuaba alrededor del salón.

-Lo felicito, señor Adams, excelente como siempre- susurró cuando llegó a mi asiento y me entregó mi examen, ni siquiera lo vi, sólo lo metí en la mochila.

Ese era el trato con mis padres: yo me graduaba con honores de esta universidad, conseguía un buen empleo, aparecía en las fiestas familiares sin armar alborotos y ellos desparecían de mi vida. Como así había sido durante cinco años, lo único que sabía de ellos era que ya habían depositado a mi tarjeta. 

La clase duró una eternidad, mis compañeros se quebraban la cabeza con problemas que hasta Apolo habría resuelto, pensé seriamente en dormir un rato hasta que llegase el almuerzo. A media mañana fui a la cafetería por un sándwich con papas fritas y una malteada de chocolate , tomé asiento donde siempre, pero Mike y compañía se apresuraron en rodearme, eso casi me quita el apetito.

-¿Dónde estuviste anoche? Se puso bueno con Will- me cuestionó Mike.

-Durmiendo, habría hecho lo mismo en una de sus fiestas- me mofé, lo cual hizo reír a toda la mesa, reían de todo lo que decía aunque era sincero en mis palabras.

Will era un tipo de literatura a quien sus padres le habían comprado una casa en una playa cercana para que no los molestara cuando quisiera llevar a sus amigos o a alguna chica, la mayoría de los que asistían lo hacían por la bebida gratis, pero a mí me parecía un patán fingiendo ser niño bueno, y eso que lo decía yo.

-Te perdiste una buena- continuó uno de los chicos cuyo nombre siempre se me olvidaba, Justin, Dustin, Collin... algo así.

-No me digas- respondí antes de morder mi desayuno.

-¿Has oído de la tal Dorianne, de literatura?- insistió el tipo, de pronto el sándwich me supo amargo. -Pues va en la clase de Will, está seguro de que ganará el reto de nuevo, dice que no pudieron elegir un blanco más fácil que ella, está seguro de que nunca ha tenido la atención de un hombre en su vida.

-Para mí están haciendo un buen alboroto, ni siquiera es guapa- intervino la chica con quien Mike estaba esa mañana.

-Coincido- rió su amiga, quienes disfrutaban sentarse en esa mesa a pesar de las idioteces que soltaban sus acompañantes.

-Pues yo sí me la tiraría por la anécdota, no sería la mejor noche de mi vida, pero me vendría bien otro Mustang- afirmó Mike, lo que produjo la risa de la mesa. 

El apetito se me fue de golpe, no sabía por qué seguía tolerando a esos idiotas cerca de mí, tal vez porque me daba pereza alejarlos. Hice mi desayuno a un lado y me puse de pie, la mesa guardó silencio para observarme irme hacia la facultad.

-Eh, Jordan, ¿no vas a terminar esto?- me llamó Mike.

-No, recójanlo- ordené antes de marcharme.

Entré al aula bastante cabreado, no es como si fuera cercano a Dorianne, apenas la conocía desde esa semana, pero no me sentó bien que hablaran sobre ella de esa manera, como si fuera un objeto. Bueno, no podía considerarme diferente de esos idiotas, me tiraba chicas cada vez que se me ponía, pero al menos no alardeaba sobre ello y no las engañaba para hacerlo, quien entraba a una habitación conmigo sabía que a la mañana siguiente tal vez no recordaría su nombre.

Esperé en mi asiento a que comenzara el siguiente periodo, seguía cabreado por el comentario de Mike y me daban ganas de acomodarle esa fea nariz en otro sitio. Para cuando la clase finalizó ya me había calmado, tomé mi mochila y me dirigí hacia la facultad de literatura, esperé cerca de la puerta algunos minutos hasta que los estudiantes comenzaron a salir. Cerca de mí se paró otro chico y junto a un árbol otro más esperaba con la vista fija en la puerta.

En cuanto Dorianne salió, mis acompañantes se incorporaron para acercarse a ella como si fuera una especie de carrera, me parecieron los más grandes idiotas que había visto, pero eso me hizo pensar en cómo habría de verme también yo.

Dorianne me localizó con la mirada y sonrío ampliamente, de verdad parecía una colegiala; por poco me parto de risa mientras ella se acercaba a mí con un ligero vestido blanco moviéndose a la par del viento, ¿cómo podían decir que no era guapa? Cierto, no era la máxima belleza del campus, pero había algo muy diferente en ella, aunque no supiera explicar qué.

Llegó hasta mí y yo le pasé un brazo por los hombros para dirigirnos a mi auto. Noté como se tensaba ante mi tacto, pero mantenía la sonrisa tonta que le pedí que pusiera al verme el día anterior; las personas nos veían al pasar, se quedaban boquiabiertos y algunos incluso murmuraban entre sí, esto me divertía más de lo que pensé en un inicio.

Sentimientos de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora