Nightmare- JJK (Omegaverse)

13

*Antes de que empeceís a leer el capítulo, tengo que avisar de que en este hay escenas fuertes y explícitas. Asi que, si sois muy sensibles podeís saltar hasta que termine la letra cursiva. Leerlo queda bajo vuestra responsabilidad. Gracias, y disfrutad el capítulo*

Mis pies se movían rápidos por las entrañas de aquel bosque. Huía. Huía para proteger mi vida, y me desesperaba porque parecía no avanzar.  Llegué a un claro, amplio y brillante, pero a la vez oscuro y tétrico. El lugar donde mis pesadillas y mis mayores temores se hicieron realidad. Me volví a esconder en el mismo arbusto, ilusa de mí. Volvía a ser esa adolescente recién nombrada de 16 años. Estaba temblando, el miedo se había apoderado de mí. Escuché sus pasos, ya había llegado al sitio donde me violaría. Sabía que venía a continuación, y aunque no lo quisiera aceptar, estaba lista para revivirlo.

Había aceptado que mi destino era ese, no había opción, no tenía opción.

Me cogió en volandas y me lanzó hacia ese tronco donde mi espalda colisionó la primera vez. El dolor no fue tan intenso como en aquel entonces, en cierto modo, ya me había preparado mentalmente para el impacto de mi espalda con la dura madera de ese tronco. Estaba en el suelo, no me movía, sabía que él venía hacia a mí con un propósito.

Destrozarme la vida.

Me alzó como esa vez. Me obligó a mirarle a los ojos. Amarillo. Lo estaba disfrutando, le gustaba hacerme sufrir, le gustaba el miedo que me producía, le encantaba tenerme temblando bajo sus manos.

Amaba el poder.

Volví a sentir el impacto contra el suelo de nuevo. Ya se había posicionado encima de mí y me estaba tocando. Primero arrancó la camiseta, ya raída, dejando mi sostén al aire, luego prosiguió con mi parte inferior.

Ya estaba desnuda, ya no había vuelta atrás, nunca hubo vuelta atrás.

Un pecho, una pierna, mi vagina. Fue tocando todo cuanto quiso y más. Yo no hablaba, no suplicaba, me dejaba hacer como una muñeca de trapo. Había aprendido que gritar no iba a servir de nada, malgastar fuerzas, luchar porque alguien me escuchara era inútil, sabiendo que hiciera lo que hiciera él iba a tomarme por la fuerza.

Iba a ser violada y lo había aceptado.

El amarillo se reflejó en mis iris oscuros. Aquella imagen que proyectaba eran mis expresiones grabadas a fuego en el momento real de la acción. Podía ver mi expresión de horror, escuchar mis súplicas, mis forcejeos por evitar lo inevitable. Pude ver, como si se tratase de un corto a cámara lenta, como el bajaba su rostro a mi cuello, olfateándome y deleitándose con mi olor. Escuché de nuevo sus palabras antes de penetrarme fuerte, desgarrándome por dentro.

— Me encanta tu olor lobita— el amarillo de sus ojos delataba su excitación.

No me quejé. No servía de nada hacerlo. Ya había sentido los golpes, todos y cada uno de ellos como si fuera el primero. El escozor, el impacto, la sangre en mi rostro. Todo estaba reflejado en el amarillo.

El amarillo era el culpable de todo.

Había cerrado los ojos, no quería ver la misma escena de siempre, no de nuevo. Me dejaba hacer, lamentablemente aquel era mi destino y no podía hacer nada. Impotencia, rabia, tristeza, toda clase de sentimientos se habían aglutinado en mi interior.

Y ya no sentía nada. Estaba vacía por dentro.

Un tirón me hizo abrir los ojos de nuevo. Estaba sola. No había nadie a mi alrededor. El amarillo se había ido y me encontraba sola en el claro. Desnuda, magullada y rota por dentro. Miré hacia mis piernas. Estaba toda ensangrentada. Rastros de sangre seca corrían por mis piernas y yo no hacía nada más que ver aquello sin expresión en mi rostro, esperando unas lágrimas que nunca llegaron. Me puse en pie, sintiendo como las piernas temblaban ante aquel acto osado por mi parte. No sentía a mi loba conmigo, estaba alejada a todo, dando la espalda al mundo y llorando en silencio mientras se repartía lametones lastimeros en una de sus patas, como cuando un cachorro se clava una astilla y piensa que lamiéndose aliviará el dolor. Había dejado de ser aquella niña feliz, con un futuro por delante, a ser un ser sin vida, asemejada a un muerto.