Capítulo 17

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— Mamá —mi voz sale en un tono muy bajo, casi inaudible.

Se detiene a unos pasos de mis, su respiración es agitada y la expresión de su rostro...Duele. Es fácil notar que está luchando contra un fuerte sentimiento, sus ojos me miran con lágrimas furiosas. Abre su boca como si fuera a decir algo, pero todo lo que sale de ella es un sollozo.

Verla tan lastimada por mi culpa me hace sentir miserable.

Es mi madre y yo le provoqué ese dolor.

Moverme tan repentinamente hace que mis músculos se acalambren y duelan, pero me olvido de ello en cuanto puedo abrazarla. Mis brazos se envuelven a su alrededor y estar allí, se siente como si todo volviera a estar en su lugar de nuevo. Como si aunque pasen cien años, ese lugar entre los brazos de mi madre siempre va a ser la respuesta a todas las preguntas.

— Lo siento, lo siento tanto —me encuentro balbuceando entre lágrimas.

Literalmente siento como si su alma se cayera al suelo, sus piernas dejan de sostenerla. Y lo entiendo, es su dolor, el alivio.

— ¿Estás bien? ¿Dime si estás bien, bebé?

Dioses, mamá. No estoy bien, me rompí y solo no puedo decírtelo.

— Físicamente sí —es todo lo que consigo decir.

— Mi estrellita de mar, estaba tan preocupada por ti —besa mi rostro repetidamente—. Tienes que contarme que sucedió, bebé —sorbe por la nariz—. Dioses, debo llamar a casa, tengo que avisar que te encontré.

A casa.

La piel se me eriza entera.

— ¿Cómo supiste donde estaba?

— Mi corazón —suspira llevando mi mano a su pecho para que lo sienta latir con fuerza—. Cuando venía para acá Eddy me llamó, me dijo que estabas aquí, que no había duda, su amigo el brujo le había...

— ¿Y papá? —hago que detenga su explicación bruscamente.

Me separo un poco de ella para poder mirarla. Tiene una mirada triste y preocupada.

— No lo sé, cuando se dio cuenta que tú te habías ido él...tuvo un ataque de pánico —su mirada está en mí, pero es fácil darse cuenta que ella se encuentra a kilómetros, como si recordara—. Su piel de lobo lo cubrió y tomó el control, él se fue a buscarte.

La culpa me golpea fuerte el estómago. Pero yo no estaba pensando cuando todo esto sucedió, por lo menos no pensé en ellos. Si hubiese estado pensando habría recordado lo que pasa cuando papá entra en pánico o tiene mucho miedo por nosotros, la agonía es tan fuerte que su cuerpo humano no puede soportarlo, es por eso que el lobo lo reclama y toma el control. El salvaje cazador por instinto olvida lo que es la piedad para aquellos que van contra los suyos.

Un maldito que dejó de ser maldito, pero que lo fue por tanto tiempo que su alma y corazón conservaran esa ferocidad por el resto de su vida.

— Vámonos, bebé —me acaricia el cabello—. Tenemos mucho de lo que conversar y necesito avisar en casa.

Irnos.

Mi mirada va hacia el océano, con olas calmadas y su suave murmullo.

Siempre va a estar aquí para ti —susurra mi madre y comprendo de inmediato a lo que se refiere.

Y yo siempre volveré a él. Pienso sujetando la mano de mi madre dejando que me lleve.

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Los Mestizos IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora