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» crisis nerviosa

Llevaba apenas una semana trabajando en la librería pero le encantaba, incluso su jefe le permitía quedarse con los libros no aptos para vender, podían estar algo rotos o alguien que gustaba de las bromas lo había rayado pero de todas maneras los conservaba, el tener que abrir y abrir cajas con más tomos le parecía divertido, para la confusión de sus compañeros de trabajo. Además el silencio que había siempre aún cuando rondaban lo relajaba un montón, cuando estaba a en el colegio siempre pensó que el ser humano estaba condenado a trabajar de mayor en algo que no le gustaba, solo supuso al no ver la vocación en los ojos de sus profesores, siempre los veía tan serios e internamente sabía que les gustaría estar en cualquier lugar menos enseñando. La regla excluía al que enseñaba biología pero no nos adentraremos en eso.
No era su trabajo soñado porque siempre se vio con un pedazo de cartón que decía abogado colgado en la pared de una oficina, nunca se vio con un uniforme que contaba de unos pantalones negros y una polera con el logo de la librería haciendo recomendaciones o contando el resumen de alguna novela, pero de todas se sentía a gusto en el lugar.

Un día cuando le comentaba a una madre el resumen de una historia de fantasía que le regalaría a su hija vio algo que le hizo perder el hilo de su conversación, pudo ver por la vitrina como su madre pasaba con una bolsa por afuera de la tienda, no supo si ella lo vio pero eso bastó para dejarlo sin habla, la clienta lo devolvió a la realidad preguntándole como se llamaba el autor y para su sorpresa quien la atendía luego de decirle le pidió disculpas para luego retirarse, la señora lo miró extrañada pero pronto se retiró del local sin comprar nada.
En el baño de empleados fue donde se escondió.

Ver a su madre después de tantos meses le había pesado haciéndole cargar con una gran culpa, ella había hecho todo lo que estuvo a su alcance para que no me faltara nada y su respuesta fue irse de casa sin decirle ni una sola palabra, quien había tenido que pelear sola por educarlo luego de que su padre desapareciera, quién le dio un techo durante toda su infancia y adolescencia, quien siempre puso un plato de comida delante de él, había recibido su indiferencia luego de una pelea en donde tenía la razón, todo por su irresponsabilidad al fallar en la prueba de actitud junto a sus noches de fiesta para olvidar sus problemas. Había días en donde pensaba en ir a su casa para ofrecerle una disculpa por su insolencia pero su orgullo era más grande y le dolía, pensó en salir corriendo de la tienda, perseguirla y pedirle perdón por su comportamiento, pero lo que hizo fue salir del baño para continuar con su trabajo que con tanto esfuerzo puso en conseguir.
Siguió atendiendo a los clientes pero de una manera más distante de lo usual.

El no haber ido tras ella hizo que aumentará ese sentimiento de culpa en su interior, que era si no, un hijo malagradecido con su propia madre, a la que le había dado la espalda cuando tenía razón al decirle que esa vez se le fue la mano bebiendo, incluso drogandose con quizás que cosas. Con el paso de los días todo ese buen humor que había ganado poco a poco se fue esfumando.
Finalmente cuando se cumplieron cinco días de la última vez que la había visto partió a su casa.

Seguía exactamente igual, las mismas flores en la entrada y eel mismo árbol solo que ahora había crecido un poco más mostrando con orgullo unos limones maduros, luego de estar un rato vacilando entre entrar o avanzar unos pasos para irse del lugar  tocó el portón con sus llaves, la señora Rayen no tardó mucho en asomarse por la ventana. Tuvo la cabeza baja desde que la vio salir por la puerta hasta cuando le abrió el portón, tampoco murmuró palabra cuando caminó por el jardín delantero como si cargara plomo en los zapatos, y cuando finalmente había cerrado cruzándose de brazos con una mirada que exigía una disculpa soltó todo.
Le pidió perdón por ser un malagradecido y levantarle la voz, pidió perdón por ser tan débil e incluso pidió perdón por ni siquiera decirle adiós el día que se fue de la casa, ella solo guardó silencio en todo su discurso plagado de disculpas, por desgracia todavía se sentía demasiado herida, detrás de sus ojos café que su hijo había sacado estaba esa chispa de decepción, volteó la vista a otro lado cuando terminó el monólogo.

— traidor

Solo era una palabra, una palabra dicha con el tono justo para que esa culpa incrementara en su cabeza, una palabra que salía el corazón herido de una madre. Escapó antes de que viera como sus ojos se cristalizaban.
A su fortuna la indiferencia santiaguina no hizo ni dijo nada al verlo pasar a punta de empujones, pero sabía que luego se convertiría en la anécdota de muchos, no le importaba lo que dijeran de el, solo quería volver a casa para desahogarse todo lo que necesitara. Por eso cuando llegó y tras cerrar la puerta detrás de él solo se dejó caer sin importarle el dolor del impacto, estaba devastado por una simple palabra, así lo encontró Pedro al sentir su llanto desde la habitación, abrazándose a si mismo mientras su respiración se hacía más frenética y no parecía escucharlo, intentó quitar los brazos que cubrían su rostro pero estaba demasiado alterado para reaccionar, así que mientras se mantuvo en ese estado se limitó a arrodillarse a un costado suyo para rodearlo con sus brazos, se calmó un poco al ver como poco a poco se iba calmando, cuando sintió que le respondió el abrazo respira aliviado.

The angst challenge 『  MexChi 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora