Dorianne
El departamento de Jordan era muy espacioso, las paredes eran de tapiz crema, y el suelo de mármol, no era el lujo andando, pero era un lugar no cualquiera podía permitirse. Me encontraba en el único sofá que había en la habitación, de hecho era el único mueble que había en la habitación además de una televisión enorme pegada a la pared acompañada de varias consolas de videojuegos.
-¿Qué le pasó a tus muebles?- pregunté mientras acariciaba a Apolo, se había recostado sobre mis piernas y me parecía toda la belleza del mundo convertida en un perro.
-Nunca los compré- respondió Jordan encogiéndose de hombros.
-¿Por qué no?
-Habría sido molesto ir de compras.
Ya casi no recordaba el miedo que sentí cuando Will me amenazó, los quince minutos en que esperé a Jordan fueron terribles, me senté en el suelo temerosa de que ese patán volviera y me hiciera daño; cuando vi a Jordan de pie frente a mí sentí que el alma me volvía al cuerpo, que podía respirar de nuevo porque estaba a salvo... en verdad se comportaba como mi ángel guardián.
-¿Dónde estabas cuando te llamé?- pregunté por curiosidad.
-Estaba en un bar, nada importante- respondió mientras se dirigía a la cocina.
-¿Fuiste solo?- inquirí, por alguna razón sentí una opresión en el pecho al imaginar que había ido allí con alguien más.
-Sí, estaba solo, ¿quieres cenar algo? De pronto siento que muero de hambre- respondió desde la cocina.
Cargué a Apolo para que se bajara de mis piernas y ambos nos dirigimos a la barra, tomé asiento en uno de los bancos altos y observé a Jordan preparar dos sándwiches de jamón, me parecía una imagen sobrecogedora, no había nada de su habitual sarcasmo mientras se concentraba en colocar ambos panes de manera simétrica.
Le pregunté por el baño para ir a asearme, tuve que pasar por su habitación para llegar ahí, en verdad era un departamento de soltero; su habitación consistía en una cama enorme de edredones negros cuya textura parecía tan suave como Apolo, cinco almohadas sobre ella, un clóset de puertas de roble y una ventana cubierta por dos cortinas pesadas de color gris.
El baño estaba repleto de azulejos de varios tonos de gris y un espejo que cubría toda la pared del lavabo. Me miré en él, me veía bastante mal, mis ojos estaban rojos aún y mis pómulos hinchados por el llanto; me lavé las manos y me volví a hacer una coleta con mi cabello. Para cuando regresé a con Jordan, él veía la televisión comiendo su sándwich con las piernas cruzadas.
-Ah, ven, te traje tu sándwich, está saliendo esa caricatura de la otra vez- habló sin despegar la vista de la pantalla.
Me senté a su lado y comencé a comer, la caricatura resultó ser bastante divertida, me gustaba mucho el personaje de la chica y el personaje del chico gato me parecía encantador; veíamos un capítulo donde un profesor que se creía superhéroe se volvía malvado y los obligaba a entregar sus pendientes y anillo que les ayudaban a transformarse.
En un momento dado ambos estaban en su apariencia normal, frente a frente, pero con los ojos cerrados por completo. Jordan estaba a punto de tirarse del cabello.
-¡Abran los ojos, maldita sea!- gritaba mientras yo me partía de risa.
-Eres muy tierno- susurré mirándolo fijamente, ¿qué estaba diciendo? Él me miró sorprendido.
-Te juro que es la primera vez que me describen así.
-Sí, bueno, sólo estaba pensando en voz alta- mascullé y me volví hacia Apolo, no quería mirar a Jordan.
-¿Piensas seguido en mí, Dorianne?- susurró con voz seductora y podía asegurar que estaba sonriendo.
-No y hablemos de algo más- ordené con vehemencia, él pareció pensárselo un poco.
-¿Qué pasó con tu madre?- preguntó al fin y el corazón se me achicó al oír esa palabra, ¿quería contarle a Jordan? Ni siquiera Lineth sabía la versión completa de la historia, ¿quería que Jordan se metiera tanto dentro de mi vida?
-Se... emancipó de nosotros hace cuatro años- comencé. -Noé aún no estaba enfermo, acababa de cumplir cuatro, vivíamos... bien, no teníamos lujos, pero tampoco muchas carencias, todos éramos felices en esa casa... bueno, todos excepto ella.
-¿Se llevaba mal con tu padre?- trató de adivinar.
-No, mi papá la amaba, creo que aún lo hace, nunca tuvo vicios y jamás le faltó el respeto... pero mi madre siempre quiso más, siempre soñó con vivir entre lujos, con codearse con la alta sociedad, con no tener que administrar el dinero para que alcanzara la comida... un día se le presentó la oportunidad con un señor ya entrado en años y con una buena fortuna, así que no lo pensó más.
-Debió haber sido duro- exclamó con la mirada baja.
-Lo que me dolió no fue su partida, ella nunca se vio feliz y si ese hombre significaba su felicidad, pues bien por ella, estaba en su derecho, Noé y yo seríamos felices con nuestro padre... lo duro fue cuando Noé enfermó, no teníamos el dinero suficiente para pagar su hospitalización así que me armé de valor y la busqué en su nuevo hogar.
>> Toqué la puerta de esa mansión hasta que los sirvientes se vieron obligados a hacerme pasar, ella bajó con el rostro pálido y un vestido precioso; le dije lo que pasaba, que Noé había enfermado y que necesitábamos dinero, ella tenía mucho en ese entonces, supuse que no sería ningún problema...
>>Entonces el señor de la casa bajó, se apoyaba en un bastón para caminar y vestía un traje que se veía muy costoso, pensé que estábamos salvados, que Noé se pondría bien si esa persona nos ayudaba... Le preguntó a mi madre de qué estaba hablando, que ella no tenía hijos... y mi madre asintió.
>>Me sacaron de la mansión a rastras, después de haberla abofeteado y aruñado su hermoso vestido nuevo, le gritaba las más horrendas palabras que he dicho nunca, la acusé de asesina y no callé hasta que terminé tirada en la calle. Ahora comprendo por qué lo hizo, quería una nueva vida... pero aquella niña de dieciséis años nunca comprendió como su madre le negó la salvación de su hermano pequeño.
Cuando terminé de hablar, Jordan se acercó a mí y me limpió dos lágrimas que habían escapado de mis ojos sin que me diera cuenta, me rodeó en sus brazos y me acercó a él.
-Lamento que hayas tenido que vivir eso y lamento haber preguntado- susurró en mi oído.
-No, me sentó bien hablarlo con alguien, jamás se lo conté a mi familia, así que ahora me siento más... libre.
-Bueno, entonces me alegra que sea así, aquí estoy para ser tu buzón de secretos siempre que quieras- murmuró y yo reí.
También lo abracé, coloqué mis brazos alrededor de su espalda y recosté mi cabeza en el hueco de su cuello, me sentía tan bien así... tan a salvo... tan protegida, tan... viva. Sentía que estar de esa manera con Jordan era un torrente de aire fresco, que me desintoxicaba el alma de todo el dolor que sentía a diario.
-¿Quieres que te cuente otro secreto?- susurré.
-Todos los que quieras- respondió con voz dulce.
-Pero prométeme que no me tratarás diferente cuando lo sepas y que me dejarás explicarlo.
-¿Qué hiciste, Dorianne? ¿Asesinaste a alguien?- rió.
-No... lo que pasa es que me gustas.
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Sentimientos de metal
RomanceLa universidad donde estudia Dorianne es bastante peculiar: además de estar llena de estudiantes adinerados, los hombres dedican sus días de estudio en apostar sobre qué chica pueden tirarse, el que lo consiga se lleva una buena suma de dinero recau...