prólogo

212 12 1
                                    

El hombre está parado en frente del instituto. Se ha parado allí por los últimos dos años de su vida. Espera verla entrar y salir como siempre.
  Sabe por lo que la escuchó comentar a sus compañeras que hoy se recibe de profesora. Quiere estar con ella, aunque más no sea para mirarla.
  Cuando vuelve a mirar, la ve entrar de la mano de otra joven y se da cuenta que se perdió tanto de la mayor de sus hijas y mucho más de la más pequeña.
  Duda si seguirla o quedarse en el kiosco y esperar a que salga. Hoy tiene dudas de todo. Tiene miedo de la reacción que pueda tomar Lizbeth cuando lo vea. Teme que Mabel lo mande a pasear en cuanto se crucen las miradas.
  Cuando se decide ya han pasado unos diez minutos desde que su hija entró. Cruza la calle y entra mezclado entre la fila de gente que ingresa al establecimiento escolar. No desentona, pues cada cual va vestido de forma diferente y él no es la excepción.
  A lo lejos divisa a su ex esposa parada con un grupo de personas. Entre ellas se encuentran dos maestras que fueron de su hija cuando asistía al jardín de infantes. Aurora y Pomona cree que se llaman.
  Hay también familias de las otras jóvenes que esperan terminar la carrera ese día y en el aire se siente la expectación.
  De pronto la ve entre otras cinco muchachas. Ella sobresale por su altura y su pelo tan rizado como una birulana. Ese pelo que no acaricia desde hace dieciocho años.
  El hombre aguza el oído y escucha la charla que se está desarrollando entre las muchachas. Su objetivo de observación se separa junto a la chica con la que entró y se acercan sin mirar que están a un par de pasos de él y escucha más claramente lo que dicen:
--¿Qué vas a hacer Liz? ¿querés que te acompañe a sacar el pasaporte mañana o vas con tu vieja?
--Vamos Lili. Creo que es mejor que vayas conmigo. Mi mamá no me cree todavía. Supongo que la ficha le va a caer cuando me vea en el vuelo o en el crucero en caso de que me tomen para masajista.
  El espía da un salto ante estas palabras de su hija. Nunca se enteró de eso, pues nunca la escuchó hablar acerca de esto a ninguna de las chicas. No lo puede creer. No puede ser que su hija se vaya del país.
  No sabe mucho, pero sabe que para salir del país se necesita ese papel que se proponen ir a sacar.
  De pronto una voz anónima y autoritaria grita el que parece ser el apellido de Lili y Liz se queda sola otra chica se le acerca y empiezan a charlar:
--Nena no te vayas. No entiendo para que te rompiste el traste estudiando para que ahora dejes todo y salgas a rodar por el mundo.
--Luciana vos sabes que te quiero un montón y a tus nenas también. Pero estoy decidida. Es algo que resolví hace años y no voy a dar media vuelta ahora. Tengo margen de un semestre para arreglar todo y después me voy a viajar, a buscar suerte y quién sabe si encuentro el amor allá.
  De pronto la chica llamada Lili sale y el grito sale pronunciando el apellido Lejeoune y Liz corre temblando.
  Una media hora más tarde Lizbeth sale y las tres entran juntas. Quince minutos más tarde salen tres caras radiantes y el grupo de gente estalla en aplausos y aquí se presenta una escena de risa, llanto, besos, más risas y abrazos.
  Darío Lejeoune duda. Sabe que lo que es hoy no es más que el fantasma de la sombra de aquello que fue en tiempos de la infancia de la ahora profesora de educación especial.
  Da un par de pasos y se acerca al gran grupo que atrapa a las jóvenes docentes.
    La alarma la da Marizza, su hija más chica golpeando el hombro de Mabel. Las miradas de los tres se chocan y la chica de dieciocho años tira tanto odio por los ojos que el hombre da unos pasos retrocediendo.

Oportunidades en la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora