Capítulo 39

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Jordan

-¿De verdad no conoces Star Wars?- pregunté atónito.

Habíamos estado alrededor de una hora bebiendo café y comiendo pastel en esa pequeña terraza, tenía mi cabeza recostada en las piernas de Dorianne, que me acomodaba el cabello mientras reía de mis preguntas.

-Te dije que no- respondió de mala gana.

-No, yo soy tu padre- imité con mi mejor versión de Darth Vader, que la hizo soltar una carcajada.

-¿Que tú qué?

-Esto es increíble...Bueno, bueno, pero ¿y Harry Potter?- insistí.

-No, Jordan.

-¿El señor de los anillos? ¿Qué has visto todo este tiempo, Dorianne? Eres una inculta- acusé con admiración.

-¿Disculpa? No quiero oír eso proveniente de ti.

-¿Ah, no? ¿Cuál es tu película preferida?

-No lo sé, hace años que no veo películas sin contar las de superhéroes que le gustan a Noé... Pero, no sé...De pequeña me gustaba mucho Cenicienta.

Me reí fuerte ante su elección, definitivamente era algo que no veía venir. Dorianne quitó sus piernas molesta y por poco pego la cabeza al suelo.

-Perdón, perdón, es que me tomaste desprevenido- me disculpé mientras volvía a colocarme en su regazo. -Pero, ¿Cenicienta? No te queda para nada, ¿no eres algo así como seguidora de la independencia de las mujeres y de sus derechos? ¿Qué le ves a una historia de una mujer explotada laboralmente hasta que un príncipe la rescata?

-Es que la estás viendo mal- replicó mientras volvía a acomodar mi cabello. -Se trata de cómo la bondad persiste aún en los ambientes más crueles y cómo la vida premia a esas personas buenas. Cenicienta no tenía nada, pero era buena con los demás, sobre todo con los animalitos desprotegidos y siempre procuró hacer el bien incluso a su cruel familia. Acerca de las labores domésticas, fue escrita en tiempos diferentes y ahora es bien una crítica ante la desigualdad.

Sonreí ante su versión del cuento de hadas, Dorianne siempre procuraba hacer eso, veía lo mejor en todo; incluso percibí algo de la actitud de autosacrificio de la princesa en ella.

-Como digas, andando- anuncié al incorporarme.

-¿A dónde?- preguntó mientras se ponía de pie a su vez.

-Necesitas educarte urgentemente, no puedes ir por la vida con tan pocos conocimientos cinéfilos.

Dorianne rió y me extendió la mano, recogimos nuestra basura de la terraza y nos dirigimos al auto. Encendí el motor y me dirigí a mi apartamento.

-Voy a poner música- anunció mientras tomaba mi celular, me causaba gracia lo emocionada que le ponía.

Estuvimos media hora escuchando a Bob Dylan hasta que llegamos a mi apartamento, aparqué y Dorianne bajó sin hacer ninguna observación y me siguió por las escaleras. En cuanto abrí la puerta Dorianne se asomó buscando algo.

-¿Y Apolo?- preguntó preocupada.

-Lo dejé con su veterinario, creí que volvería hasta mañana en la noche y no quise dejarlo solo.

Dorianne sonrió con ternura, me aproximé a la televisión y la encendí en una aplicación de películas. Me tiré sobre el sofá con el comando en la mano.

-¿Qué será apropiado para tu primera clase?- medité en voz alta mientras pasaba con la vista el catálogo de películas.

Dorianne se sentó a mi lado y me rodeó el torso en un abrazo, veía la pantalla mientras se aferraba a mí con toda naturalidad. Me extrañó la acción proviniendo de ella, pero pronto sentí un cosquilleo por todo mi abdomen y una sonrisa apareció en mis labios sin poderlo evitar.

-Ya no eres tan mandona y fría- murmuré para molestarla.

-Ya no eres tan insoportable- contraatacó sin inmutarse, lo que ensanchó mi sonrisa.

-Di lo que quieras, lo cierto es que saco lo más cursi de ti.

-Por supuesto que no- replicó e intentó soltarme, pero le detuve los brazos.

-¿Quieres ver que sí?- le reté mientras me miraba con el ceño fruncido. Puse Titanic en la pantalla, apenas vio el título me interrogó con la mirada.

-Te advierto que pierdes tu tiempo, ya sé cómo termina y no lloraré.

-Claro que lo harás- me mofé.

-Que no, te apuesto a que de mí no saldrá una lágrima- anunció.

Ojalá hubiese apostado porque durante la película Dorianne se maravillaba por las escenas y saltaba en su asiento en las escenas románticas; no se había hundido el barco cuando ya lloraba irremediablemente.

Los créditos aparecieron y Dorianne se cubría el rostro tratando de reprimir sus sollozos, yo le miraba triunfante, pero conmovido por su llanto.

-¿Que de ti no saldría una lágrima o cómo era?- le susurré al oído.

Dorianne me fulminó con la mirada y colocó uno de los grandes cojines entre nosotros.

-Ya, era una broma- me reí.

-¿Cómo puedes bromear con algo así? Es una verdadera tragedia, piensa en todas las vidas que se perdieron y... y Jack... y...- se interrumpió porque las lágrimas amenazaron con surgir de nuevo.

Reprimí una sonrisa y quité el cojín de en medio, la atraje hacia mí para rodearla con mis brazos, ella se aferró a mi torso de nuevo sin pensarlo dos veces.

-Está bien, lo siento, a la próxima te dejaré ver Cenicienta.

A pesar de la burla, Dorianne rió en mi pecho y su llanto se calmó poco a poco, me encantaba lo sensible que era, esa manera tan delicada de ponerse en los zapatos de los demás y hasta sufrir por ellos.

-Jordan, ¿qué pasó en casa de tus padres?- preguntó en un susurro, sin apartarse de mí.

Suspiré hondo y me recargué en el respaldo del sofá, miré la cabeza de Dorianne y comencé a acomodar su cabello como ella hacía con el mío en la terraza.

-Mis padres y yo tenemos un trato: ellos pagan mis gastos hasta que termine la universidad, mientras que yo me gradúo con honores y aparezco en sus reuniones fingiendo ser la familia perfecta. Es un acuerdo para no vernos más que algunas veces al año.

>>Admito que nos había funcionado bastante bien hasta hoy, pero se excedieron al presentarme a una... señorita, hija de no sé quién, al parecer están cerrando un trato y quieren que ella y yo seamos sus vales de garantía. Me enfureció y me largué.

-Es decir, ¿quieren que salgas con la chica?- murmuró con voz grave.

-Sí... o eso creo, no me quedé a que me contaran el plan. Por supuesto que le dije a Suzanne que lo olvidara y no planeo seguirlo, pero no sé... no espero nada de mis padres, pero hoy... no sé, hoy sentí que para ellos jamás seré su hijo.

Dorianne alzó el rostro hacia mí, me miraba con preocupación. Se incorporó sobre sus rodillas y se puso a mi nivel en el sofá, de pontro me besó dulcemente, de manera lenta, como si me renconfortara con sus labios.

-No los necesitas- susurró cuando se separó de mí, mientras colocaba sus manos en mis mejillas y me sostenía la mirada.

Vi sus ojos café con claridad, tan dulces, tan llenos de determinación, tan... la tomé de la cintura y la acerqué más a mí, la besé con la misma lentitud que ella lo había hecho y en sus labios me sentí muy en paz. Tenía razón, no los necesitaba.


Sentimientos de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora