Compañeras de Piso

¿Te Gusta el Helado?

Odio las alarmas.

Especialmente que me despierten después de una noche de llanto.

Estoy segura de que entre el estrés, estar lejos de Siwon y que probablemente me va a bajar la regla pronto, estoy más sensible de lo normal; porque no sé a qué más atribuirle mi comportamiento rarísimo.

No tenía ganas de ir a clase. Iba a pedir apuntes, no pensaba ir. No estuve en una escuela durante 14 años yendo obligada a clases para no darme un día libre en la universidad de vez en cuando. Especialmente si me encontraba así de mal.

Oficialmente hoy era mi huelga personal. Me iba a instalar en el sofá en pijama a ver una maratón de alguna serie o dormir todo el día bañándome en mares de autocompasión, en su defecto.

No sabía si los martes eran días ocupados para Taeyeon o no, pero cuando salí de mi habitación a desayunar todo estaba en desierto silencio. La habitación de mi compañera se encontraba con la puerta cerrada, por lo que asumí que se había ido a clases. No le di importancia al asunto.

No tenía ganas de hacer nada productivo, por lo que solo eché cereales y leche en un plato y me senté a comer.

Me di cuenta de que me gustaba estar en pijama y sola, ¿algo extraño en mí...? supongo.

Dejé el plato remojando en el fregadero y tomé mi celular que, convenientemente, se cayó al piso. Cuando me agaché a recogerlo sentí el sonido de una puerta abriéndose, seguida de pasos alegres y una pequeña voz tarareando. Me levanté inmediatamente y vi la puerta del baño cerrarse con una cabellera rubia tomada en un desordenado tomate tras ella.

Estaba segura de que se encontraba en bragas y camiseta.

Sentí la cadena del baño drenarse y el sonido de agua correr unos segundos antes de que la puerta se abriera y saliera una sonriente Taeyeon con una camiseta gris oscuro, holgada, que rezaba: N Er Dy en tres cuadrados blancos posicionados continuamente, emulando la tabla periódica. En la esquina inferior izquierda de la camiseta en cuestión tenía las siglas de la NASA, y llevaba puestas unas bragas de abuelita de color negro como acompañamiento, luciendo sus espectaculares piernas blancas y lechosas.

No pude evitar que las imágenes de su torso desnudo, a excepción de su blanco sujetador, vinieran a mi cabeza. Recordé vívidamente su cintura, las llanuras de su abdomen. Tenía la imagen de su espalda y sus hombros, de sus brazos.

De ella.

Uní todas esas imágenes mentales con las piernas que veía.

Me removí incómoda.
Sacudí la cabeza imperceptiblemente para alejar esos pensamientos de mí.

Ella rápidamente notó que no estaba sola. Pude ver el pánico en su rostro.

—Tiff —saludó con evidente sorpresa—. ¿No tenías clase? —preguntó con incomodidad, cruzándose de brazos y posicionando una pierna en frente de la otra, intentando cruzarlas de pie.

—No me siento muy bien —contesté vagamente.

—Ah... —murmuró ella—. Pues si quieres tomar una ducha, está libre, aunque planeo darme un baño en un rato...

Asentí simplemente, sentándome en el banco de la cocina.

Se estableció un silencio.