26 de diciembre.
La cena de la noche anterior había transcurrido sin incidentes. Liz se quedó todo el día de Navidad junto a Frank en el camarote.
El capitán había decidido salir el 26 temprano, para que la cena en honor a los nuevos huéspedes se pudiera realizar sin prisas. La muchacha había salido junto a Frank y se habían sentado en la mesa de los Sinclair. Se quedaron hasta el postre y luego, pidiendo disculpas se retiraron a su cuarto.
La mañana del 26 fueron despertados, como siempre, por Marcos. Esta vez era para invitarlos a desayunar con el resto del personal.
--María quiere tomar mate y pregunta si vos no tenés uno--.
--Decile que está en mi valija, en la más chica--. Dijo Liz, mientras el guía salía por la puerta. Se levantó y lo alcanzó antes que cerrara del todo y dijo:
--Vamos en un rato. Quiero que Frank pruebe el mate. Conseguí si podés unas galletas o algo. Tengo hambre--.
Cuando él se va, ella vuelve a la cama y comienza a vestirse. Luego se inclina y le toca el hombro al joven, que sigue dormido y dice:
--¿Quieres venir a desayunar conmigo? Las chicas y Marcos van a tomar mate y considerando que el mate es mío, creo que tengo derecho a usarlo y quería que lo pruebes--.
Frank abre los ojos y se estira, derribándola, mientras ella, con un pie en el aire, se pone un pantalón grueso. El joven tiene hambre y no tiene idea de qué rayos será Mate, pero le da curiosidad probarlo. Le besa la coronilla y dice, mientras se levanta:
--Está bien. Vamos a tomar ¿mate? --.
Se visten y salen tomados de la mano. Se dirigen al camarote de las chicas. Allí están reunidos Marcos, María, Alexandra y Mariana.
Cuando entran, los recibe una salva de aplausos y Alexandra comenta:
--¡Parece que los reyes vinieron a mezclarse con el pueblo! --.
Marcos ha traído las sillas de cubierta, pero solo entran dos en el reducido espacio que queda entre las literas. Las chicas colocaron todas las maletas en una de las camas de arriba, para tener más espacio en el suelo y Alexandra y Mariana están sentadas en la que fuera la cama de Liz y María y Marcos en la otra. María ha colocado la mesa de luz en medio y ya sostiene en la mano el mate. Marcos dice a Frank que se siente en una de las sillas y Liz se sienta en la que queda libre. Luego pregunta:
--¿Quién seba? --.
María es designada para hacerlo y Marcos dice:
--Vos sos la mejor Mary, por ser misionera, tenés que hacer unos mates espectaculares--.
Frank sonríe. No entiende nada de lo que dicen, pues toda la charla se desarrolló en español. Liz se acerca y traduce, en la medida que puede lo que han dicho hasta el momento.
Alexandra dice:
--Tienes que enseñarle a hablar español, así no tendrás que estar traduciendo cada cosa que se dice --. Liz asiente. Ella tiene razón. Mientras se sienta, se le ocurre una forma divertida de enseñarle las palabras básicas.
En ese momento entran James y Claire. El muchacho se acerca y pregunta:
--¿Qué es eso? No importa. Quiero probarlo. ¿podemos unirnos a la reunión? --.
Luego de que todos aceptan dos más en el grupo, aparece Adam. El chico acaba de despertar y se asustó al no encontrar a ninguno de sus amigos en los cuartos. Liz lo invita a sentarse con ellos y así se agranda el círculo.
La muchacha se levanta y cede la silla a Adam, mientras James trepa a la litera que queda libre. Liz toma una almohada y la pone en el piso alfombrado, a los pies de Frank y se sienta, reclinándose en las piernas del chico.
María carga el mate y comienza la rueda. Liz y Claire están sentadas en el suelo, cada una con la espalda en las piernas de uno de los dos chicos sentados en las sillas.
La muchacha misionera comienza a pasar el mate. El orden es este: María, Mariana, Alexandra, Marcos, James, Frank, Adam, Liz y Claire.
Los cuatro primeros toman el mate sin problemas, mientras los extranjeros observan interesados cada movimiento.
Cuando le llega el turno a James, toma el mate y se acerca la bombilla a los labios y antes de dar un sorbo dice:
--¿están seguros de que no es nada raro? --.
Liz se ríe y dice:
--El mate es signo de amistad y buena voluntad para los argentinos y uruguayos. ¿verdad Alex? --.
Alexandra sonríe y dice:
--¡Sí! Incluso hay una leyenda y todo, pero yo no la sé, así que no me pidan que la cuente--.
Entre tanto James da el primer sorbo y dice:
--¡Es delicioso! --.
Frank enreda los dedos en el pelo de Liz. Mariana toma su teléfono y les saca una foto.
--Para que les quede de recuerdo por si terminan mañana--. Dice y se la envía por WhatsApp a Liz.
El muchacho moreno sonríe y comenta:
--Espero que no. No quiero terminar mañana --. El comentario es recibido por una carcajada general y Frank le susurra a Liz:
--¿Tú sabes esa historia del mate? Cuéntala--.
La muchacha sonríe y Frank dice:
--Quiero que Liz nos cuente la historia del mate--.
--¡Sí! --. Dice Marcos devolviéndole a María el mate. Liz se sienta derecha y comienza a hablar. La cuenta en español y Marcos va traduciendo.
“Leyenda de la yerba mate”
“Hace mucho tiempo, en la región del litoral
Un día la luna quiso bajar a dar un paseo por la tierra, con su hermana la nube blanca.
Ambas diosas se transformaron en jóvenes mujeres y descendieron a la selva.
Mientras paseaban, repentinamente apareció un jaguar y atacó a las supuestas muchachas. Un hombre guaraní salió al encuentro de la bestia y matándola, salvó a las diosas.
Esa noche, cuando regresaron al cielo, la luna y la nube decidieron hacer un regalo al hombre y mientras la luna lanzaba las semillas, la nube las regó.
Luego la luna se apareció en sueños al hombre y le dijo:
--En pago por tu valentía he decidido darte un regalo para ti y todos los hombres. Mañana cuando te despiertes hallarás una planta nueva en tu huerto. Corta las hojas y ponlas a secar. Luego muélelas y mézclalas con agua y azúcar y obtendrás una bebida que espero sea signo de amistad entre dioses y hombres y pueda reunir a todos los hombres--. Luego la luna se fue.
Al día siguiente el hombre hizo todo lo que la diosa le ordenara y hasta el día de hoy, el mate reúne a las personas”-
Todos aplauden a la muchacha y Frank sonríe mientras vuelve a jugar con su pelo. Ella se reclina de nuevo en sus piernas y la charla sigue. Liz traduce del español al inglés y James le dice:
--Es necesario que aprendamos español. Yo quiero que nos cuenten más historias, pero en español--.
--Liz prometió enseñarme--. Dijo Frank, mientras se levantaba de la silla. El agua se había terminado y aunque el resto de los chicos se quedaban a charlar, él se inclinó y murmuró:
--Vamos profesora. Quiero empezar con las clases de español--.
La muchacha se alzó del suelo mientras James bajaba de la litera para adueñarse de la silla de Frank.
Los chicos salen entre comentarios y silbidos. Mientras se cierra la puerta Marcos comenta en inglés:
--Ahora le llaman clases de español a…-- Una carcajada general los sigue por el pasillo.
Entran al cuarto y Frank cierra. Se sienta en la cama y Liz dice:
--Bueno, tengo una idea para incentivarte a aprender español más rápido. Por cada palabra que pronuncies bien tendrás derecho a un beso, donde quieras y puede durar el tiempo que quieras--.
El chico sonríe y dice en español:
--Te quiero… hmm… very much--.
La muchacha ríe y dice:
--Dos de tres. No está mal, “very much” es “mucho” --.
El joven sonríe y le besa los labios. El sabor del mate perdura aun en sus labios y ella lo retiene un tiempo, para saborear el dejo mentolado de su boca.
--Me gusta tu forma de enseñar--. Dice él.
--Tendré que buscar otra para enseñarles a Adam, James y Claire. No creo que esta me sirva con ellos --. Dice ella mientras toma de la mesa de luz un libro de cuentos, que había traído de su maleta sin que él se diera cuenta.
El libro tiene un compilado de cuentos clásicos y ella, que se lo sabe de memoria, lo abre por la leyenda más corta y se lo entrega:
--Vamos a leer esto juntos--. Dice y se acomoda a su lado.
--Tú lees y yo te corregiré la pronunciación--.
El muchacho comienza a leer, titubeante la historia de cenicienta y ella, con paciencia infinita, le ayuda con las palabras y los significados, mientras él, con un poco de inseguridad y ese acento divertido que tienen los de habla inglesa cuando hablan español, pronuncia y tal como ella había prometido, por cada palabra que pronuncia bien, le deja darle un beso.
El joven la recorre con los labios, pues aprende rápido y tiene una buena motivación. Esteban golpea la puerta y pregunta:
--Disculpe señorita, pero ¿cree que podría venir y ayudarme a cocinar? Marcos quiere empanadas y usted es tucumana y…--.
Frank está a punto de protestar cuando Liz dice:
--Decile a Marcos que le preparo las empanadas esta noche, para la cena. Ahora estoy ocupada--.
El cocinero sale con el mensaje y Frank dice resignado:
--Definitivamente no te van a dejar tranquila ¿no? --.
Ella le quita el libro de cuentos y se sienta en sus rodillas y le dice:
--No te enojes. Si voy a preparar las empanadas esta tarde es, precisamente para que las pruebes tú esta noche y por otro lado me voy a quedar contigo como hasta las cinco. Podemos hacer lo que quieras hasta que me vaya.
Él accede y se tiende arrastrándola sobre su vientre. Tiene ganas de estar despierto, con ella. Sin alcohol ni juegos. Quiere charlar de cualquier tema, pues además de ser… decide que esa noche le pedirá que sea su novia de forma oficial, son amigos.
Ella se deja caer en la cama y le comenta:
--Anoche, o mejor dicho esta mañana temprano estuve hablando con mi hermana y le pregunté lo del moratón en el rostro de mi padre. Tenía razón. Julián lo golpeo cuando le intentó pegar a mi hermana--.
