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Hace dos días te despertaste con la nariz tapada y un poco de fiebre, no le diste mucha importancia. Pensaste que solo sería alguna alergia. Hoy te levantaste con la cabeza y el cuerpo doliendo. Tu nariz está tapada, el pecho congestionado y tus ojos llorosos. Te duelen los oídos y la garganta se siente como si hubieras tragado un cuchillo en algún momento de la noche. Te sentías como si fueras a morir.
- Buenos días mi amor- dice Freddie mientras cruza el pasillo de la sala.
Te atrae a su cuerpo para darte su habitual beso de buenos días. Al instante tu rostro cae y te ves tan herida, como si hubieran pateado a un cachorro frente a ti.
- Estoy enferma- tu nariz tapada hace que tu voz suene rara- No hay besos.
- ¿Qué? No, estás bien, solo son alergias- Él da un paso adelante y tú regresas al sofá.
- ¡Mariana!- reclama.
- Freddie, no- te pones tu playera de dormir sobre la cara y lo empujas con el pie.
- No puedes enfermarte- resopla y cruza los brazos sobre el pecho.
Él es tan lindo, haciendo pucheros por no poder besarte, como si no lo hubiera hecho todas las mañanas durante los últimos ciento noventa y siete días. Incluso está usando tu sudadera favorita, rosa salmón con el interior súper suave. Es tu primera opción cuando le robas la ropa y definitivamente te encanta deslizar tus manos por la suave tela y dormirte con el.
- Te amo- sonríes, agarrando un pañuelo de la caja que se encuentra en la mesa de noche- Pero no hay besos- Freddie se da vuelta y vuelve a preparar su jugo para desayunar.
- No me voy a enfermar- se queja y tú giras los ojos.
Él sigue cortando frutas y verduras hasta que haya suficiente jugo para los dos y enciende la máquina.
- Sabes que el director nos matará a los dos si te enfermo en la gira. No seas tan caprichoso.
Las próximas horas pasan bastante rápido. Permaneces en tu sofá acurrucada debajo de dos mantas mientras Freddie se sienta de lado en el sillón reclinable como una silla frente a ti.
Hay un maratón de Percy Jackson en la televisión y sabes que Freddie se muere por abrazarte. Fueron las primeras películas que vieron juntos en su departamento el año pasado. Sabes que la nostalgia debe estar carcomiéndolo.
Tu mejor amiga, Ana, sale de su litera alrededor del mediodía y agarra una manzana. Los mira a los dos mientras cruza el pasillo de la cocina y ríe.
- ¿Qué está pasando aqui?
- ¿Qué?- preguntas mirándola.
Ella tiene líneas de almohada en la cara.
- ¿Están peleados o algo así?
- Sí- contesta Freddie. - No- suspiras y Ana levanta las cejas- Estoy enferma y Freddie no puede estar enfermo.
- Se niega a besarme- él pone mala cara.
Ana ríe de nuevo.
- ¡Amigo, no puedes enfermarte! ¿Recuerdas la última vez que te resfriaste? Tuvimos que darte un goteo intravenoso de medicamentos para que pudieras funcionar en las grabaciones. Nadie quiere volver a hacer esa mierda.
- Sí, como sea- se queja.
- ¿Estamos casi en Michigan?- Ana pregunta, inclinándose sobre ti y mirando por las cortinas.
- Se siente como si hubiéramos estado conduciendo por siempre.
- Casi. Falta otra hora, creo- contestas.
- Bueno, me voy a volver a dormir- Ana se da vuelta, tira el corazón de la manzana a la basura y regresa a las literas.
- Buena suerte con ese beso Freddie.
Él rueda los ojos y tu amiga solo se ríe.
Mueves tu cabeza hacia él y él abraza su almohada contra su pecho.
- ¡Tú!- le gritas.
- ¿Yo?
- Sí, tú. Deja de hacer pucheros.
- Entonces bésame.
Hechas tu cabeza hacia atrás y suspiras.
- ¡No puedo! ¿Qué no entiendes que no te puedes enfermar? ¿No entiendes la transferencia de gérmenes?
- Pero... Mariana.
Resoplas.
- ¿Qué?
- Deberías besarme porque soy tu bebé.
Te sientas y sacudes la cabeza.
- Eres la persona más llorona y dramática que he conocido, deja de ver tantas películas dramáticas.- ríes y él se sienta en su silla.
- Quizás podamos llegar a un acuerdo- propone con una sonrisa en su cara.
- ¿Sí? Que estás pensando.
- ¿Beso de mejilla?
- No.
Te pones de pie y pones la manta sobre tus hombros.
- Levántate.
Freddie está ansioso y espera que hagas el siguiente movimiento. Le indicas que se dé la vuelta y lo hace de espaldas a ti. Deslizas tus manos por su sudadera y le masajeas la espalda suavemente.
- No lo estás haciendo fácil- gruñe, dejando caer la cabeza hacia adelante.
- Oh, cállate.
Te inclinas y besas sus omóplatos. Él se queda quieto y tú le abrazas los brazos y le besas la espalda de nuevo.
- Creo que me gusta más este acuerdo.
Pones tu mejilla contra su hombro y depositas un beso pequeño.
