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El sol ya había desaparecido para dejar paso a la oscuridad de la noche, una oscuridad que no estaba completa, pues las estrellas y la luna eran las encargadas de proporcionar pequeñas motitas luz que se colaban por las rendijas de las persianas. El sonido de los goteros y los pitidos de las máquinas de la habitación resonaban estruendosamente en mis oídos. Mi vista estaba fija en el niño que había sido atropellado este mediodía. Recuerdo a Soora, una agitada loba, venir corriendo como alma que lleva el diablo hacia el mercado del lugar de los omegas. Me encontró ahí, atendiendo como podía a una señora que quería unas bonitas telas para confeccionarse unas cortinas que hicieran juego con la colcha de la cama de su hija, y yo, como un ser que quería servir de ayuda en una manada que no conocía, sonreía y le explicaba las mismas vagas respuestas que había escuchado de pasada a Betany, la dueña del puesto.

La imagen de Soora disculpándose con la señora mientras me cogía del brazo y me arrastraba, con una fuerza que me pilló de sorpresa, me causó gracia. Parecía sacada de una de esas series televisivas que mis oídos habían escuchado en algunos momentos solitarios en el infierno que solía llamar hogar. Mi cabeza podía reproducir varios posibles diálogos para hacer de ese momento uno cómico, pero las prisas de la situación y la gravedad de esta no fue explicada hasta que no tuve enfrente de mí al niño, que ahora descansaba delante de mí, tirado en ese camino de piedras totalmente inconsciente.

Pregunté a una de las muchas personas, que estaban presenciando aquella escena, si habían movido algún músculo al niño. Mi cara de sorpresa y miedo al saber que su madre en un momento desesperado lo había zarandeado y medio incorporando para que respondiera a algún estímulo me hizo estremecer. No la culpo, yo en su lugar, si fuera madre, hubiera hecho lo mismo. Ver delante de tus propios ojos como la vida de tu hijo parece escaparse de sus manos no es nada fácil, sobretodo si sientes esa impotencia de querer hacer algo para ayudarlo e ir viendo que pasan los minutos y todo lo que has intentado no parece funcionar. Entonces la desesperación toma el control completo y nos hace hacer cosas que no queremos.

Podía sentir como el lobo de la desolada madre comenzaba a sollozar por la iminnente pérdida de su cachorro. Ví en sus ojos aquel brillo de resignación, aceptando que su hijo no volvería.

— Se va a poner bien, ya verás que se va a poner bien— no hacia más que repetir las mismas palabras a ese hombre que había sido el valiente de retirarla de la escena, lo suficiente para que nosotros tomaramos su lugar.

Cuando me agaché junto al pequeño cuerpo me creí morir. Un pequeño cachorro, demasiado frágil para ojos de todos y necesitado de protección, se estaba yendo por un desafortunado incidente. Las voces a mi alrededor se agaloparon en mis oídos impiendo cualquier reacción. Mis ojos solo contemplaban el cuerpo de ese cachorro, tendido inherte en el suelo, con varias gotas de sangre sobre su rostro. Tomé una respiración y volví en mí, podía hacerlo, era consciente, ya lo había hecho más veces, pero la inesperada situación habían hecho que tanto mi loba como yo entraramos en un breve estado de shock.

No podía ni quería ver como algo tan pequeño se iba.

Sentí sus pulsaciones, muy débiles pero estaban ahí. Actué rápido y decidida. Preguntas salían de mis labios con la misión de informarme que situación me podía encontrar una vez salvara a este cachorro.

Por que él iba a estar bien, yo me iba a encargar de eso.

Alivio y desesperación me recorrieron cuando supe que este pequeñin ya había sufrido su primera transformación. Eso me garantizaba que se iba a recuperar, pero yo debía de actuar con celeridad si quería que no quedaran resquicios de este accidente en el futuro del chico.

Por que sentía que de mí dependía su futuro. Un futuro que quería que viviera plenamente. Sin sufrimientos.

Lo inmovilizamos con lo poco que había en aquel todoterreno que me había llevado hasta ese trecho del camino. Lo subimos rápido y llegamos hasta esta pequeña casita a un lado de la gran mansión. Lo dejamos con cuidado en una de las camas de metal que se utilizaban para operaciones puntuales. Procedí al reconocimiento de sus huesos. Su pierna derecha estaba fracturada y una de sus vértebras torácicas se había descolocado, pero, como había supuesto, este ya se estaba recuperando. Los pocos conocimientos en medicina que me había proporcionado la señora Lee me habían enseñando que los niños tenían esa tendencia a sanar más rápido que un adulto, debido a que todavía están en crecimiento y sus huesos están todavía en la fase de formación. Eso es bueno, pero también su talón de aquiles. Por esas rápidas curaciones los huesos tendían a repararse de mala manera causando lesiones visibles a lo largo de la fase de crecimiento del cachorro.

Nightmare- JJK (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora