Extra #4

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“Cumpleaños”

Era extraño, ella podía verlos.

Hablaban en un idioma que no conocía y muy pocas veces se dirigían a ella directamente. Pero en esa ocasión, cuando sin querer miró directamente hacia uno de ellos con piel de hombre, hermoso, de ojos vacíos. Se enfureció con ella, esos espíritus eran reservados, no les gustaba que nadie estuviera husmeando cerca de ellos, pero Ariel no podía evitarlo.

El hombre la golpeó directamente contra la pared y ella no había podido hacer nada. No podía tocarlos. Una mujer le gruñó en el rostro mostrándole colmillos filosos. Ariel peleó, se removía entre los brazos del hombre que la estaban asfixiando. Cuando pensó que se desmayaría, ellos la soltaron y desaparecieron.

Boyd la encontró tosiendo en el suelo, con el rostro azulado y rojo.

—¿Qué te ocurre, estrella de mar? —se espantó llegando a su lado.

Ariel no pudo responderle de inmediato, seguía tosiendo, se llevó las manos al cuello sintiendo que le ardía. Boyd siguió el movimiento de sus manos y palideció.

—¿Te atacaron?

Ella asintió con los ojos cristalizados, jadeó dejándose sostener por la magia de él, que con un toqué suave alivió sus pulmones y garganta.

—Yo…no les hice nada, apenas lo miré y ese hombre…—miró a Boyd con frustración—. Y ni siquiera me puedo defender.

Eso era lo que más la enfurecía.

—Antes ni siquiera habían reparado en ti, ¿por qué atacarte ahora? —le acarició el cuello con sus manos cálidas.

Ella no escondió rápido su rostro esa vez, por lo que Boyd pudo ver que algo le ocultaba. Y es que Ariel le había mentido, había mantenido oculto los maltratos de esos seres hacia ella. Nunca habían sido tan agresivos, usualmente solo eran pellizcos, le jalaban el cabello o la empujaban.

Nunca antes habían intentado asfixiarla. 

—Ariel —la regañó.

—Lo siento, no quería que te preocuparas.

—¿Y pensaste que ocultarlo era la mejor opción?

Se alejó de ella, estaba ofendido y dolido, Ariel lo sabía. Sabía cuánto le afectaba el que ella no fuera sincera cuando él…no podía sentirla. Eso lo había afectado, desde el primer momento al igual que ella.

—No quería angustiarte —se le rompió la voz.

—¿Y qué has logrado intentando impedirlo, Ariel? —usó ese tono despectivo que no solía emplear en ella. Nunca en ella—. Las piernas me tiemblan tanto que no puedo ponerme de pie —Ariel bajó la mirada—, ahora en todo lo que puedo pensar es en lo que no me has dicho para no “angustiarme”.

Era justo su furia, sobre todo cuando ellos se habían prometido no ocultarse nada. Pero habían sido tantas pequeñeces que ella no quiso importunarlo cuando él estaba tan ocupado intentando revivir el bosque con Ivonnet. Y después había llegado esa carta…su relación había estado tensa desde entonces.

—Lo siento —dijo bajito acercándose a él.

Le tocó los hombros que le daban la espalda, él no rechazó el toque, Ariel lo envolvió, pegando su frente contra la nuca de él. Lo olfateó, llenándose de su olor a bosque y sudor. Le dejó un pequeño beso allí de disculpas.

Boyd se estremeció girándose para recibirla en sus brazos.

—Tienes que decirme cuando alguien o algo te está haciendo daño, a mí, a cualquiera. Si te mantienes callada, ¿Cómo alguien podría ayudarte? —le susurró—. Me aterra saber que esos espíritus te han estado atormentando y yo no he hecho nada para impedirlo.

Los Mestizos IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora