Capítulo 15- Mi padre

19 2 1
                                    

Aaargh qué mareo... siento como si todo se moviera a mi alrededor... ¿dón...dónde estoy? No veo nada está todo oscuro. Me duele la cabeza... y me escuece el cuello donde me inyectaron el suero, trato de rascarme pero descubro que mis manos están inmóviles a mi espalda, tengo puestas unas esposas. Tambaleante me pongo en pie y trato de averiguar las dimesiones de dónde estoy. Doy un par de pasos hasta llegar a la pared, vale unos cinco pasos de ancho, y hago lo mismo a lo largo, apróximadamente unos diez. Está claro que esto no es muy grande. Tengo que salir de aquí. Comienzo a dar patadas contra las paredes. -¡Soltadme!- grito una y otra vez sin parar.  De repente noto como se inclina la superficie, están descendiendo. Una inmensa ola de luz me envuelve dejándome por unos instantes ciega, han abierto la puerta del furgón donde me encuentro prisionera. Luego, noto otro pinchazo, esta vez en la yugular. Maldito capullo..., un soldado me ha vuelto... a inyectar el  suero. Me falt...an las fuerzas..., las piernas me fallan y caigo al suelo. Pocos segundos después pierdo la consciencia.

De nuevo vuelvo a despertar, está todo oscuro ¿es... es esto un sueño? La verdad, es que esto es muy pequeño y estrecho, tengo calor y comienzo a sudar. Cada vez tengo la sensación de que las paredes se van acercando más y más a las demás, estoy  muy agobiada. Cada vez tengo que encojer más las piernas, no es una sensación ¡esto está encogiendo! Apoyo la espalda contra el suelo y las piernas contra el techo, hago con ellas para evitar que se junten más luego, hago lo mismo con los brazos y las paredes pero mis esfuerzos no las frenan. Apenas puedo respirar y...

-Eh, enana despierta- es la voz de un hombre aunque no lo distingo, tengo la vista borrosa. -¿Estás bien?-

Seco mi frente que está empapada de sudor, parpadeo varias veces para aclarar la vista y con trabajo me incorporo apoyando la espalda contra la pared. -¿Dónde estoy?- porque está claro que no es el furgón de antes ni el real ni el menguante que claramente era una alucinación. ¿Qué coño me habrán inyectado para tener un sueño así? Mejor no saberlo.                                                Una vez que tengo la vista más o menos normal veo que el hombre es un Flap de Fuego. Me resulta familiar, ese pelo ondulado y canoso aunque del color del fuego, barba, pircins, ojos de un color apagado con la esclerótica amarillenta... ¡coño, es Krak! -¡¿Y tú qué haces aquí?!- digo a la vez que me incorporo.

-¿No serás...? ¡Joder, la enana ladrona!-

-Mira quien fue a hablar-

Ríe. -Al menos no somos tan diferentes si has acabado aquí algo gordo has tenido que hacer-

-¿Dónde estamos?- pregunto con miedo a la respuesta, me acerco a la pantalla de color grisaceo que nos separa del exterior donde hay más celdas de paredes blancas.

-Bienvenida a las celdas del cuartel general-

-¿Cua...cuartel general? ¿El de Isótopo?-

-No, el de mi madre ¿no te jode?- me mira como si fuera estúpida. -¿Cuántos cuarteles generales conoces en estos tiempos?- no me lo puedo creer, he sido una imbécil, estaba tan obsesionada con que todo saliera bien, que no les pasara nada a mis amigos que me olvidé de algo muy importante, que no me pasara a mí. Al final la que ha cruzado la línea entre la valentía y la estupidez he sido yo, no he sido valiente sino una Flap sedienta de adrenalina y ahora tendré que pagar las consecuencias con mi libertad y lo peor... mi vida... Ahora mismo solo pediría una cosa, poderme despedir de ellos y poder volver a besar a Zulay.                                                                                                                                                              Noto como algo me corre por las mejillas, son algunas lágrimas que se han escapado de mis ojos sin permiso. -Wow ¡¿estás llorando?!- pregunta con tono burlón.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora