Capítulo 20: Consecuencias.

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Narra Francesca:

Cuando terminé de ducharme y cambiarme salí para buscar al Agente Vélez y avisarle que ya era su turno, pero no lo encontré. Lo llamé varias veces mientras caminaba por los pasillos del segundo piso de la Casa Salvatore, pero no hubo respuesta. Se me ocurrió llamarlo pero nuestros teléfonos quedaron arruinados por el agua, así que no teníamos forma de comunicarnos.

Mientras bajaba las escaleras, no podía dejar de observar los detalles de la casa. La Casa Salvatore era imponente y cargada de historia, con una atmósfera que emanaba un aire de misterio y elegancia antigua. Las paredes, cubiertas en su mayoría por paneles de madera oscura, parecían absorber la luz tenue que se filtraba a través de las pesadas cortinas de terciopelo, haciendo que los pasillos y las habitaciones se sintieran casi opresivos.

Los candelabros colgaban del techo, sus luces parpadeaban suavemente, proyectando sombras danzantes en el suelo y las paredes. Cada rincón parecía esconder secretos, y cada crujido del suelo de madera bajo sus pies parecía contar una historia olvidada. Las grandes ventanas estaban cubiertas con cortinas gruesas, lo que acentuaba la penumbra y daba una sensación de aislamiento.

El fuego en la chimenea, dejó una sensación de calor latente en la habitación. Sin embargo, ese calor no hacía más que contrastar con el frío que sentía en su interior, como si algo en la casa la observara desde las sombras. 

—¿Agente Vélez? ¿Estás aquí?
— pronuncié en voz alta, pero nuevamente hubo silencio.

¿Acaso no hay nadie en esta casa? Seguí caminando por allí y nada. Suspiro y me entretengo mirando algunos de los cuadros de la casa. Los cuadros en las paredes, en su mayoría retratos de personajes que seguramente eran antepasados de los Salvatore. 

Al pasar por una de las salas, notó que estaba decorada con muebles de cuero oscuro y pesados estantes de libros que llegaban hasta el techo. Pero lo que más me llamaba la atención eran las fotografías enmarcadas y cubiertas de polvo que encuentro en uno de los estantes. 

Tomo el marco y trato de quitar algo de polvo con las manos, miro cada una de las fotos y me sorprendo cuando veo en una de ellas a mis padres y a una pequeña yo de unos 8 o tal vez 9 años junto a otro hombre. Saco la foto del marco y atrás puedo leer los nombres de mis padres:

Lorraine y Patrick Horan.
Zack Salvatore.

¿He estado aquí antes? Con razón todo se me hacia familiar.

Busco en mis recuerdos y trato de recordar algo sobre esos pocos días que mi familia y yo pasamos aquí. Recordé que Zack era un viejo amigo de mi padre, por eso lo visitamos. Había actividades en el pueblo ese día, algo sobre el día de los fundadores.

Siento unos pasos y volteo encontrándome con Bonnie. Dejo el marco en su lugar y le sonrío, ella hace lo mismo.

—¿Qué hacías? — pregunta.

—Estaba buscando a mi compañero y me entretuve un poco. Por cierto... ¿Lo has visto?

—No. Estaba charlando con Stephan. — contesta y yo me limito a asentir.

Nos miramos un momento y no puedo evitar preguntar:

— ¿Nos hemos visto antes? ¿Seguro que no nos conocemos de alguna parte?

— Pensé en preguntarte lo mismo. — ríe un poco. — Sé que no te he visto nunca, pero siento que estamos conectadas de alguna forma. Lamento si suena extraño.

—No, no, para nada. — Sonrío. —Me han pasado cosas locas estos días. Incluso debo confesar que cuando nos conocimos hace un rato sentí algo... Como una especie de... ¿Corriente? Al darte la mano.

Enamorándome De La Misión ||CNCO||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora