La Cena, Una Siesta y el Esmalte Azul.

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—Oye, ese lado no está igual —protestó la rubia, poniendo atención al trabajo llevado a cabo sobre sus uñas.

Jessica negó, antes de bufar a modo de protesta.

La risa de Taeyeon resonó por la gigantesca habitación de Jessica, en la mansión Jung.

—Tú diste la idea, no te puedes quejar ahora, Sica. —Taeyeon habló con divertida seguridad, observando a su amiga.

—Ya, pero no puede ser que cada vez que te pinto una uña esté, según tú y tu criterio extremadamente perfeccionista, imperfecta —protestó Jessica, mirándola con fingida molestia. Se encontraban muy cerca—. Ya vas a ver cómo se va emparejando cuando se seque —afirmó, antes de volver a su trabajo, bajando la vista.

Taeyeon guardó silencio con desconfianza, aunque también era porque le gustaba observar a Sica. Más si estaba tan cerca de ella.

Tae pensaba que ella era muy bonita.

Todo el tiempo.

Y eso la asustaba... y mucho.

—El color que elegiste es muy bonito —comentó Jessica, sacando a Taeyeon de la nube de pensamientos tormentosos en los que se encontraba inmersa—. Te queda muy bien, ¿sabes? —opinó ella.

—Me gustan los azules —contestó con esa simpleza que la caracterizaba.

Jessica sonrió, alzando la vista, topándose con los ojos de Taeyeon.

—Lo sé —respondió, regalándole una dulce sonrisa.

Taeyeon se sonrojó.

No sabía si le encantaba u odiaba sentirse así.

~ • ~

El arroz se veía bueno...

Esperaba que su sabor fuese como su apariencia.

Si no, lloraría.

No sé por qué me encontraba tan nerviosa... Quiero decir, había preparado ese plato decenas de veces. No había razón aparente para estar nerviosa.

Claro, a excepción de que esta vez lo estaba preparando para Tae.

No era como que Taeyeon nunca hubiese comido comida preparada por mí, digo, estábamos en la universidad, no era como que salieramos todos los días a comer o nos alimentáramos sólo a base de comida rápida y barata. Pero sí que era la primera vez que yo, Tiff, le preparaba algo a Tae, y sólo a Tae, para Tae.

Digo, obviamente yo también iba a comer, e incluso podía sobrar para el día siguiente; pero el foco principal de por qué comencé a cocinar, fue porque quise darle una sorpresa a Tae.

Ella no se encontraba en época de exámenes, pero la carrera que estudiaba nunca la dejaba estar precisamente tranquila o con espacios de descanso verdaderamente reparadores; menos con su auto exigida manera de pensar, por lo que estaba algo cansada durante esta cuarta semana de marzo, y por ello decidí prepararle una pequeña sorpresa.

Estaba algo emocionada porque pronto venía el primero de abril. Me encantaba presenciar día a día cómo nuestra relación avanzaba. Dicen que un viaje de mil pasos comienza con el primero, ¿no?

Serví los dos platos en la mesa, puse vasos y cubiertos, siendo acompañados de servilletas y condimentos que serían aplicados según el gusto de cada una.

La comida era bastante simple, de hecho. Por eso mismo me sentía algo estúpida por estar tan nerviosa; sólo le había preparado arroz blanco con carne al horno... Había acompañado esto de una ensalada de lechuga, tomate, aguacate, trozos de palmito y algo de zanahoria rayada por aquí y por allá, siendo que añadí condimento a mi preparación con un poco de limón y sal para que adquiriera sabor; y serví todo el conjunto en un gran cuenco con la finalidad de ser compartida por las dos.

Compañeras de PisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora