Capítulo 46

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Evan sostiene mi mano con fuerza, tiene sus ojos puestos en todo el movimiento que causan las personas entrando y saliendo de la casa. Deberíamos estar descansando, durmiendo un poco para recuperar fuerzas, pero ni el dolor ni el cansancio logran hacerme caer en una cama.

Las palabras del chico no paran de resonar en mi cabeza, una y otra vez. El fuego tendría que haberme matado, una explosión tan grande como esa…Pero Boyd no lo permitió, pude sentir el intenso calor besarme la piel pero no más, su magia me protegió tanto como pudo, dejándolo a él drenado, nuevamente.

Él duerme profundamente, su cabeza en mi regazo, acurrucado hacia mi cuerpo. Le insistimos cuando llegamos aquí que buscara una habitación para descansar, pero en cuanto me sentaron en el suelo para poder atenderme él se desplomó junto a mí y ya no se levantó. Una curandera mientras me colocaba ungüento para las quemaduras me dijo que él estaría bien, que solo necesitaba descansar.

En algún momento Eddy llegó a mi lado, le habían ordenado permanecer dentro de la casa. Me abrazó con mucha fuerza y casi llorando me pidió que le contara todo, como había llegado aquí y lo que había sucedido. Como si de un imán se tratara, Evan apareció, estaba sucio, lucia desecho. Su reacción fue la misma, me dijo que estaba asustado hasta los huesos cuando se enteró de lo que había sucedido, él quería ir por mí, pero Ivonnet se negó, nadie más debía abrir portales, mágicos con experiencia podrían rastrearlos. Papá y él estaban dispuestos a tomar un avión, pero entonces Wanda les avisó sobre todo.

Permanecí callada digiriendo todo, pero ellos no me dejaron, me exigieron a mí una explicación. Se las di, contándoles tanto como pude, todo muy resumidamente, sin dejar lugar para preguntas.

Mis hermanos no se volvieron a separar de mí, Eddy se pegó cual niño a mi costado, entre Evan y yo. Hemos permanecido en silencio desde entonces, no he conseguido ver a mi padre o a Johan. Están al frente por lo que escuché.

—¿Qué sabes de mamá? —pregunto finalmente. No he dejado de pensar en ella ni un solo momento, esperaba que Evan me diera noticias, pero ya he esperado demasiado.

Evan no habla hasta que las personas que cargan el cuerpo de un soldado inconsciente y repleto de sangre pasan de nosotros.

Se me revuelve el estómago.

—Kortian está con ella, están regresando —lo escucho suspirar—. Solo espero que esté desastre se haya acabado cuando pisen la ciudad —otro herido pasa y nuestros ojos lo siguen. Evan se levanta de un salto—. Tengo que regresar, veré que puedo averiguar sobre tu amiga y enviaré a alguien para avisarte.

—Evan —mi voz suena asustada.

—Estaré bien, lo prometo —susurra besando mi frente—. No te muevas de aquí, por favor.

No podría, aunque lo deseara, mi cuerpo está profundamente exhausto, las piernas me tiemblan, todo el cuerpo me duele. Y aun así, mis ojos no se cierran, sigo pensando, sigo escuchando su voz.

Ayúdame.

Él iba a matar a Boyd.

¿Cómo pudo pedirme eso?

A menos que…no haya sido él, que todo hubiera sido involuntario, que estuviera bajo el dominio de algo que no podía controlar. En sus ojos pude ver el desespero antes de decirme  “Ayúdame”. No puedo ni siquiera imaginar lo que se debe sentir estar en tu cuerpo, pero no poder manejarlo en lo absoluto, solo ser capaz de ver lo que el otro te obliga a hacer.

¿Habrá más como él? Más niños mágicos explotando en llamas sin desearlo, siendo asesinados por un poder podrido. Esos pobres niños.

No soporto que él utilice a otros como sus marionetas, quiero que venga, que nos enfrente. Quiero verlo a los ojos y decirle que no le tengo miedo, que no es más que un cobarde. Quiero tener mis dagas y que sus cuchillas se machen con su sangre. En el fondo, pienso que otorgarle la muerte es demasiada misericordia. Él tiene que sufrir por cada vida que torturó, abusó, manipuló. Él tiene que rogar, llorar perdón.

Los Mestizos IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora