Cap 26: Impulsos

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“Narra Tania”

¿Qué estará pasando en sus corazones?

Todos me miran, esperando que diga algo.

TAN: A ver, que a mí Marta me lo ha contado, y yo he flipado como vosotros cuando ha dicho que se iba con Francisco. A lo mejor nos ha mentido y solo quiere salir a tomar un poco el aire.

DAV: Seguramente tengas razón. No creo que vuelvan a verse en ese sentido.

ÁLV: ¿Y ahora qué va a pasar?

Pero lo que yo no sabía era que Marta no había mentido.

“Narra Marta”

Ayer Carlos intentó besarme. Al principio no iba con esas intenciones, pero más tarde sí. Se acercó y yo estaba tan atenta a sus ojos y a mis sentimientos que no me di cuenta. Pero… ¿por qué no me molestó? ¿Acaso estaba enamorada del loro? ¿Del mono? ¿Del tonto de la farola? Todo indica a que sí, porque ayer se me aceleró el corazón cuando lo tuve tan cerca. ¿Quería besarle? Oh, sí que lo quería, y lo sabía de sobra. Pero hace unos días lo odiaba. Tania se encargará de contárselo a los demás, sabe como hacerlo. Siempre recurro a ellas en situaciones de extrema necesidad como esta lo es. He oído que algo le pasaba a Dani, pero en mi mente no cabe más problemas. Mi cabeza se queja. Tuve miedo todo este tiempo de no gustarle, de no llegar a conocerle, de su rechazo. Debería de estar alegre. Hemos quedado, otra vez. No sé por qué he accedido, quizá lo necesite. Carlos… Lo vi en un maletero por primera vez. Se ha metido muchísimas veces conmigo. ¿Cómo puede gustarme ese… payaso? Pienso todo eso de camino al Starbucks. ¿Qué le voy a decir cuando lo vea? ¿Qué es lo correcto? ¿Qué es lo que debería hacer? ¿Qué es lo que quiero hacer? ¿Hago lo que el corazón me diga, u obedezco a mi cabeza? Veo el Starbucks a veinte metros y disminuyo mi velocidad. No hay casi nadie en la calle, y por lo que veo, tampoco en el Starbucks. Lentamente, dudosa, temerosa, me acerco. Observo tras el cristal. Está sentado en una silla, con las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón, mirando hacia el techo. Está… guapísimo. Como siempre. Nunca me he dado cuenta de que era tan guapo. Echa una mirada hacia el cristal, y huyo, escondiéndome  tras la pared, donde no pueda pillarme espiándole. Pasa un minuto, y vuelvo al cristal disimuladamente. Busco el sitio donde antes estaba, pero ya no se encuentra ahí. Una mano en mi cintura hace que salte del susto y me gire velozmente. Suelto un grito, mi corazón va a mil. Se detiene un momento al reconocer a Carlos como la persona que me ha tocado, y vuelve a bombardear.

Y como si de magia se tratara, una ligera atmósfera surge entre nosotros. De nuevo, tal vez provocado por mi salto, estamos prácticamente pegados. Se aleja un poco, temeroso de mi reacción. Ayer me quedé con las ganas, hoy no. Como si de un impulso se tratara, me lanzo sobre él. Nuestros labios se encuentran, y la atmósfera nos rodea. Mi corazón canta alegre cuando me devuelve el beso. Su flequillo acaricia mi frente, y su mano, mi mejilla. Mis dedos se enredan en su pelo atrayéndolo a mí.

¿Quién iba a decirme a mí ayer por la tarde que 24h después iba a estar besando al imbécil de Carlos? La sensación de sus labios sobre los míos, de nuestros alientos mezclados, no la cambio por nada del mundo. Puedo renunciar a mi trabajo, a mi casa, a mi vida entera, pero a esa sensación no. ¡Y que haya tenido que meter por medio a internet para darme cuenta! Mi corazón lo sabía desde ese primer día en que sus ojos se posaron en los míos.

Fue el mejor beso de mi vida. Y como todo lo bueno, termina. Apoyó su frente sobre la mía, y así nos quedamos eternamente. No me importa. Sus manos en mi cadera, las mías en su cuello. Sentí como si los segundos, el tiempo, se hubiera detenido. ¿Era esta la sensación que tanto tiempo he querido sentir? ¿Era esta la sensación de estar enamorada? ¿Me había enamorado y no lo sabía? Lo que sí es seguro es que con Carlos quería más que un rollo.

Mil montañas por escalarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora