Capítulo 1: Desconcierto

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Mi cuerpo estaba tendido en el suelo. Inmóvil y confundible con la oscuridad que se aferraba a evitar el paso de la luz.

Poco a poco, se formaba un leve brillo sobre el techo, dejando al descubierto una claraboya que apenas se distinguía entre la penumbra de la habitación.

Mi visión se adaptaba con lentitud a la tenue iluminación, mi cuerpo se sentía algo tieso, como el de alguien que ha llevado horas en una posición encorvada y que ahora no puede estirar bien sus extremidades. Mi cabeza me dolía horrible, tenía punzadas en la sien, mis parpados me pesaban un poco, mis labios se sentían rasposos, al igual que mi garganta. Me incorporé como pude y miré mi alrededor, solo había un celular en el centro, justo debajo del traga luz. Este era un Smartphone, no tenía marca alguna y se veía nuevo.

Repasé la habitación con mis ojos, no había nada, ni ventanas. Tan solo una puerta de metal, por la que se podían apreciar estelas de luz que pasaban por debajo de esta.

Tambaleante, caminé hacia esta y la abrí con cuidado, aun el dolor no me abandonaba, sentía que en cualquier momento me estallaría la cabeza, más nunca sucedió. Lo primero que vi, fue el Sol levantándose imponente, dando luz a las casas y edificios que estaban frente a mí.

Di unos pasos hacia el frente y giraba mi cabeza con curiosidad a los alrededores. Había algo extraño en esa ciudad, una cosa que me llenaba de inquietud, pero no sabía qué era exactamente.

Me di media vuelta para ver la casa en donde desperté. Era una vivienda que solo contaba con un característico color negro que la cubría por completo. Era pequeña y parecía estar hecha de concreto en su totalidad, exceptuando la claraboya y la puerta de metal.

Ya no le tome importancia y comencé mi recorrido por la ciudad.

¿Recuerdan esa inquietud de la que les hablé? Bueno, ahora veo porqué: No hay nadie en este lugar, aparte de mí. Las calles están repletas de autos sin dueños, los locales, súper mercados y tiendas están abiertas, pero nadie está en caja.

Ya he abierto varias casas y entré con la esperanza de que hubiera alguien, tan siquiera un perro en la entrada. Sin embargo, no había, ni una sola alma.

Salí de nuevo a la calle y caminé hasta el centro de la ciudad. En este se encontraba un parque con una estatua en el centro, creo que era una copia de una escultura llamada "La Piedad", hecha por Miguel Ángel en el Renacimiento.

"¡Wow! Se me quedó algo de las clases de historia."

Llegué al parque con cierta agitación, a esta hora era común ver a las palomas descender de sus nidos hacia los caminos de concreto, en los que se les arrojaban maíz. Ahora solo hay soledad, la nada absoluta, como si de pronto todo ser vivo hubiese desaparecido.

Intenté mantener la calma, pensé rápido en la posibilidad de que media ciudad estuviese concentrada en algún punto de reunión. Eso explicaría por qué todos los locales estaban sin seguridad alguna, puede que hayan dejado los autos ahí por querer escapar de algún peligro que se avecinaba.

Ahora que recapacito, ¿Qué hacía yo en aquella casa?, ¿Por qué no había nadie conmigo?, ¿Dónde estarán los demás?

-¡Hola! ¿Hay alguien por ahí?- Gritaba con estruendo, esperando una respuesta que nunca llegó.

De pronto, un leve movimiento hizo que volteara a mi derecha. Una caja, con un paracaídas, había aparecido de la nada, caía levemente sobre el asfalto, del otro lado de donde yo me encontraba.

Me quedé observándola con total atención y curiosidad, como si viera a una hermosa chica pasar. Las dudas inundaban mi cabeza y sensaciones movían ligeramente mi cuerpo, el cual estaba apuntando hacia el misterioso objeto. Miré hacia el cielo, con la esperanza de divisar algún avión, o por lo menos alguna estela de humo que indicara el pasar de este. Sin embargo, solo pude observar las nubes que se movían ligeramente hacia una dirección en especial: El Sol.

Parecía que este día iba a ponerse más tétrico de lo que me gustaría. Las nubes estaban grises y había centenares de estas que se dirigían hacia el cuerpo luminoso, cual metales atraídos por un imán potente.

Volví a mirar en la dirección de la caja y, aun con las dudas en mi cabeza, caminé tranquilamente hacia donde aterrizó. Llegué despacio y comencé a rodearla, dándome cuenta que, de donde quiera que haya caído, debe contener algo muy importante. La caja estaba hecha de algún tipo de metal, sus dimensiones eran comparables con las de una persona adulta en altura y tres metros de largo.

"Tal vez alguien se encuentre ahí encerrado." Pensé.

Noté que la caja tenía una manivela pegada a un costado. Dejando que mi curiosidad me consumiera, la giré, ocasionando que unos mecanismos hicieran ruidos extraños dentro del contenedor.

La verdad, tenía muchas ganas de saber qué era lo que había en esta. Me imaginaba algún tipo de traje robótico, tipo Iron Man; ojalá un arma de destrucción masiva que se había caído de una nave militar, un robot, un montón de dinero o tal vez una hermosa chica. Mis pensamientos infantiles rondaban desde lo absurdo, hasta lo completamente imposible. Pero, ¿Qué esperaban de un chico de 14 años? Obviamente tengo cierta cordura, aunque soñar no cuesta nada.

Antes de que me diera cuenta, la cara de la caja, en donde estaba la manivela, comenzó a abrirse despacio, casi como no queriendo.

Mis ojos se agrandaron aún más de lo que ya estaban, giré mi cabeza intentando distinguir lo que había ahí adentro, sin tener éxito alguno. Ya estando abierta, lo primero que noté fue una nota que estaba sujetada por dos hilos que salían de la parte superior e inferior de la caja. Me acerqué con un poco de miedo, pensando en que esto puede ser una trampa. Puede que, una vez que me acerque, una criatura saltará sobre mí, dándome el susto de mi vida. Ya sé: A buena hora se me vino a ocurrir tales cosas.

Con mano temblorosa, tomé la nota y la aparté, rezando que no se me quedara prensada entre las mandíbulas de alguna cosa, ni que una especia de arma extraña saliera de la nada y me acribillara. Al momento de quitar la nota, lo único que pasó fue que los hilos se rompieran y activaran un mecanismo que iluminó el interior de la caja.

-¡Puta...madre!- Exclamé pausado y boquiabierto por lo que veía en el interior.

Lámparas a los alrededores, como aquella habitación de los láseres en la película de Resident Evil 1, iluminaban un cuaderno en el centro, junto con un cuervo que estaba inmutable, sosteniendo una cadena con el pico.

La desilusión se hacía notoria en mi semblante. Nunca creí que necesitaran una caja de este tamaño solo para guardar la mascota de alguien.

"Tal vez pertenece a un millonario que no tiene en que más gastarse el dinero." Dije entre mí.

La nota aún estaba entre mis dedos, siendo sujetada con tal ligereza, que hasta la más leve brisa me la podría haber arrebatado. Decidí leerla:

"EL CALVARIO QUE AJUSTICIA AL CORRECTO ES SOLO EL PERDÓN MERECIDO POR AQUEL QUE VUELA CON SANGRE ENTRE SUS PLUMAS.

DE DÍA SUEÑO CON BAILAR CONTIGO, MÁS ME HE DE CONFORMAR CON JUGAR AJEDREZ DURANTE LA PENUMBRA DEL ATARDECER, ESPERANDO A QUE MIS PEONES DEJEN DE LLORAR GOTAS CARMESÍ QUE ENVENENAN EL EDÉN.

EL CUERVO SABE MÁS QUE EL LOBO Y LA OVEJA, POR ESO FUE DESTERRADO DE LA CUEVA, LLEVÁNDOSE A SU FLOR.

MIS SUPLICAS SON SOLO ECOS INENTENDIBLES ANTE EL REAL.

SOLO EXISTE EL NEGRO Y EL BLANCO EN MI MUNDO.

EL OCASO DE MI EXISTENCIA LLEGA Y NO SÉ LA RAZÓN DE TU MIEDO AL PERDER A LA FLOR, SI JAMÁS HA SIDO TUYA.

EL ACTO DEL PEQUEÑO DEBE COMENZAR, PARA QUE EL GRANDE SE REGOCIJE ANTE SU FRUTO MALDITO. COMO PRIMER ACTO, LA PREGUNTA AL PÚBLICO ES: ¿QUIÉN ERES?"

Terminé de leer la nota. No le veía sentido a la mayoría de las oraciones, parecían ser escritas al azar. Esto solo me confirma que un millonario loco está detrás de todo esto.

-Jeje, "¿Quién eres?"- Me mofé sobre la forma en que estaba estructurada la pregunta- Pues yo soy...- Orgulloso miré al cuervo, pero temeroso agaché la mirada al quedarme corto en mi oración- ¿Quién soy?- Pregunté en un susurro casi inaudible.

La migraña comenzó de nuevo.

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