Sorpresa.

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Abrí la puerta de la casa sin soltar la mano de Tae.

La quería sólo para mí.

Aún así, después de que colgué las llaves en el gancho que teníamos al lado de la entrada y me despojé de mi chaqueta, no pude evitar lavarme las manos.

Pero después de secarlas, automáticamente aterrizaron en la cintura de Taeyeon.

Ella sonrió, reposando sus manos en mi hombros, acercándose a mí.

—¿La has pasado bien hoy? —le pregunté, sin poder borrar la sonrisa en mi rostro al verla.

Habíamos vuelto de ver las estrellas y llorar mucho como pareja.

Había sido, a su manera, muy terapéutico y unificante, además de, quizás, divertido.

—Sí —me respondió ella, con una enorme sonrisa—. La he pasado genial todo el tiempo, en realidad —me dijo, dándole un pequeño besito a la comisura de mis labios.

Sonreí y besé la comisura de sus labios también. Ella rio y lo hizo de nuevo, y yo seguí su juego, mientras que, aún tomada de su cintura, comencé a dar pasos hacia adelante, acorralándola suavemente contra una pared.

A ella se le escapó una risita, contagiándomela a mí. Pasó sus manos por mis hombros, recientemente descubiertos de mi chaqueta.

—¿Tienes frío? —me preguntó con preocupación, sin dejar de acariciarme. Yo negué, besando su frente—. Igual debería ir a buscar alguna sudadera más abrigada para ti... —sugirió—. Cuando nos marchamos de ahí hacía bastante frío...

Intentó caminar en dirección a la habitación, pero la retuve contra mí.

—Fany, déjame ir a buscar algo para abrigarte.

Me abracé a ella, reposando mi cabeza en su hombro.

—No. Quiero estar contigo.

Sonreí al sentir cómo reía debajo mío.

—Ya estás conmigo —respondió—. Es sólo ir y buscarte algo.

Negué antes de levantar mi cabeza de su hombro para toparme con su sonrisa.

—Yo no me pongo protector solar y tú no te abrigas. ¿Qué vamos a hacer a este paso, Fany? —me dijo, bromista—. Vamos a ser incapaces de sobrevivir un año si seguimos así: comiendo a base de helados y sin cuidarnos en lo absoluto.

Sonreí, negando con la cabeza, haciendo que su sonrisa creciera más, antes de acercarme a besar sus labios.

La quería tanto. La deseaba tanto. La amaba tanto.

Ella me devolvió suavemente el beso.

—¿Ahora puedo ir a buscarte algo para que te abrigues? —me preguntó sin dejar de sonreír, tomando mi rostro.

Negué, carcajeando al ver su expresión de molestia fingida.

—Después yo te tengo que hacer de enfermera —me reprochó, aunque no opuso resistencia a mis brazos tocando sensualmente sus costados.

—Pero no tengo frío —le respondí con la voz un poco ronca, antes de cubrir sus labios con los míos.

La deseaba tanto.

Ella me recibió abrazándose suavemente a mí, dejándose aprisionar por mi cuerpo.

Advertí cómo su respiración poco a poco se agitaba a medida que la besaba y acariciaba su cintura.

Me gustaba tener el control sobre ella tanto como me gustaba que ella lo tuviese sobre mí.

Mi tacto bajó por sus costados hasta llegar al dobladillo de su camiseta.

Compañeras de PisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora