Capítulo 39

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Boyd y yo nos despedimos horas antes de cenar para poder “alistarnos”, con eso me refiero a tomar largos baños con jabones olorosos para borrar rastro de lo que estuvimos haciendo en el bosque. No puedo aparecer frente a papá oliendo descomunalmente a Boyd, él intuiría algo y luego nos asesinaría a ambos.

Me siento como una torpe adolescente normal, aunque esté restregando como loca el jabón sobre mi cuerpo. Mi sonrisa parece imborrable.

No puedo detener las imágenes de mi cabeza, sobre Boyd, sonriendo, besándome, acariciando mi rostro. Él merece muchas buenas cosas en su vida, tiene que experimentar la felicidad y yo quiero encargarme de ello.

Sé que su cumpleaños quedó arruinado para siempre por culpa de ese bastardo de Zachcarías, él arruinó mucho de su vida. Pero no más. No lo permitiré. Y para enmendar su odio hacia su fecha de nacimiento le propondré escoger una nueva, cualquier día, para su cumpleaños. Lo haré distinto, no permitiré que esté solo y que se esconda. Si decide aceptar,  será una nueva oportunidad para hacerlo bien, para crear recuerdos hermosos, juntos.

—¿Y esa sonrisa?

Libriana rodea con su brazo mis hombros, del otro lado, también siendo custodiado por ella se encuentra Eddy quien me inspecciona como la mujer con ojos de gato. Eddy arruga su nariz y se queja.

—Qué asco, te echas demasiado jabón.

Eso saca una carcajada profunda de Libriana, enrojezco.

—Por lo menos se baña, no como tú, mocoso —le despeina el cabello antes de empujarlo para que se adelante. Mierda—. La clave está en oler normal, no en que parezca que intentas ocultar algo, pequeña traviesa.

Estoy hundida.

Pensé que el jabón sería discreto, siempre lo uso, no tan drástico como hoy pero…

Mierda.

—Yo…—me detiene haciendo sisear si boca melódicamente, se posiciona frente a mi acariciando mi cabello.

Las líneas de edad que rodean sus ojos son bastante notorias cuando me mira de esa forma, me hacen recordar que ella es una persona adulta, que ha vivido mucho más que yo. Aunque con su cabello rosa y personalidad parezca veinte años menos.

—Veamos qué puedo hacer por ti para que tu padre no los despelleje —suspira—. Mi olor no será suficiente, sigue siendo evidente… ¡Ven!

Su mano toma la mía y comenzamos a correr lo que me provoca reír nerviosa. Diablos, ella sabe que algo pasó, solo espero que no pregunte demasiado, aunque conociéndola sé que lo hará.

—¡Libriana! —escuchamos quejarse a Doufryn cuando pasamos por su lado.

Nos dirigimos a la puerta contraria que da al comedor. Vamos a la cocina.

Le debo una.

La cocina es enorme, hay demasiados mágicos moviéndose y cocinando. Muchos olores, justo lo que necesito. En una esquina dirigiendo vemos a Kort, negando hacia cosas que traen y asintiendo a otras. Cuando sus ojos nos encuentran hace una mueca y pide clemencia quejándose.

—¿Qué te pasa anciano? ¿No te gusta tener a dos chicas lindas haciéndote compañía? —cuestiona mi loca acompañante robándole grotescamente zanahorias del plato.

—¿A qué cosa insana estás arrastrando a mi princesa esta vez, salvaje?

Kortian me giña el ojo antes de concentrarse nuevamente en su tarea. Pica distintas verduras para una ensalada. Libriana intenta robarle nuevamente, pero su magia la detiene.

—Aburrido —se queja llevando sus manos a su cintura.

—¿Y bien? —inquiere el hombre hermoso.

Los Mestizos IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora