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» Infancia difícil

Consideremos al abuso psicológico como una forma retorcida de arte, por la molestia que se toman los maltratadores de ser especialmente detallistas a la hora de burlase de quien sea el desafortunado, sin embargo, el arte también puede volverse bastante simple cuando hasta el más mínimo detalle se vuelve objeto de risas, y tomando que algunos niños son especialmente crueles pueden resultar en la más trágica historia.

Recordaba cuando había pensado aquello, al mismo tiempo que corría de sus abusadores a toda la velocidad que le permitieran sus piernas, sin embargo termina por sucumbir ante el desgaste físico y el infortunio de unas zapatillas mal abrochadas que lo dejan en el piso, justo en un pasillo poco transitado y el ojo ciego de las cámaras de seguridad de su colegio, está vez ellos habían sido inteligentes tomándose hasta la molestia de no dejar huellas. El mismo escenario de siempre, el en el piso y sus perseguidores que sumaban tres viéndolo desde lo alto con burla, las mismas palabras hirientes, las mismas risas que lo acompañaban como su sombra durante el día, se preocupaban especialmente de mencionar que su padre lo había abandonado y su madre no parecía preocupada de nada más que de su desempeño académico, por ultimo la cereza de su pastel de maltrato, hace algún tiempo lo habían visto tomado de la mano con otro niño y no hacían otra cosa que gritarle en los pasillos que era un maricón. Antes de marcharse esta vez le dieron tres patadas en el estomago cada uno.
Esta rutina se repetía cada viernes, día en que sus horarios de salida coincidían y de vez en cuando en los pasillos durante los recreos, recordaba que era así desde que estaba en  segundo básico o quizá un poco después ya no lo recordaba, había aprendido a solo dejarse golpear porque después de un tiempo se cansaban y lo dejaban tranquilo, durante la paliza solo imaginaba que estaba en otro lugar y solo pasaba, al terminar tendría que lidiar con el dolor de los golpes pero eso era la menor de sus preocupaciones.

Al llegar a casa tenía que soportar a su madre esperando en la puerta por su "7.0" en la prueba, si llegaba a sacar menos de eso aunque fuera arriba de un 6.5 recibía sus regaños por una hora, y luego lo mandaba a estudiar donde sus ojos lo vieran, ellos tenían razón al decir que solo se preocupaba de mantener su promedio, bueno, le tenia sus tres comidas al día y nunca le faltaba ropa para vestirse pero fuera de eso era demasiado fría, no recordaba la última vez que le había demostrado su afecto, si bien entendía que era el responsable de que su anterior pareja la dejara al enterarse de que estaba embarazada el anhelaba por una relación como la de las teleseries que veía mientras bordaba frente al televisor, mientras estaba a un costado suyo con cualquier cuaderno estudiando.

Aprendió a llevar esa rutina, levantarse y comer junto a un sermón de lo importante que eran sus notas, llegar y soportar las burlas de sus compañeros, escribir la materia que los profesores vomitaban en clases, esconderse en la biblioteca en cada recreo para leer algo o conversar con esa amable señora, volver a clases, almorzar escondido en diferentes partes del colegio, volver a clases una vez más y al salir esperar su golpiza antes de ir a casa a seguir estudiando. Con una agenda tan ocupada no había tenido tiempo para socializar con alguno de los grupitos del curso dejándolo solo, a veces veía con envidia como hablaban tan felices entre ellos, jugaban a las cartas o cantando los últimos éxitos musicales. Con el tiempo había aprendido que su lugar era este, sacarse buenas notas para poder dar una buena psu y tener una carrera rentable para sacar a su madre de la sufriente clase media, y con el paso de los años ya no le afectaba tanto.
De todas era humano, y todos llegan a un punto de quiebre en algún momento.

