18. distante

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Kim Junmyeon tenía una mansión espléndida con una piscina interior, una bodega con los mejores vinos del mundo, un enorme salón de baile con gigantescas arañas de cristal que colgaban de un altísimo techo y lo más selecto de la sociedad bailando al son de un cuarteto de jazz.

Jongdae respondía distraídamente a las felicitaciones que le prodigaban todos.

Le apreté el brazo mientras nos dirigíamos hacia al guardarropa.

–Lo siento –le susurré.

–Yo siento haber intentado ayudarte.

–No debería haberte mentido –me mordí el labio inferior–. Pero hoy ha pasado algo que deberías...

–Ahórrate las excusas –me espetó él–. Por esto termino las aventuras después de unas cuantas semanas. ¡Antes de que empiecen las mentiras!

–¿Estás diciendo que vas a romper conmigo solo porque no fui a las pruebas?

–Porque me mentiste –aclaró él en voz baja, echando fuego por los ojos–. Me importa un bledo lo que hagas. Si no quieres ser actriz, por mí puedes ser dependienta, niñera o secretaria. O quedarte en casa y no mover un dedo. Pero sin ocultar la verdad.

–Es duro presentarte a una prueba y sufrir un rechazo tras otro –argüí con voz ahogada–. Aquí no tengo amigos ni contactos.

–¿Desearías estar en Los Ángeles? ¿Es eso lo que estás diciendo?

Su expresión era tan hostil que no sabía qué decirle.

–Sí, quiero decir, no...

–Si quieres irte, vete.

Sentí un escalofrío por todo el cuerpo. Jongdae se giró y salió del guardarropa.

–¡Jongdae! –exclamó una voz exageradamente melosa. Alcé la mirada y vi a la esposa de Junmyeon acercándose–. Y Diana. Qué agradable sorpresa.

Me miró de arriba abajo y a mí me ardieron las mejillas. El vestido de cóctel que tan atrevido y sexy me había parecido se convirtió en una bolsa de basura pegada a mi regordeta figura, especialmente comparado con el elegante vestido gris que cubría la extrema delgadez de ella.

–Qué... bien que sigas con nosotros –añadió con una radiante sonrisa.

A partir de ahí todo fue cuesta abajo. Yo no encajaba en el mundo de Jongdae. Me sentía insegura y desubicada. Agarrada a su brazo, me pegaba a él patéticamente mientras Jongdae brindaba con otros hombres e intercambiaba mordaces comentarios con su primo.

Intenté participar en las conversaciones y fingir que no tenía el corazón roto. Pero Jongdae se comportaba como si yo no estuviera, y al final mi orgullo no pudo soportarlo.

–Discúlpame –murmuré, soltándole el brazo–. Necesito una copa.

–Yo te la traigo –dijo él cortésmente, como si hablara con una desconocida.

–No. Tengo que hablar con alguien.

¿Fue alivio lo que vi en sus ojos al alejarme?

La esposa de Junmyeon y sus amigas estaban junto a la pista de baile.

Me giré y fui hacia la mesa del bufé. Al menos allí sabía qué hacer. Agarré un plato y lo llené de pan, queso y galletas saladas.

¿Qué sentido tenía decirle a Jongdae que estaba embarazada si él ya estaba buscando excusas para acabar la relación?

–Esto no durará –ella estaba detrás de mí, con dos de sus amigas.

–¿Cómo dices?

–No le hagas caso –dijo una de sus amigas–. No está acostumbrada a ver a Jongdae con novia.

–Yo no diría que soy su novia.

–Y entonces, ¿qué eres?

–Su fisioterapeuta.

Todas me miraron y rompieron a reír.

–¿Así es como lo llaman ahora? –preguntó una de ellas.

–Es cierto. Jongdae tuvo un accidente de coche en septiembre...

–Sí, eso es verdad –afirmó la esposa de Junmyeon. Sus pulseras de diamantes repiquetearon al levantar la mano–. ¿No te preocupa todo eso?

–¿El qué?

–El accidente de Jongdae –suspiró–. Estaba enamorado de aquella criada que trabajaba en una casa vecina –me miró con desprecio–. Se parecía mucho a ti. Cuando se quedó embarazada, Jongdae la ayudó a marcharse de Londres y estuvieron un año viajando por todo el mundo. Pero, cuando a ella se le presentó la ocasión de casarse con el padre del bebé, abandonó a Jongdae sin pensárselo.

–El otro hombre era un duque español –añadió una de las amigas.

–Jongdae intentó chantajearla para que abandonara a su marido... y a su hijo. Por suerte, el coche se salió de la carretera. Pero, si el duque hubiera presentado cargos, Jongdae habría acabado en la cárcel –sacudió la cabeza–. Debería estar cumpliendo condena y no ocupando el lugar de Junmyeon en la empresa.

–Todo eso ya lo sé –dije, pero por dentro estaba temblando–. Y te equivocas. Fueran cuales fueran los errores que cometió en el pasado, se merece estar al frente de Kim Global. Él nunca hundiría un trato de millones de libras como ha intentado hacer su primo. Es el doble de hombre que tu marido.

Thunder - ChenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora