“El profesor y su secreto”
Un “ellos” no había comenzado con un beso prohibido en una noche de luna llena. Él lo sabía, ese era su secreto.
Arnaldo Velez era un hombre de proveniencia humilde, el pueblo donde nació estaba situado entre Pardon e Isía, su crecimiento fue duro, estaba rodeado de pobreza y malas decisiones, pero él mantuvo su enfoque. Cuando tuvo la edad necesaria, abandonó a su familia para poder hacer lo que tanto había deseado siempre, estudiar. El viaje fue difícil, a sus diecisiete años era aún demasiado inocente.
Tesaria era el nombre de su pueblo, allí solían habitar solo hijos del bosque, hadas conectadas con la vida del pulmón del mundo. Hacían ritos y practicaban actos de sumisión ante sus dioses. Con los ancianos aprendió que los arboles hablaban, que todo lo hacía y ellos podían entender.
Una noche de luna nueva, Arnaldo había salido de su casa incapaz de seguir soportando el ruido de su numerosa familia. Se metió en el bosque y en él escuchó una voz, estaba cantándole como una sirena, atrayéndolo, no solo era la tierra, eran los árboles, el viento.
Ahí donde se cosen los destinos, ahí. Era un susurro, la voz no tenía género, simplemente era eso, una voz.
Había sentido que algo le rozaba el cuerpo, como si algo denso lo hubiese atravesado. Pensó en las historias, donde las almas viejas y nuevas hacían un viaje hacía su muerte o nacimiento. Recordó que los ancianos decían que los bosques era donde ellas se movían y migraban. Era algo muy sagrado para ellos, respetaban a los dioses e intentaban no hacer nada para interferir en los destinos que ya estaban decididos.
Él había querido irse, pero se lo impidieron, una presencia, una chica. Arnaldo la vio dejarse llevar por el viento con lentitud, era hermosa, tenía el cabello tan oscuro como la noche y…había una expresión de profundo sufrimiento en su pálido rostro.
Arnaldo había pensado en esa chica, en lo que habría sucedido para que tuviera esa expresión pintando su tan elegante rostro. No quería ir demasiado a las terribles formas de morir que conocía. Él solo quería…borrar ese tormento.
Se preguntó sobre ella, como serían sus ojos, como sería su boca con una sonrisa.
Ahí donde el tiempo no existe. Volvió a escuchar, sus ojos sin perder de vista a la chica. Ahí donde no hay vida ni muerte.
Ahí era donde ella estaba, en ese lugar que lo era todo. Ese lugar que solo los hijos del bosque podían entender.
Se sintió exhausto al pensar en cometer una locura, pero tenía que hacerlo, quería hacerlo. Esa vida preciosa se merecía una segunda oportunidad, merecía ser recibida por manos gentiles que la mecieran y borraran para siempre su dolor.
Esa noche, Arnaldo marcó para siempre un camino en el destino. Como hijo del bosque tenía poderes, podía fundirse en él, entregarse y volverse uno. Lo que hizo fue alterar un poco ese viento denso que la transportaba, la guió hacia otro lugar, un contenedor. Un árbol. Allí estaría segura, tendría una conexión de por vida con el bosque, donde ella estuviera, si sentía un gran dolor, sería tomada con gentileza y guardada con el amor de la vida.
No debió haber hecho eso, él no debía intervenir, pero lo hizo y guardó el secreto.
Una semana después él estaba partiendo, huyendo del delito que había cometido.
Había atravesado toda Isía para llegar a La encrucijada, ese lugar le abrió sus ojos, pero también lo destruyo. La encrucijada era como un puente que unía las ciudades más importantes de todo Drawgie, solía estar repleta de mágicos de todo tipo, era un lugar próspero y muy rico, el comercio era impresionante.
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Los Mestizos II
Hombres LoboSangre mezclada condenada al fuego. Sangre pura destinada a la grandeza. "Los mestizos" pertenece a la serie de libros: "La sangre de los mágicos". Se recomienda haber leído antes El maldito, ya que es bastante necesaria para el entendimiento de est...