Capítulo 15: Rosa de los Vientos Parte 3

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Mis ojos se abrieron como platos, sostenía el objeto metálico con sumo cuidado, como si estuviese sujetando una rosa cuyos pétalos se caen a cada momento. El objeto plateado estaba apilado sobre mi palma, parecía emitir una leve luz propia y me vi tentado a probármela: Era la cadena que el cuervo tenía en el pico cuando lo encontré en aquella caja. No era muy larga, puede que hasta me sirva como pulsera, pues no me imagino al cuervo con esto alrededor.

"Pruébatela."

Haciendo caso, rodee mi muñeca con esta y la abroché con algo de dificultad la cadena. Es difícil hacer las cosas con una mano, aunque hay cosas que no. Giraba mi brazo apreciando cómo la cadena estaba hecha a mi medida, no se corría mucho hacia atrás, ni tampoco ejercía presión en mi piel. Me hubiese gustado portarla en otra situación, mínimo que me hubiera duchado.

"Fue hecha con uno de los metales más resistentes, traído desde el Erde."

"¿Erde?" Ese nombre me sonaba conocido, como si fuese algún recuerdo atrapado en el maldito campo del olvido.

"Promesas, hijos de Caín, de Abel... Un augurio de paz les ha sido puesto, mas no saben que, así como para la oscuridad existe luz, para la paz existe la guerra. El HELLHOUND ha renacido, cual rosa blanca ha sido manchada de sangre hasta tornarse roja. El violín se inserta en esta prosa con notas de suplicas, ante el menester de la resurrección, puesto que los aullidos de ambos son un mal presagio."

La cabeza comenzó a dolerme y un pequeño ardor se sentía en mi muñeca. La cadena comenzaba a emanar un leve vapor invisible y mi piel comenzaba a cambiar de color a uno café oscuro. La sensación de dolor comenzó a hacerme reaccionar y un grito desesperado salió de mi boca. Con notable angustia, quise sacarme la esclava, pero el metal estaba al rojo vivo, derritiéndose junto con mi piel y carne, llegando hasta el hueso. El dolor se extendía por todo mi antebrazo y unas inmensas ganas de vomitar me invadían en ese instante. El metal fundido se mezclaba con el tenue color rojo de mi sangre, o eso pensé, pues esta era en realidad trozos de carne que pasaban sobre el metal y comenzaban a unirse, hasta que el brillo plateado no se volvió a ver. Sin embargo, la piel aún no se regeneraba y mi carne estaba expuesta al rojo vivo.

"¡Me hubiera avisado!" Le reclamaba al cuervo.

Sostenía con firmeza mi mano y atestiguaba cómo puntos morados y cafés se manifestaban en mi dorso y dedos, oscureciéndose a tal punto que mi piel estaba de un color negro, con textura rasposa y carne insensible al tacto. Mi mano derecha me temblaba y apretaba mis dientes, conteniendo la impotencia del momento.

De un momento a otro, el dolor desaparecía y el color oscuro bajaba desde la punta de mis dedos, para luego detenerse concentrado en mi dorso, en el que comenzaba a deformarse, creando un símbolo extraño, que poco a poco tomaba la forma de una rosa. Ésta abarcaba el dorso de mi mano, mientras que una pequeña frase aparecía debajo: "Tú y yo por siempre".

El dolor se desvanecía con notable rapidez, ya tenía movilidad en mi mano y al fin pude expresarme con total claridad:

"¡¿Qué mierda te pasa cuervo?! ¡El que me puedas matar y te la hagas de sabio no significa que yo sea tu puto juguete de tortura! ¡Si querías hacerme un tatuaje, hubiese bastado con un papel, plumón y desodorante!" Lo estaba matando de diversas maneras en mi mente, lo maldecía con cada uno de mis jadeos. Apenas me daba cuenta que mi corazón latía con notorio estruendo en mi pecho y estaba empapado en sudor.

Un pensamiento fugaz invadió mi cabeza, su tierna voz tranquilizaba mis pensamientos de furia que eran acompañados con un gruñido de fondo.

"¿Pero qué mierda? Ahora resulta que tengo un jodido perro en la cabeza".

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