Conocer el Evangelio y seguirlo no es suficiente
“Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser Mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser Mi discípulo” (Lucas 14:26-27).
Con esas palabras, el Señor Jesús le dejó bien claro a la multitud que Lo seguía que ser su discípulo exige mucho más que simplemente seguirlo. Es necesario pagar el debido precio.
La palabra “aborrecer” dentro de ese contexto significa desagradar, contrariar, amar menos. Es decir, para que alguien se vuelva discípulo del Señor Jesús, necesita colocarlo en primer lugar en todo y, para eso, tendrá que contrarrestar a la familia e incluso a sí mismo. Pues, Él jamás acepta quedarse en segundo plano. Entonces, para estar en la condición de discípulo es necesario ponerlo por encima de todo y todos.
Llevar la cruz
Con respecto a llevar la cruz, el obispo Adilson Silva aclara que no se trata de cargar una enfermedad, una prueba o un dolor.
“Cuando Él habla de la cruz, se está refiriendo a su renuncia, al sacrificio que Él haría por la humanidad y que, por lo tanto, no hay manera de seguirlo sin tener una vida en la que usted también renuncia a su voluntad para obedecer a Dios. Obedecer los mandamientos bíblicos implica aborrecer nuestro corazón”, destacó obispo.
Y eso, de hecho, no es una tarea fácil, puesto que al corazón —que es el centro de la voluntad humana— no le gusta renunciar. Él se alimenta de la emoción, de placer; no piensa, solo siente.
El precio del discipulado
El obispo Adilson afirma que, por esa razón, son poquísimos los que se benefician del Evangelio. Pues, a pesar de conocer las Escrituras y frecuentar una iglesia, no renuncian a sus deseos, no obedecen. Y, así, las promesas se quedan solo en el papel y nunca se vuelven realidad en su vida.
“Si usted quiere que la Palabra de Dios se cumpla en su vida, necesita renunciar a su ‘yo’ todos los días, hasta el día de su muerte. Ese es el precio del discipulado”, destaca el obispo.
Vivir en la Gracia no significa que no es necesario hacer nada más para beneficiarse de la Palabra de Dios. Gracia significa “favor no merecido”. Fue exactamente lo que Jesús hizo. “Jesús hizo por nosotros algo que no merecíamos, pero eso no significa que no quedó nada por hacer. No significa que la parte de Dios resuelve todo. Si lo resolviera, el mundo sería otro”, señala.
Lea también: ¿Cómo tener un verdadero encuentro con Dios?. (Subido en este mismo libro).
Tomado del blog Universal México.
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Cerca de DIOS © [Segundo Libro]
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