Capítulo 45

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Me encuentro despierta, su olor entra por mi nariz y hace un recorrido placentero por todo mi cuerpo. Sus ojos están cerrados y su respiración apaciguada. No sé qué pasa, pero no puedo apartar mis ojos de él.

No recuerdo la primera vez que pensé en lo que significaba tener una mitad, recuerdo haber leído un cuento corto de mamá, sobre dos personas, hechas para buscarse y encontrarse, el camino no era fácil, habría obstáculos, pero, el alma siempre va hacia donde el vínculo la llame. No importa que pase, no importa cuánto. Si no es en una vida, entonces será en la otra. Sin embargo, el cuento no solo era sobre el poder del vínculo, sino como esas dos personas decidían aceptarlo, porque claro, el vínculo es ese jalón, esa llamada, pero eres tú quien decide si amar.

Cuando estoy con Boyd, descubro una intensa calma tibia en mi interior. Cuando lo toco siento que una enorme ola me había tenido prisionera entre su furiosa fuerza y hasta ahora, puedo salir para recostarme en la arena caliente.  Ese es el vínculo. 

Pero cuando me cuenta su historia, cuando me muestra sus cicatrices llorando. Esa soy yo. Cuando se molesta y peleamos, cuando sonríe y se sonroja, cuando escucha lo que siento y me dice “No dejes de pelear, estrella de mar. Por lo que más quieras”. Esa soy yo decidiendo quedarme.

Yo escogí a ese niño temerario del bosque.

—Tu mirada es tan poderosa que logra despertarme, estrella de mar.

Su aliento caliente choca contra mi rostro cuando habla. Sonrío.

—Te amo —digo.

Sus parpados se abren dejándome ver esas esferas cubiertas de gris. Puedo ver como un musculo en su mandíbula salta.

—Justo ahora —dice—. Desearía poder verte, más que nunca —su mano escapa de entre las mías para acariciar mi rostro—. Quiero verte despeinada por culpa de mis codiciosas manos y con los ojos desbordados de emoción —acerca su nariz a la mia—. Desearía poder ver tu expresión cuando te diga que te amo también y que ahora nunca podré dejarte ir.

Envuelvo mis brazos en su cuerpo, porque quiero detener el dolor en ambos. Ahora no quiero provocar lágrimas. Pasamos un momento hermoso, digno de lágrimas, sí.

Me besa perezoso, aprovechando cada segundo con cada tramo de mi boca. Un escalofrío me recorre la espalda cuando su lengua me lame el labio inferior y su mano baja acariciando el centro de mi espalda con sus dedos.

—No seas glotón, Boyd —susurro recordando como él me dijo lo mismo aquel día en el bosque. 

—No lo soy, solo estoy dejando mi mano descansar inconscientemente en tu cuerpo —murmura mordiéndome la barbilla—. Tú eres la glotona, te recuerdo que me pediste otro masaje.

—Lo único que recuerdo es que no me lo diste.

Cierro mis ojos sintiendo sus benditos dedos presionarme de una forma muy correcta cierta parte de mi espalda.

—Puedo dártelo ahora mismo —su voz deja clara la invitación, pero sus manos lo hacen evidente al dejarme sobre mi estómago. Se reincorpora y aparta mi cabello para dejar al camino de sus manos libre—. Quería decirte…—sus pulgares presionan en mis hombros—. Antes no hemos pensado en protección pero yo…

Oh, claro que pensé en ello.

—De hecho, me tomé algo —comento suspirando—. Wanda dijo que estaría protegida por cuatro semanas.

Por un segundo sus manos se detienen.

—¿Cuándo lo tomaste? 

Me sonrojo.

Los Mestizos IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora