Año 2034, la brecha fue cerrada;
los Kaijus derrotados y la humanidad salvada una vez más.
O eso pensabamos.
Contiene spoilers.
Contiene ligeros cambios respecto a la nueva película, todo con intención de adaptarlo a esto.
Solo falta una cosa, tal vez sea la más importante de todas. En este equipo hace falta un líder.
Muchos se han pensado que por tener la intención de reunirlos para trabajar seré yo quien les mande. Están muy equivocados.
- Mis dotes de líder son nulas.-
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- Al menos estamos de acuerdo en algo.- opina Nate mientras lee las notas sobre el trabajo que vamos a realizar.
-Muy amable...- respondo fulminándole con la mirada, este en cambio continua impasible leyendo. - Por ello vamos en dirección a reclutar al mejor mariscal posible de la historia.-
- El mejor mariscal de la historia fue su padre.- opina nueva nuevamente Nate.
- Ya, pero necesitamos que esté vivo.- añado inconscientemente. - Mierda, lo siento Jake.-
Ahora es Jake quien me fulmina con la mirada aunque tras ella me añade una bonita sonrisa.
Nuestro último destino de reclutamiento es Roma o mejor dicho "Nueva Roma"; esta fue una de las pocas ciudades grandemente afectadas por los kaijus y los robots una vez se abrieron las 32 brechas hace ya 3 años. Prácticamente todo quedó destruido. Miles de vidas fueron perdidas y la gran mayoría después de la catástrofe migró hacia el interior.
Sin duda aún es muy visible como hizo mella el ataque pues aun la mitad de la ciudad está derrumbada y no parece que vayan a reconstruirla en mucho tiempo.
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-¿Al menos tienes la menor idea de donde debemos ir?- pregunta Jake bajando unas infinitas escaleras completamente agotado.
Él es una de las pocas personas que he visto varias veces durante estos últimos años de "jubilación". No es solo una persona a la que puedes pedirle ayuda o consejo sobre trabajo sino que aunque parezca mentira, es una de las pocas personas con las que puedes hablar de casi todo y profundamente. Entre otras cosas.
Me detengo frente a una casa de muchas, una con una puerta azul oscuro y una placa metálica donde está grabado el número 15. Miro hacia arriba, el viento fresco acaricia mi rostro; finalmente con dos golpes secos llamo. No tarda mucho en abrirme.