Aquel día que nunca olvidaría era un jueves en el que se había quedado después de clases por terminar algo tarde un trabajo de matemáticas especialmente difícil, le había avisado a su madre que tardaría por eso mismo y como poseía un historial intachable respecto a las mentiras le dio permiso, de todas maneras ya estaba en cuarto medio y años de presión psicológica por ser alguien en la vida habían surtido efecto. Con su trabajo ya terminado agarra la mochila para volver a casa con la tranquilidad de que sus abusadores se habían retirado hace dos años del colegio y que seguramente tendrían mejores cosas que hacer que venir a buscarlo, por primera vez en mucho tiempo se sintió tranquilo, las burlas habían bajado, los moretones habían sanado y su madre se mostraba un poco más flexible, de que seguía forzándolo a estudiar toda la tarde lo hacía pero como veía que el chiquillo tenía iniciativa propia lo dejaba tranquilo en su cuarto y de vez en cuando se asomaba para verlo. Pronto saldría de cuarto medio y entraría a la universidad, tendría un trabajo y por fin sería libre.
A su desgracia el infierno sobre la tierra volvió rompiendo su burbuja, el trío de amigos que le hicieron la vida imposible apareció caminando por la misma plaza que ocupaba de atajo para llegar a casa y nada más verlo sonrieron, Manuel, el protagonista de esta historia quedó paralizado en su sitio apretando las cuerdas de su mochila con fuerza, no lo pensó mucho y se puso a correr lo más rápido que pudiera con la sombra de sus abusadores desde la enseñanza básica a las espaldas, pero el destino tenía una clase de enojo con el, tropezó con la raíz de un árbol cayendo al piso, con rapidez voltea para no darles en ningún momento la espalda, sin dejar de mirar como ya faltaba poco que que se acercaran intenta retroceder arrastrándose por la tierra con el miedo en su rostro, no importaba los años que pasaran siempre tendría miedo de ese trío y de lo que le pudieran hacer. Sus miedos fueron confirmados cuando uno de ellos se detuvo a poca distancia y tras al parecer pensárselo mucho toma una piedra para lanzársela, por suerte tuvo mala puntería y esta ni le llegó, pero los otros dos lo tomaron como un juego, "quién le de al huacho gana" decían mientras reían con burla tomando las piedras más cercanas a su posición, podría haber aprovechado su postura para ponerse en posición fetal y evitar que alguna de la piedras le llegará en el rostro que era lo que mas le preocupaba, pero corría el riesgo de perdigones de todas maneras, o podía ponerse en pie lo más rápido posible y entrar al negocio más cercano, decidió lo último cometiendo un grave error, al levantarse apoyado de sus brazos deja el rostro desprotegido justo cuando una piedra especialmente grande va volando justo hacia su cara, el sonido de sus huesos de la mandíbula rompiéndose fue horrible.

Gritó como nunca en su vida pero también dolió como el infierno, y cuando otra llego con fuerza en su brazo no lo soportó más, cubre la zona herida con ambas manos temblorosas viendo como las gotas de sangre caían de su labio roto, le dolía mover su cara, le dolía todo su cuerpo, con las lágrimas cayendo raudas por sus mejillas y mezclándose con la sangre de su rostro oculta el mismo en sus piernas mientras continúan divirtiéndose de su sufrimiento.
¿Por que?
El no había hecho nada tan terrible para tener que soportar todo ese maltrato, nunca los había tratado mal ni nada para que le respondieran de esta forma tan cruel, cierra los ojos para teletransportarse a otra realidad donde estaba muerto, quizás así podría obtener el descanso que tanto se empeñaba en conseguir, deseo que una de esas piedras le diera con la suficiente fuerza en la cabeza para matarlo, siguió liberando todo ese dolor que sentía sin importarle estar en plena calle. Por eso ni siquiera se movió cuando escucha el grito horrorizado de alguien al darse cuenta de lo que le estaban haciendo, tampoco escuchó a los abusadores marcharse al verse intimidados ni menos escucho esos pasos tan apresurados que iban en su dirección, se sentaron a un costado suyo y susurraron dulces palabras de tranquilidad, bueno, eso último si lo escuchó.

— no te preocupes que no te podrán hacer nada ahora

Con cuidado levanta un poco la vista, lo reconoció al instante, se trataba de uno de sus compañeros de clase, se llamaba Pedro y su única interacción fue cuando un día él se le acercó para pedirle prestado un lápiz, no tarda en darse cuenta de toda la sangre que salía de su boca y da una exclamación ahogada por la sorpresa maldiciendo al trío, los ojos llorosos de Manuel lo miran un momento antes de lanzarse a abrazarlo, no le importó que la confianza fuera escasa ni que le doliera horrores la mandíbula por el golpe, lo único que buscaba era un abrazo que lograra transmitirle la tranquilidad que buscaba, aunque Pedro parecía más preocupado de llevarlo a un hospital para que lo atendieran de todas maneras le responde con suavidad para no causarle más daño, era lo último que buscaba.
En ese abrazo Manuel logro encontrar, al menos por un momento, la atención que tanto había deseado conseguir.

The angst challenge 『  MexChi 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora