«Capítulo 27»

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Wonwoo aparcó junto a su casa, cansado después de la jornada. Aquella noche no había habido mucho trabajo, debido a que no había parado de llover, solo lo suficiente como para mantenerlo en movimiento todo el rato, aunque no tanto como para obtener propinas decentes. Más o menos, una noche desperdiciada. Eso sí, si lo miraba por el lado positivo, había podido terminar un poco antes, y Bohyuk ni se había inmutado cuando lo había metido en el coche. El pequeño se había acostumbrado a acurrucarse a su lado en el trayecto de vuelta a casa durante los últimos meses, pero dado que Wonwoo volvía a disponer de su propio vehículo, tenía que viajar en el asiento trasero, con el cinturón abrochado. La noche anterior había pillado tal rabieta que tardó dos horas en quedarse dormido.

El pelinegro ahogó un bostezo cuando tomó el camino sin asfaltar que subía hasta su casa, contento con la idea de poder acostarse pronto. La gravilla estaba húmeda, por la lluvia; podía oír cómo crujían los guijarros que quedaban apresados bajo las ruedas. En apenas unos minutos estaría saboreando una humeante taza de chocolate y después se iría dormir. La idea le resultaba de lo más atractiva.

Era una noche cerrada y sin luna, las nubes negras no dejaban que se filtrara el brillo de las estrellas. Una neblina enturbiaba el paisaje. Wonwoo ascendió por el camino despacio, usando la luz del porche como baliza. Cuando estuvo cerca de la casa y pudo ver los contornos con mayor claridad, casi pisó el freno a fondo al ver la furgoneta de Mingyu aparcada junto a la valla. Examinó la fachada principal con atención y lo vio sentado en los peldaños del porche, esperándolo. A pesar del cansancio, Jeon se despertó de golpe.

«¿Por qué está aquí?»

Un montón de posibilidades cruzaron su mente mientras aparcaba y apagaba el motor. Mingyu se acercó al coche justo cuando el mayor se apeaba y cerraba la puerta con suavidad, intentando no hacer ruido para no despertar a Bohyuk. Iba a preguntarle qué quería, pero las palabras murieron en sus labios. El moreno tenía un aspecto terrible. Con los ojos rojos e hinchados, el rostro pálido y abatido, hundió las manos en los bolsillos, incapaz de mirarlo a la cara. Wonwoo se quedó paralizado, sin saber qué decir.

—Veo que te has comprado un coche.

El sonido de su voz despertó en el mayor un cúmulo de emociones. Amor y alegría, dolor y rabia, la soledad y la desesperación que había sufrido en silencio durante las últimas semanas. No se veía con fuerzas para volver a pasar por el mismo mal trago.

—¿Qué haces aquí?

Mingyu no se esperaba aquel tono tan amargo. Aspiró hondo.

—He venido a pedirte perdón —balbuceó—. No quería hacerte daño.

A Wonwoo le habría gustado oír aquellas palabras unas semanas antes. Al escucharlas en ese momento, no sintió nada. Echó un vistazo por encima del hombro hacia el coche y observó la figura dormida de Bohyuk en el asiento trasero.

—Ya es demasiado tarde para eso.

Mingyu alzó un poco la cabeza, esbozó una sonrisa forzada, luego bajó la mirada de nuevo antes de sacar las manos de los bolsillos; entonces dio un paso vacilante hacia la furgoneta. De haber sido otro día cualquiera, de haber sido cualquier otra persona, habría seguido caminando, diciéndose a sí mismo que lo había intentado. Pero, en vez de eso, se obligó a detenerse.

—Seungcheol y Jeonghan se van a vivir a Busan por un tiempo —dijo en medio de la penumbra, dándole la espalda a Wonwoo.

El mayor se pasó la mano por el pelo.

—Lo sé. Me lo dijo hace un par de días. ¿Por eso has venido?

Kim sacudió la cabeza.

—No. He venido porque quería hablar de lo que pasó en el incendio —murmuró por encima del hombro, por lo que Wonwoo a duras penas oyó sus palabras—. Tenía la esperanza de que me escucharas, porque no sé con quién más puedo hablar.

Rescued ➳ MeanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora