"Ladrón de besos”
Llevaba más de un año viviendo en un apartamento junto a Ariel, su vida era bella de una forma que ni en sus mejores sueños o fantasías se pudo haber imaginado. Mucho tiempo atrás, cuando había estado en las manos de Zachcarías Losher, lo único futuro que le parecía bello era uno donde la muerte lo tomara en sus suaves manos y lo durmiera, no había podido evitar desear eso. Hasta que llegó ella, su estrella de mar, a quien no había podido ver, pero que había amado de cualquier forma.
Ariel había cambiado su vida, más que la guerra, más que la muerte de Zachcarías. Cambió su vida de tantas formas que, a veces, no reconocía ese sentimiento de pena que lo había hecho desear con tanto fervor la muerte. Todo su espíritu incontrolable lo inspiraba, su manera tan distintiva de actuar, su inquebrantable valentía, su viva gentileza. Ella…siempre había creído en él, desde el primer momento, él nunca olvidaría las palabras que le dijo en el bosque el día que se conocieron, cuando tan solo eran unos niños. Ella le había dicho con furia contenida que él no era débil, que era un luchador y que nadie nunca podría quitarle su fuerza.
Esas palabras calaron a fondo en él, porque ese día esas palabras lo hicieron querer vivir.
Todo había sido tan difícil entre ellos al principio, pero eran mitades, estaban hechos para encajar perfectamente y así lo hicieron. Ella lo perdonó por cada estúpida e insensata cosa que él había hecho para alejarla y él la había amado puramente.
En ningún momento había pensado que en algún futuro podría llegar a verla, a verlo todo. Pero podía, su visión había regresado dejando las horribles cicatrices como recuerdo, eso no le importaba tanto, no cuando podía verla. Podía verla sonreírle en las mañanas, podía verla bailar en lencería mientras lavaba la ropa, podía verla frustrarse estudiando o presionándose mientras entrenaba. Eran esas cosas, las pequeñas, las que hacían que su corazón cantara de vida y quisiera entregarse a ella como si no lo hubiera hecho ya antes.
Todo era perfecto, la tenía solo para él...Hasta que una noche Ashen Wilkurt le envió un mensaje.—¡Oh, Ashen viene mañana a Victoria! —la escuchó emocionarse.
—¿Para qué? —no pudo evitar el tono amargo.
—Johan le ha encargado entregar unos recados en Inteligencia, ¡oh, le diré que me vea al salir de clase!
Boyd se sintió desplazado, era él quien siempre la recogía al salir de sus clases.
Ashen era un mal que no podía evitar, era uno de los mejores amigos de Ariel, aunque Boyd lo detestara al punto casi de odiarlo. Y no eran simple celos, como Ariel le decía, su rabia había sido alimentada por el muchacho de orejas alargadas desde el primer momento en el que se cruzaron. Siempre que estaba cerca de Ariel, cuando no podía ver, su atracción por ella era tan fuerte que Boyd había podido sentirla, incluso olerla y eso lo enervaba. Y cuando pudo ver con sus propios ojos aquello, se le revolvía el estómago, ¿Cómo ella no se daba cuenta?
Lo aborrecía, no lo quería allí arruinando su rutina, no lo quería cerca de Ariel.
Pero él no le diría nada de eso a ella, la haría enfurecer y causaría una pelea. No quería tener discusiones con ella por él, quien ni siquiera estaba allí y ya sentía que lo afectaba.
Boyd tendría que volver a enfrentarlo, recordarle que Ariel lo había escogido, con vínculo y sin él, vivían juntos, eran una pareja y se amaban incondicionalmente. Él no arruinaría nada de eso y si se atrevía a…insinuar que ella aún era joven y que la vida muy larga…lo despacharía, le contaría a Ariel lo que su mejor amigo le había dicho hace más de dos años atrás en un pasillo de la casa de Johan.
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Los Mestizos II
Hombres LoboSangre mezclada condenada al fuego. Sangre pura destinada a la grandeza. "Los mestizos" pertenece a la serie de libros: "La sangre de los mágicos". Se recomienda haber leído antes El maldito, ya que es bastante necesaria para el entendimiento de est...