Capítulo 2

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Mi habitación está exactamente igual a como recuerdo. Bastante sencilla y desnuda en comparación a mi habitación en el apartamento de Los Ángeles. Aquí no hay nada que grite: "Ariel Ivy Rowclay Walker". Pero estoy dispuesta a transformar esta fría habitación en una en la que me pueda sentir yo misma.

Por suerte traje varias cosas para lograrlo, tengo una especie de cartelera con la forma del sol donde pongo fotos de mis amigos, familia, la playa, los muelles, el apartamento y algunas otras con unos artistas que tuve la oportunidad de conocer. También traje pósteres de mis lugares favoritos de L.A. Mis adornos de estrellas de mar que brillan en la oscuridad y por supuesto, mis frascos llenos de conchas marinas regalo de mi amado hermano mayor.

Sin sentirme satisfecha aún, muevo los pocos muebles de la habitación, lo hago de nuevo y de nuevo hasta que me siento contenta con el resultado.

Suspiro cansada. Por lo menos no tuve que limpiar, cuando papá consiguió esta cabaña Kort la encantó para que se mantenga siempre limpia, sin dudas nadie se negó.

— ¿Necesitas ayuda, bebé?

Me giro para encontrarme con papá, su camisa está mojada con sudor y tiene una vieja gorra de beisbol puesta.

— Casi termino —me encojo de hombros—, ¿hablaste con Evan?

Asiente mientras observa mi habitación y como la he arreglado.

— Necesitas cortinas...—murmura—, y una alfombra.

— Sí —acepto llevando mi mirada hacia donde está la suya, el gran ventanal—. Papá, ¿Qué te dijo Evan?

— Oh, ahora está algo ocupado no se puede acercar y no cree apropiado que vayamos a verlo, vendrá el lunes, después que lleguen del instituto.

Mis ojos se abren excesivamente.

¿Perdón qué?

— ¿Instituto? ¿En medio de las vacaciones? —me quejo.

— Aquí no hay muchas vacaciones —sonríe.

— ¿Por qué?

Suspira.

— Bebé, tienes que entender que no solo eres humana —se acerca y coloca una de sus manos sobre mi mejilla—. Eres una mujer lobo también y deberías querer aprender a manejar tus habilidades.

— ¿Cuáles habilidades? ¡Solía perderme en el centro comercial, papá!

Me enoja que él siempre quiera pretender que soy como mis hermanos. No soy como ellos, yo no...siento al lobo. Y no es porque no lo desee, ojala pudiera...pero simplemente no lo siento.

— No tienes que preocuparte, Ariel, ni forzarte, tus instintos aparecerán, solo tienes que esperar hasta que ellos decidan salir a la luz.

Le gruño y él sonríe, eso solo me hace enfurecer más.

— ¿Qué pasa si no llegan tales instintos? ¿Y si soy solamente una humana con buenos sentidos? —cuestiono alterándome—. ¿Te decepcionarías de mí?

Esa posibilidad me destruye, si papá se decepcionara de mí...

— Nunca —me sujeta las manos—. Nunca podrías decepcionarme, mi estrellita de mar —niego—. No quiero que te preocupes por eso, Ariel. Y me disculpo si te he hecho sentir presionada, nunca ha sido mi intención. Yo te amo y estoy orgulloso de ti. Nunca podrías decepcionarme, bebé —sus enormes brazos me atraen hacia su cuerpo.

Su calor familiar me envuelve, logro relajarme en sus brazos.

Este día ha estado lleno de demasiados sentimientos encontrados. Tristeza por dejar mi hogar, felicidad por ver a Evan otra vez, nervios al pensar en el niño extraño pelirrojo que no he visto desde que tenía siete, preocupación y ansiedad por el repentino inicio de clases en tan solo dos días.

Los Mestizos IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora