21. somos una familia

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-Otra vez aquí fuera?

Levanté la mirada y sonreí al ver a mi padrastro ante las buganvillas del jardín.

–Tenía la mañana libre. Kyungsoo pasará a recogerme dentro de una hora.

–Siempre tan ocupada –Howard soltó un exagerado suspiro–. Tendría que haberte convertido en una zombi cuando tuve la ocasión.

–Lo siento –ensanché mi sonrisa–. Ahora tendrás que hablarlo con mi agente.

La serie web había sido todo un éxito. En solo cuatro meses y medio me había convertido en una actriz de verdad. No era una estrella de cine como Madison, ni remotamente, pero ya había participado en anuncios y en varias series de televisión. A veces era divertido y otras, tremendamente aburrido. No era el maravilloso sueño que me había imaginado, pero al menos me mantenía ocupada después de haber abandonado mi verdadero sueño en Londres.

–Debe de ser muy duro ser tan popular –comentó Howard, y miró alrededor con una sonrisa en su bronceado y arrugado rostro–. Has hecho que el jardín vuelva a la vida. Igual que lo tenía Hannah.

–Gracias –me quité los guantes y observé las rosas rojas y amarillas.

Con mi barriga de siete meses tenía que sujetarme para no perder el equilibrio. Desde mi regreso a California había ocupado la habitación de mi infancia en casa de Howard, una lujosa mansión en Beverly Hills. Cuando no estaba trabajando me dedicaba al jardín de mi madre.

En abril disfrutaba con el sol, pero a finales de julio agradecía estar a la sombra.

–Gracias por dejar que me quede tanto tiempo –le dije a mi padrastro–. Cuando te dije que venía a visitarte no sospechabas que me instalaría de manera permanente –añadí, medio en broma medio en serio.

–Escucha –me puso la mano en el hombro–. Cada día que pasas aquí, con un nieto en camino, es una bendición –miró las rosas con nostalgia–. Has empezado una nueva carrera y una nueva vida. Tu madre se habría alegrado muchísimo y habría estado orgullosa de ti, Diana.

–Gracias, Howard –dije con un nudo en la garganta. Me resultaba curioso que no siempre me hubiera gustado Howard.

Al principio no quería que nadie sustituyera a mi padre, y los dos hombres no podrían ser más diferentes. Mi padre era tranquilo, estudioso y atento. Howard Lowe era mucho más deslenguado y vocinglero y no tenía problemas en gritar, especialmente a los actores, o empezar una pelea. Pero a pesar de su temperamento había amado a mi madre más que a su vida y a mí me había acogido desde el primer momento, cuando yo era una niña de once años, triste, aplicada e introvertida, todo lo contrario que su hija, Madison.

Tragué saliva y contemplé las flores exóticas que crecían bajo los cipreses, pinos y palmeras.

–Has sido muy bueno conmigo, pero lamento que Madison te esté castigando con su silencio por mi culpa...

–Tendrá que superarlo. Somos una familia.

–Nunca me perdonará por haber arruinado su relación con Kyungsoo.

–Si fue tan fácil arruinarla, es que no era tan importante –me dio una palmadita en el brazo–. Me alegro de que estés aquí, Diana. No tengas prisa en marcharte, y menos con Kyungsoo. No me inspira mucha confianza un hombre que no sabe a qué hermana prefiere para casarse.

–¡Howard, tú sabes que Kyungsoo y yo solo somos amigos!

–Claro que lo sé, pero no creo que él lo sepa.

Suspiré. Después de rodar la serie web, Kyungsoo y yo habíamos salido juntos a menudo, cada vez que él tenía un hueco en el rodaje de su película. Tras el escándalo del último año los paparazzi nos seguían a todas partes, aunque solo estuviéramos tomando un café.

La semana anterior habíamos salido en todas las revistas del corazón: El triángulo amoroso de Madison Lowe, rezaba un titular. La hermanastra embarazada de Madison contraataca y vuelve con el padre del niño, Do Kyungsoo. Me había estremecido de horror al leerlo.

Demasiado para intentar evitar a los periodistas y mantener un silencio digno.

–Diles a todos que es mío –me había sugerido Kyungsoo–. Al fin y al cabo, lo será cuando nos hayamos casado.

–No vamos a casarnos, Kyungsoo. Solo somos amigos.

¿Pero él realmente lo aceptaba?

–El amor es un juego de tontos –le espeté a Howard.

Al darme cuenta de a quién estaba citando suspiré con irritación. Ya no amaba a Jongdae. Me había convertido en él.

–Está bien, está bien –me calmó Howard–. Sea lo que sea, yo me mantengo al margen. Pero no sé a qué acuerdo llegaste con el padre del bebé, ni por qué decidiste que sería un error contarle lo de tu embarazo.

–No quería que...

–Sí, ya sé que no te gusta hablar de ello. Pero escucha a la voz de la experiencia. La vida es corta y pasa en un santiamén. Aunque ese tipo sea un idiota, al menos se merece conocer a su hijo.

Me arrepentí de habérselo contado todo a Howard. Jongdae me hacía más feliz que nadie, pero él no quería ser feliz conmigo.

Una bandada de azulejos sobrevoló el jardín de mi madre y se elevó en el radiante cielo azul. Sentí un nudo en la garganta y aparté la mirada.

–Me dijo que no quería tener hijos. Le hice un favor al ocultárselo.

–La gente cambia. A veces para mejor. Merece tener la oportunidad...

–La tuvo, y me arrojó mi amor a la cara. No le daré la oportunidad de hacerle lo mismo a mi hija.

–Entiendo que te hizo daño –me miró fijamente a los ojos bajo el ardiente sol de California–. Pero acepta un consejo de este viejo que te quiere. Aprovecha la oportunidad que te brinde el amor cuando se presente. Ahora crees que habrá muchas oportunidades, pero no es así –se le trabó la voz–. Tú lo sabías, antes de que él te volviera dura y cínica. Cuando pienso en lo dulce y encantadora que eras me entran ganas de partirle la cara a Kim Jongdae –frunció el ceño en una mueca feroz–. Si me tropiezo alguna vez con él...

Thunder - ChenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora