Capítulo 18: El Verdadero Cazador Parte 1

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Día 14:

Miro por la ventana, inmutable y melancólico, esperando divisar alguna señal de vida, mas no consiguiendo los resultados esperados. Toda la noche planificando mi movimiento y ahora toca realizarlo. De entre todos los lugares posibles, de las miles de maneras en las que pude manejar la situación, decidí dirigirme al lugar menos seguro, pero a la vez el que se puede utilizar como fortaleza: El museo. Puede que se pregunten por qué lo elijo, que puedo refugiarme en las alturas de varios edificios y así no ser encontrado, sin embargo, vivir escondiéndose es algo que he llevado haciendo desde hacía tiempo, y uno no puede esperar diferentes resultados utilizando el mismo procedimiento. Ya sé: Me escucho como Alejandro, pero es esto o vivir escondido por toda la vida. Pienso en tenderles una trampa, utilizándome como cebo, puesto que el museo al ser un lugar muy espacioso, crea un eco que puede hacer evidente hasta el latir de mi corazón. Por lo que pude conocer de ellos, su momento de atacar es cuando su presa está atrapada totalmente. Con esto en mente, si ellos escuchan un ruido fuera de lo común en un lugar así, puede que intenten entrar y yo los estaré esperando. Suena estúpido y quizás muera, mas sé que es el riesgo que cualquiera de nosotros corre al tomar el rol del cazador.

Pocas cosas llevo conmigo, tan solo 2 latas de comida, 3 botellas de agua, 2 cuchillos, las 4 estacas, los 2 guantes puestos, la lámpara, la pistola, 3 balas, mi diario y la capa que me dio Alejandro. Salgo en silencio de mi refugio, hacia el museo que antes había marcado en el croquis. Este no se diferenciaba del típico con escaleras de frente y una fachada que recordaba a un templo griego. Entré por la gran puerta de madera, encontrándome de primera con que es de un solo departamento, tiene columnas por dentro que llegan hasta el techo, el blanco abunda en las paredes, de las que cuelgan cuadros de diferentes personas. No hay esculturas, ni secciones, solo una gran habitación con cuadros colgados alrededor. No conozco bien todos los museos del mundo, pero creo que como mínimo debería de tener algún lugar donde reciban a los visitantes, pero lo único que llenaba el gran espacio entre las pinturas eran las columnas antes mencionadas. Cerré la puerta detrás de mí e inspeccioné los alrededores. Tal parece que solo hay una entrada y esa es la gran puerta de madera asemejada a la de una catedral. No hay ventanas, solo un gran traga luz en el techo. Hay 23 pinturas en total, cada una con la característica de tener a un hombre frente a un espejo que refleja a un gran perro negro de ojos rojos, con un cuervo sobre su cabeza que sostiene una cadena en el pico. Observo cada cuadro detenidamente, como queriendo encontrar algo donde no lo hay.

"¿Por qué estas personas se me hacen familiares?" Pregunto sin obtener respuestas.

Analizándolas detenidamente, puedo notar que los hombres tienen lágrimas carmesí bajando por sus mejillas y... ¡Uno de ellos es Demian! Pero, está sin su armadura, vestido con una túnica como si fuese un monje. Me siento en el suelo y miro detenidamente aquella pintura, sintiendo como si alguien me observara, mas nadie está arriba del museo, ni dentro, aparte de mí. Pensé en olvidarme de esa extraña sensación cerrando los ojos y meditando un poco... grave error.

No sabía dónde estaba, solo sé que no era en el museo, sino una dimensión completamente oscura, con una luz encima de un gran espejo frente a mí. De éste solo se reflejaba una silueta oscura en forma de perro, con ojos encendidos en un tono rojizo.

-¿Así que esto significa el sueño?- Pregunté después de un largo suspiro- Por eso Demian estaba en aquel museo, por eso los perros en aquel bosque y detrás de Alejandro: Ustedes son nuestro reflejo, en lo que nos hemos convertido al aceptar la Locura, un Hellhound. Tal y como había dicho el espantapájaros: "Todo lo que te construye será lo que maldecirás cuando sepas lo que has perdido." He perdido mi humanidad al igual que ellos, convirtiéndome en un perro que busca saciar su sed de sangre... Admito que es adictivo sentir su metálico sabor pasando por mi paladar, la calidez inundando mi boca y la sensación de placer que deja, como si satisfaciera alguna necesidad... El tatuaje es la cadena que el cuervo sostiene, aprisionándonos y dirigiéndonos. Sin embargo, ¿Por qué Alejandro dijo que ésta nos unía a la Flor?

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