6. ni siquiera con Kyung Soo

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La advertencia llegó demasiado tarde.

Abrí la página y vi una foto de Madison sobre una alfombra roja, sonriente y deslumbrante con un vestido de lentejuelas mientras acudía al estreno de su última película en Leicester Square.

Junto a ella, un poco por detrás y vestido con un esmoquin, estaba Kyungsoo.

–Oh –solté un gemido que sonó como un resoplido ahogado.

Algo me agarró de la mano. Parpadeé con fuerza y vi que era la mano de Jongdae.

¿Estaba intentando consolarme?

Me la soltó con brusquedad y miró la foto con una ceja arqueada.

–Parece un pato almidonado. O un perrito faldero de la mano de su ama.

–Te equivocas –dije yo inconscientemente, pero al mirar con más atención vi que Jongdae tenía razón: Kyungsoo parecía un accesorio más que un hombre, dejando que Madison lo arrastrara tras ella.

–Y esa sonrisa llena de dientes –continuó Jongdae–. ¿Cuánto pagó por su dentadura?

–¡Su sonrisa es preciosa! –protesté.

–Tanto blanco hace daño a la vista –se cubrió los ojos un momento–. Nunca había visto nada tan falso.

–¡Cállate!

–Ah, sí. Había olvidado que es el hombre de tus sueños –se recostó en la silla y tomó un sorbo de té–. Mira adónde te ha llevado el amor.

Por milésima vez pensé en la mujer que le había roto el corazón en España.

¿Qué había tenido de especial para que Jongdae perdiera la cabeza por ella e intentara secuestrarla?

Volví a mirar la foto de mi hermanastra y Kyungsoo, sonriéndoles a la cámara.

«Mira adónde te ha llevado el amor».

–Volvamos al trabajo –dije con firmeza–. A menos que necesites descansar más...

La taza de Jongdae se posó ruidosamente en el platillo.

–Estoy listo desde hace diez minutos –sus ojos brillaban–. Te estaba esperando a ti.

Una hora más tarde, estaba caminando sobre la cinta a poca velocidad.

–Esto es muy aburrido –se quejó.

–Así está bien –insistí yo.

–Si sigo así me voy a dormir –aumentó la velocidad de la cinta.

–¡No! –exclamé, pero él la aumentó aún más–. ¡Te vas a matar! –se me abrieron los ojos como platos al observar a aquel hombre que a principios de noviembre caminaba con un bastón. Nunca había visto a nadie progresar tan rápidamente como a Jongdae–. Es increíble – murmuré, sin darme cuenta de que hablaba en voz baja–. Quiero decir...

–Te he oído perfectamente –sin dejar de trotar, giró la cabeza para dedicarme una sonrisa triunfal–. Estás maravillada, fascinada, deslumbrada con mi fuerza y poder. En estos momentos desearías poder darme un beso de película...

–¡No es verdad! –protesté indignada, sintiendo que me ardían las mejillas.

–Lo veo en tu cara –sonrió aún más–. «Oh, Jongdae» –me imitó con voz de falsete–. «Eres increíble. Mi héroe...».

No pudo terminar la frase porque se le torció el tobillo y se dio de bruces contra la cinta. Un segundo después, yo estaba arrodillada a su lado.

Thunder - ChenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora