«Capítulo 23»

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Justo antes de la medianoche, Mingyu regresó a su casa y vio que tenía un mensaje en el contestador. Desde que había dejado a Seungcheol, había deambulado por ahí solo, intentando aclarar sus ideas. Se había sentado en el puente desde el que se había lanzado al río unos meses antes. Aquella había sido la primera noche que había necesitado a Wonwoo. Parecía que hubiera pasado una eternidad.

Pensando que era Seungcheol quien le había dejado el mensaje, el moreno se acercó al contestador, arrepintiéndose del ataque de rabia contra su amigo. Pulsó el botón para escuchar el mensaje. Para su sorpresa, no era Seungcheol. Era Jisoo, del cuerpo de bomberos. Se notaba que estaba haciendo un esfuerzo por mantener la calma.

—Se ha declarado un incendio en una nave industrial, en los alrededores del pueblo, en un almacén. El fuego arde sin control. He llamado a todos los voluntarios en Changwon. También hemos pedido camiones y más voluntarios de refuerzo a los condados cercanos. Hay vidas en peligro. Si oyes este mensaje a tiempo, necesitamos tu ayuda...

Jisoo había dejado el mensaje hacia veinticuatro minutos. Mingyu colgó el teléfono sin escuchar el resto y corrió hacia la furgoneta, maldiciéndose a sí mismo por haber desconectado el móvil al salir del bar.

El lugar era un centro mayorista regional de pinturas. Era uno de los negocios más importantes del condado de Changwon. Los camiones entraban y salían cargados día y noche; a cualquier hora, había por lo menos una docena de personas trabajando en esa nave industrial. Necesitaría unos diez minutos para llegar hasta allí. El resto de sus compañeros ya debían de estar en el almacén. Él llegaría unos treinta minutos tarde. Esa media hora podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte de las personas atrapadas ahí dentro. Mientras él estaba compadeciéndose de sí mismo, otros estaban luchando por sus vidas.

Las ruedas de la furgoneta levantaron una nube de polvo cuando Mingyu maniobró bruscamente para salir del aparcamiento, sin apenas aminorar la marcha al llegar a la carretera. Las ruedas chirriaron y el motor rugió cuando aceleró aún más, sin parar de renegar en voz alta.

De camino a la nave industrial, el chico tomó todos los atajos que conocía. Al llegar a un tramo de la carretera sin curvas, aceleró hasta alcanzar casi los ciento cincuenta kilómetros por hora. Los minutos pasaban lentamente, como si fueran eternos. Al cabo, a lo lejos avistó el cielo iluminado por un resplandor anaranjado, un color diabólico en medio de la oscuridad. Golpeó el volante con fuerza cuando se dio cuenta de la magnitud del fuego. Por encima del rugido del motor, podía oír las sirenas ululando a distancia. Pisó el freno a fondo. Las ruedas de la furgoneta parecían resistirse a obedecer; el vehículo derrapó al tomar la curva y se incorporó en la carretera que llevaba hasta el almacén.

El aire estaba enrarecido por una negra y densa humareda, alimentada por los componentes inflamables de las pinturas. No soplaba ni una gota de brisa; el humo lo envolvía todo con languidez. Mingyu podía ver las llamas que se elevaban de la nave industrial. Cuando tomó la última curva, ahogó un grito ante aquel impresionante resplandor. Las ruedas chirriaron de nuevo cuando la furgoneta se detuvo de un frenazo.

Aquello era un verdadero infierno.

Vio tres coches de bomberos con cisterna, con las mangueras conectadas a las bocas de incendios; lanzaban chorros de agua sobre uno de los flancos del edificio. El otro lado estaba todavía intacto, aunque parecía que no tardaría mucho en ser alcanzado por las llamas. Había dos ambulancias, con las luces de emergencia encendidas; cinco personas tendidas en el suelo, auxiliadas por otras personas, y dos más que en esos precisos instantes salían del almacén arrastradas por unos bomberos con un aspecto casi tan débil como ellos.

Mientras Kim examinaba aquella dantesca escena, se fijó en el coche de Seungcheol, aparcado a un lado, aunque le resultó imposible localizarlo en medio del caos de cuerpos y vehículos. Mingyu saltó de la furgoneta y corrió hacia Jisoo, que no paraba de lanzar órdenes a diestro y siniestro, intentando sin éxito controlar la situación. En ese momento, llegó otro coche de bomberos, procedente de otro pueblo. Seis hombres más saltaron al suelo y empezaron a desenrollar la manguera mientras otro corría hacía una de las bocas de incendios. Jisoo se volvió y vio a Mingyu, que corría hacia él. Tenía la cara cubierta de hollín. Señaló hacia el camión con la escalera extensible.

Rescued ➳ MeanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora