«Capítulo 4»

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No tenía ningún sentido.

Un minuto antes estaba durmiendo plácidamente en el asiento trasero del vehículo, y al siguiente había desaparecido. Así, de golpe, sin previo aviso. Tras una decisión de milésimas de segundo de dar un golpe devolante, ya nada volvería a ser lo mismo.

¿A eso se reducía la vida?

Sentado en la banqueta trasera de la ambulancia, que tenía las puertas abiertas, mientras las destellantes luces azules del coche patrulla iluminaban la carretera en círculos concéntricos, Wonwoo esperaba, abrumado por todos aquellos pensamientos. Otra media docena de vehículos habían aparcado en el lugar de forma dispersa, mientras un grupo de hombres con impermeables amarillos decidían qué debían hacer en ese momento. Aunque era obvio que ya habían trabajado juntos antes, Jeon no acertaba a distinguir quién estaba al mando. Tampoco sabía qué estaban diciendo; sus palabras se perdían bajo el rugido amortiguado de la tormenta.

La lluvia seguía cayendo como una tupida cortina, imitando el traqueteo de un tren de mercancías. Wonwoo sentía frío y todavía estaba un poco mareado. Era incapaz de centrar su atención durante más de pocos segundos seguidos. Había perdido el equilibrio y su ropa, empapada y llena de barro, se le pegaba a la piel.

Cuando había llegado la ambulancia, los bomberos lo obligaron a detener la búsqueda. Le echaron una manta por encima de los hombros y le dieron una taza de café. Wonwoo no podía beber, no podía hacer nada. Temblaba sin control, y su visión era borrosa. Las extremidades ateridas de su cuerpo parecían corresponder a otra persona.

El enfermero en la ambulancia, aunque no era médico, sospechaba que sufría una contusión y ordenó que lo subieran a la ambulancia inmediatamente. Wonwoo se negó. No se marcharía de allí hasta que encontraran a Bohyuk. El enfermero dijo que, como máximo, podía esperar otros diez minutos. El corte en la cabeza era profundo y todavía sangraba, a pesar del vendaje. Le advirtió de que podía perder la conciencia si esperaban más de diez minutos.

—No pienso irme —repitió él.

Seguía llegando más gente. Una ambulancia, un coche patrulla que se encargó de coordinar los mensajes por radio, otros tres miembros del cuerpo de bomberos y un camionero que había visto la concentración de vehículos y se había detenido. Todos llegaron con escasos minutos de diferencia. Todos estaban juntos, en un círculo, en medio de los vehículos y camiones con los faros encendidos.

El bombero que había encontrado a Wonwoo le daba la espalda. El chico intuía que estaba informando al resto de lo que sabía, lo cual no era mucho, aparte de que había encontrado la mantita. Un minuto más tarde, el más alto se dio la vuelta y lo miró, con semblante taciturno. Los dos policías que habían a su lado asintieron con la cabeza mientras también miraba fijamente a Wonwoo. Después de hacer un gesto para que el resto del grupo no se moviera, Mingyu y los oficiales enfilaron hacia la ambulancia.

El uniforme —que en el pasado siempre le había inspirado confianza— no significaba nada para el pelinegro en esos momentos. Eran tres hombres, tres simples hombres, nada más.

Wonwoo contuvo las ganas de vomitar. Acariciaba la mantita manchada de barro en su regazo. De vez en cuando, la retorcía hasta formar un ovillo; luego volvía a alisarla. Pese a que la ambulancia lo protegía de la lluvia, el viento soplaba con fuerza y él seguía temblando. No había dejado de hacerlo ni cuando le habían puesto la manta por encima de los hombros. Hacía demasiado frío.

«Y Bohyuk está ahí fuera, sin ni
siquiera una chaqueta»

Wonwoo alzó la manta de su hermano, se la llevó hasta la mejilla y entornó los ojos.

Rescued ➳ MeanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora