Tucumán, Argentina.
Mercedes salió temprano a casa de su hermana. Liz se fue a Los Estados Unidos y ella no quería estar junto a su hija.
Mabel decidió entrar en el apartamento de su madre y limpiar a fondo.
--Mi abuela tiene el Síndrome de Diógenes--. Solía decir Liz, cuando el tema “Mercedes” salía a colación.
Mabel no tenía muy claro de qué se trataba el “Síndrome de Diógenes”, pero lo que, si sabía, era que a su madre le encantaba acumular todo tipo de cosas.
“La basura de unos, es el tesoro de otros” decía Liz, cuando su abuela recogía papeles de aluminio, aretes sin pareja, trozos de cadenas y cosas por ese estilo.
Mabel, quien detestaba la mugre, solía enfurecerse con su madre por recoger tanta porquería.
--¡Te van a comer las ratas, mamá! --. Solía decir, en las tardes de mates y paz.
--Mejor, así les dejo de estorbar. ¡parece que me odian.! ¡déjenme con mi “porquería”! --. Solía responder, mordaz, doña Mercedes. “Mi abuela es como las urracas, ma. Esos pájaros guardan todo lo que encuentran” decía Liz, riendo.
Mabel suspiró y puso el pen drive armado por Liz, hacía más de cinco años. Mientras “Dama del amanecer” sonaba, Mabel reflexionaba sobre su vida.
“… Dime. ¿cuál es tu secreto, dama del amanecer?
¿Cómo deberé llamarte? ¿Si tu nombre, no lo sé?”
Mabel tenía varios y muy diversos secretos.
Sin entender bien el motivo, recordó a su ex y difunto marido.
Darío fue su primera vez con un hombre y de aquella primera vez, nació Lizbeth.
La mujer nunca supo si llegó a amar a aquel hombre.
--En algún momento lo amaste, mamá. No creo que te entregaras por el simple acto de hacerlo--. Afirmaba Liz, cuando hablaban del tema.
A lo mejor lo quiso, al menos al principio. Luego, cuando las cosas se complicaron, se dio cuenta, muy tarde, que más le hubiera valido criar sola a su hija.
“Cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana” decía el refrán.
Sí. El amor de Mabel por Darío, había escapado, como la cotorra de Liz y había caído en un tanque de agua.
Por primera vez se preguntó si Liz amaba a Frank cuando se entregó.
“Sí. Liz no hacía nada si no lo sentía” se dijo.
La muchacha eligió su carrera, “porque yo me veo preparando clases, parada frente a un grupo de chicos” decía.
Luego, cuando comenzó con lo del masaje, le dijo, cuando se recibió:
--¡Me encanta, mamá! En algún momento voy a poner mi propio SPA y voy a trabajar allí--.
Cuando las cosas comenzaron a complicarse en el país, un par de años antes de que Liz se graduara, le había dicho, muy decidida:
--Me voy de la Argentina, ma. No me veo un futuro como el que yo quiero acá. Eliana me invitó a irme con ella a Inglaterra y yo le dije que sí. Sé que es difícil, pero igual podemos hablar todos los días y a lo mejor encuentro el amor--.
Recuerda el día en el que Cesar entró, sobre en mano y dijo, sonriente:
--¡Guau, Liz!! ¿Pasaporte? --. Y le entregó el sobre.
En ese momento se dio cuenta que la muchacha hablaba muy enserio de irse y comprendió que ella no podría hacer nada para impedirlo.
Mientras estaba sumida en estas reflexiones y recuerdos, su mano dio con un pañuelo anudado.
Chicago, Norte América.
Esa mañana, Frank despertó y se vistió en silencio.
--¿No va a despedirse, señor oficinista? --. Dice Liz, levantándose.
--No quería despertarte--. Dijo él, abrochándose la chaqueta.
--De todos modos, me desperté hace rato---. Dijo la joven, apartando las mantas.
--¿por qué no te quedas en la cama un poco más? Nadie te lo reprochará--. Dice Frank, mientras ella comienza a vestirse.
--Prefiero desayunar con vos y ya después…--. Dice ella, pensando que no tiene nada más que hacer.
--Mañana es sábado.--. Dice Frank, mientras ella se le acerca.
--Sí, es sábado. ¿qué tiene? --. Dice Liz, dirigiéndose al cuarto de baño adyacente al dormitorio.
--Que voy a obligarte a que te quedes en la cama conmigo y no importa lo que digas. Estás de Vacaciones, amor. ¿Sabes que quiere decir eso? --. Dice Frank, siguiéndola.
--¡Pero…! --Dice ella, solo para llevarle la contraria.
--Nada de peros. Mañana te quedarás en la cama conmigo, Luego nos levantaremos, desayunaremos y saldremos los dos, solos, a dar una vuelta--. La corta él, en el momento en que el celular de Liz suena. Es Frank quien lo toma.
--¿diga? --. Dice el joven, mientras escucha el agua correr y el cepillo de dientes, frotarse en las muelas de Liz.
--¡Hola, Frank! ¿cómo están? --. Dice la voz de Mabel.
--¡Ah, Mabel! Es usted.! Estamos muy bien, aunque su hija, como siempre…--. Dice Frank.
--Ya no tengo diez años, no es necesario que vayas de demandón--. Dice Liz, luego de cerrar el grifo.
--¡dame eso! --. Agrega, tomando el teléfono y recibiendo un beso de Frank.
--¡Hola, ma.! ¿qué pasó? --. Dice, mientras sale, del brazo del joven.
--Encontré el anillo de Michelle.-. Dice Mabel.
No tiene ganas de estropear las vacaciones, bien merecidas de su hija, pero sabe que es importante que ella lo sepa.
--Estaba anudada en un pañuelo que era de tu abuelo, bien escondida entre toda la porquería de tu abuela.--. Explica, mientras en el semblante de Liz comienzan a asomarse, la comprensión, la furia y algo de temor.
Ahora comprende el modus operandi de Cristina y el dolor de la traición de su abuela le aguijonea el corazón.
Agárrala así, sin tocarla directamente, poné en un jarrón un poco de agua bendita y deja caer el anillo dentro--. Dice, bajando la escalera de caracol. Luego se despide y corta la llamada.
--¿Todo bien? --. Pregunta Frank, llegando al pie de la escalera antes que ella y recibiéndola en brazos.
--Sí, sí. Todo bien. Mamá encontró la alianza de tu madre. ¿recuerdas que se perdió? --. Le contesta ella, mientras él llama a la puerta del comedor.
Cuando entran, los esperan, ya desayunando, Josef, Hannah y Adam.
--¡Buen día, chicos! ¿qué haces levantada a estas horas? --. Dice Josef, mirando a Liz.
--Buen día a todos. Disculpe, Josef, pero no puedo quedarme en la cama hasta tarde--. Dice la muchacha, sentándose.
Josef y Hannah suspiran, mientras Adam comenta:
--¿quieres venir con nosotros? Me vendría bien una secretaria que no le provoque celos a Claire--.
Cuando Liz va a contestar, Hannah interviene y dice:
--¡De ningún modo!! Liz no vino a trabajar…--.
--Por mí…--. Intenta protestar la mencionada.
--¡Claro que no.! --. Dice Josef.
--Hannah, querida, encárgate de que Liz no haga nada de lo que haría usualmente en Tucumán. Llévala al centro comercial, a nadar, de visita donde quiera que vayas tú, o lo que mejor te parezca, mientras no implique trabajar--. Agrega, volviéndose a mirar a su esposa, que asiente.
--No te preocupes. Yo me encargo de que Liz se vuelva una estatua de cristal, en cuanto a trabajo se refiere--.
Frank, Josef y Adam, se levantan y luego de que Frank se despide de Liz, salen.
Hannah y Liz quedan solas en el comedor.
--¿en que la ayudo, Hannah? --. Dice la muchacha, recogiendo los platos y haciendo una pila con ellos.
--No debe hacer eso, señorita--. Dice Ibón, entrando.
--No me molesta, Ibón--. Dice Liz, colocando los platos en la bandeja que la otra muchacha tiene en los brazos.
--Si fuera por mí, incluso te ayudaba a limpiar--. Agrega, mientras toma las cucharas y las deja sobre los platos.
--Pero no depende de ti, querida.--. Agrega Hannah, sonriendo.
--Por favor, Ibón, dile a mis hijos que estoy esperándolos--. Sigue, mientras Ibón sale, con una sonrisa.
La muchacha lleva la bandeja a la cocina y le comenta a Richard, que se encuentra desayunando:
--La señorita Lizbeth es muy amable. Fue ella quien recogió la mesa del desayuno--.
--Así es, Ibón. Esa joven es un dechado de virtudes, como decía mi abuelo. Es perfecta para el joven Frank.--. Dice Richard, pomposamente.
--¿Qué ocurre, mamá? --. Dice Claire, penetrando en el comedor.
--Necesito que cuides de Elleb y Javier, que te ocupes de que nada les haga falta y que arregles a Lizbeth. Hoy sale conmigo--. Dice Mrs. Sinclair, mientras Ibón entra con el desayuno de Claire.
--No te levantes, Liz.--. Dice Claire, poniendo una mano en el brazo de la muchacha que estaba ya por ayudar a la doncella.
--¿A dónde la llevaras? --. Agrega Claire, mientras Liz vuelve a sentarse, suspirando ante la actividad.
En ese momento, James entra, acompañado de Javier, que lleva en brazos a Elleb.
--Los encontré perdidos y decidí traerlo--. Es el saludo de James, mientras Lizbeth toma a su hija e indica a su hermano una silla.
--James, necesito que ayudes a tu hermana.--. Dice Hannah, mientras Ibón entra por tercera vez, bandeja en mano y seguida de Mrs. Jane, Michelle y Mr. Robert, quien saluda a Liz con un caluroso apretón de manos.
--Si se trata de arreglar el jardín, mamá, puedes ir olvidándote de la idea--. Dice James, mientras el resto de los comensales desayunan.
--No es con el jardín--. Dice Hannah, suspirando.
--Si usted quiere yo puedo…--. Dice Javier, tímidamente.
--Ahora comprendo que sean hermanos--. Dice Claire, riendo.
--Tú vendrás conmigo a jugar videojuegos--. Dice James.
--Quiero que tú, James, te encargues de hacer exactamente lo que acabas de decir--. Dice Hannah, con una sonrisa.
--¿De verdad? --. Pregunta James, casi saltando.
--¡te amo, Liz.! ¿Por qué no te quedas a vivir aquí? --. Sigue, estrechando a la muchacha en un fuerte abrazo.
--¿podrían dejarme terminar? --. Dice Hannah, alzando la voz.
--Michelle, querida, ¿puedes ocuparte de Elleb? Claire te ayudará. Yo me llevaré a Liz, porque quiero que me ayude con ciertas cosas y presentarla a las esposas de algunos de los invitados a la cena--. Finaliza, concluyendo con su idea.
--¿por qué vas a llevarla? --. Preguntó Mrs. Jane, terminando su té.
--Porque quiero que la conozcan y que ella las conozca. Frank conoce a casi todos los asistentes a la cena y lo justo es que su esposa, conozca a las esposas de los inversores, contadores, etc. ¿no les parece? --. Dice, mientras Elleb comienza a inquietarse.
--¡por supuesto, Hannah, por supuesto! --. Dice Mr. Sinclair, jovialmente.
--¡Y tú, querida y dulce Lizbeth, no te preocupes por tu niña, nosotros y me incluyo, nos haremos cargo! --. Agrega, volviéndose a Liz y poniéndole una mano en el hombro. La muchacha sonríe y asiente, sin otra cosa que objetar.
--¡Manos a la obra! --. Manda Hannah, dando una palmada y Claire toma a Liz de la mano.
--Mami…--. Dice Elleb, prendida del jean de su madre.
--Ven, pequeña Elleb, ven conmigo--. Dice James, tomando a la niña en brazos.
Claire llevó a su invitada a su cuarto y dijo, mientras la obligaba a sentarse en la cama:
--Vas a convertirte en Mrs. Lizbeth Bradock. Eso corre de mi cuenta, aunque tendré que hacer milagros con la poca cantidad de productos que tengo--. Y comenzó a rebuscar en su armario, hasta dar con unas bolsas.
--Tengo un par de cosas para ti. ¡vamos a ver cuál te queda mejor para ir con mamá! --. Agrega, sacando un vestido color manteca, unos zapatitos sin tacón blancos y un tapado de terciopelo negro.
--¿No es demasiado, Claire? --. Dijo Liz, dando vueltas por el cuarto.
--¡claro que no! --. Dijo la otra, buscando algo de maquillaje.
Le sombreó los ojos, le pintó los labios con un rosa suave y agregó un poco de brillo transparente.
--¡preciosa! --. Dice Hannah, entrando al cuarto.
--Vas a juego con mamá--. Dijo Claire, mirando el tapado de Hannah.
--¡Guau, Liz! --. Exclama Javier, mirando a su hermana.
--¿Verdad que está muy linda? --. Dice Claire, orgullosa de su trabajo.
Javier asiente, boquiabierto. Le hubiera gustado que su padre la viera así vestida, con sus rizos negros y brillantes, sueltos y con ese labial.
Se acerca y la estrecha en un abrazo.
--¡Cálmate, Javi! --. Dice Liz, sintiendo las primeras lágrimas que mojan el caro terciopelo.
--¿Nos vamos? --. Pregunta Hannah, entrando bolso en mano.
--¿Vas a estar bien? --. Dice Liz a su hermano, pensando que no irá a ningún lado si Javier entra en crisis.
--Sí, estoy bien. Vos anda y disfruta… ¿qué vas a hacer? --. Dice él, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.
--Hoy tu hermana se convertirá en Mrs. Bradock ante la sociedad--. Aclara Hannah.
--No temas, Liz. Lo cuidaremos bien--. Dice Claire.
--¡Antes que me olvide! --. Dice Liz, recordando, mientras se despide de Elleb, en brazos de James.
--Mi madre dio con su alianza, Michelle. Mi abuela la tomó del botiquín, donde usted la olvidó. No se preocupe, mamá la tiene--. Dijo y salió tomaba del brazo de Hannah.
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Oportunidades en la vida
RandomLizbeth decidió dejar su vida atrás y aventurarse en las azules aguas del océano, en busca de algo que es casi imposible de conseguir: escapar de un pasado que le dejó profundas heridas, algunas aún sangrantes, y otras que parecían casi curadas pero...