Frank la mira y comenta:
--Hmm… Si tu padre intentara tocarte en mi presencia, yo haría lo mismo que Julián---
Se quedan así, charlando mientras Liz sigue enseñándole español, pero sin la guía del libro. Le va enseñando las palabras que surge mientras hablan, por lo tanto, cada cierto tiempo la charla se interrumpe para que él aprenda alguna palabra.
Almuerzan en el cuarto. Frank es pasajero y tiene ese privilegio. La muchacha piensa en las ganas de comerse u sándwich de milanesas, completo y sin picante y sonríe:
¿en qué estás pensando? --. Le pregunta él
--Estaba pensando en… no importa--. Dice ella, pensando que un sándwich de milanesas no es algo para comentar.
--¡cuéntame! --.
--Estaba pensando en que tengo ganas de comer un sándwich típico de Tucumán y…
--¿extrañas tu país? --. Le pregunta él mientras deja su plato en la bandeja.
--Todo lo que desee comer puedo prepararlo aquí o pedírselo a Esteban, por lo tanto, no hay de qué preocuparse. Sería muy tonta si extrañara los robos, la inseguridad y las peleas con mi familia ¿no crees?
--El muchacho vuelve junto a ella cuando la camarera se lleva la bandeja y se sienta en la cama.
--qué hay de ti ¿extrañas tu hogar? --. Le pregunta ella limpiándole de migas el pantalón.
--Hmm… a mi madre, pero estoy en contacto todo el tiempo a través del celular y sé que está bien. Por lo tanto, no me preocupo--.
Los jóvenes se tienden en la cama y él le comenta:
--Usted dejó incompleta mi sesión del otro día. Podríamos aprovechar el tiempo para terminarla y ya luego te vas a preparar… hmm… empanadas--.
La muchacha se levanta y saca de la mochila el frasquito de aceite aromático y él dice:
--Lo quiero igual que el anterior, por favor-.
Ella ríe y lo desnuda con cuidado. Tiene esa sensación de deja vú, mientras le quita la camisa.
Él se acerca y la desviste, mientras le acaricia el cuerpo con suavidad. Luego el masaje inicial se repite. Espalda, nalgas, piernas y cuando el joven se tiende de espaldas, en lugar de aguardar a que llegue a las piernas, la toma con ternura y comienza a tocarla. Tiene los ojos cerrados y esta vez, aparte del deseo lo invade la ternura.
La recuesta en la cama, esta vez sin fuerza y casi con timidez se tiende sobre su cuerpo y la posee sin brusquedades. Ella se deja llevar por la ola de ternura y placer y juntos se adentran uno en el otro.
Una hora más tarde Frank Bradock está envuelto en una nube de sueño y satisfacción. Su respiración es profunda y suave. Liz se levanta y mientras se acomoda la ropa piensa en lo que pasará en el futuro, cuando el crucero termine y tenga que separarse de él. Ya es demasiado tarde para no engancharse y no cree que pueda dejarlo.
Decide que por el momento eso no importa, aún falta más de un año para que termine el viaje que va desde Argentina, pasa por Europa y vuelve recorriendo américa. Se recoge el pelo y se inclina para dejar un beso en el pómulo del chico que no se entera de nada y sale sin saber, sin siquiera poder imaginarse que el destino decidió que se quedaría con Frank Bradock para siempre y que muy pronto en lugar de dos, serían tres y que unos meses después, habría una cuarta persona en su nueva e insospechada familia.
Llega a la cocina, donde ya la espera Esteban con todo listo y se dispone a preparar la cena de esa noche mientras su mente vuela hacia otro lado.
Esa noche en la cena, las empanadas les sorprenden a todos, incluidos el emir y su corte.
El príncipe se acerca a la mesa donde está sentada Liz y le dice:
--Señora al parecer tienes a tu cargo a excelentes cocineros--. La muchacha sonríe y dice:
--Gracias, señor, pero debo aclararte que yo no soy la encargada del barco. Estuve en vuestra llegada porque mi jefa está enferma y, por otro lado, eso que se sirvió en la mesa lo preparé yo misma. Es una comida típica del norte de mi país--.
El joven se retira para comunicar todo esto a su padre y Frank dice:
--Parece que a “Aladdín” le gustó tu comida--.
--No importa lo que el príncipe opine--. Dice ella.
--A mí solo me importa tu opinión. ¿te gustaron? --.
--¡DELICIOSAS! Nunca antes lo había probado--. El joven se decide. Es el momento de preguntar.
--¿Liz? ¿quieres ser mi novia oficialmente? --.
La muchacha sonríe y dice:
---¡Claro que sí! --. El chico suspira, aliviado y la atrae hacia sí. Mientras suenan de fondo los laudes árabes, que las jóvenes del aren tañen, la besa.
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Oportunidades en la vida
CasualeLizbeth decidió dejar su vida atrás y aventurarse en las azules aguas del océano, en busca de algo que es casi imposible de conseguir: escapar de un pasado que le dejó profundas heridas, algunas aún sangrantes, y otras que parecían casi curadas pero...