La despedida se ofició al cabo el Viernes. Mingyu había recibido el alta el Jueves, y desde el hospital fue directamente al lugar. Quería ver a Jeonghan. La familia del rubio había llegado desde el pueblo contiguo. Además, también había llegado la familia Choi, con cada uno de sus integrantes destrozados.La puerta estaba abierta cuando Mingyu entró. Tan pronto como ingresó, vio a Jeonghan al otro lado de la estancia. Le empezaron a escocer los ojos. El rubio estaba hablando con una mujer, junto a la foto de la familia Choi enmarcada en la pared. Cuando lo vio, interrumpió inmediatamente la conversación y enfiló hacia él. Cuando estuvieron juntos, se fundieron en un efusivo abrazo. Mingyu apoyó la cabeza del rubio en su hombro y no pudo evitar llorar sin consuelo, ocultando la cara.
—Lo siento tanto... Lo siento...
Mingyu no podía dejar de repetir la misma frase. Jeonghan también rompió a llorar. El resto de los miembros de la familia los dejaron a solas.
—No sabía que era él...
Jeonghan no podía hablar. Jisoo lo había puesto al corriente de lo que había sucedido.
—No pude... —farfulló Mingyu, antes de desmoronarse por completo—. ¿Cómo está Seungcheol?
—No ha querido hablar...
Ambos permanecieron abrazados durante un largo rato. Kim se marchó una hora más tarde, sin hablar con nadie más.
Al funeral acudió muchísima gente. Además de amigos y de la familia Choi, también asistieron todos los bomberos de los tres condados aledaños, así como todos los oficiales de las fuerzas del orden. Fue una de las exequias más multitudinarias que jamás se habían visto en Changwon. Dado que Seungmin se había criado en el pueblo, prácticamente todo el mundo pasó a presentar sus respetos.
Seungcheol, Jeonghan y Seunghan estaban sentados en la primera fila, llorando. El primero estaba sentado sobre una silla de ruedas, dado que no podía mover el cuerpo aún porque tenía algunas partes vendadas por las quemaduras que había sufrido. El párroco dijo unas frases antes de recitar el salmo veintitrés. Cuando llegó el momento de los elogios, se apartó a un lado para permitir que familiares y amigos tomaran la palabra.
Jisoo, el jefe de bomberos, fue el primero. Habló de la dedicación de Seungmin, de su valentía y del profundo respeto que siempre sentiría por él. Una amiga del difunto también pronunció unas palabras para recordar algunas anécdotas de su infancia. Cuando terminó, Mingyu observó a Seungcheol, que tenía la vista fija en la foto enmarcada de su hermano. Parecía perdido.
—Seungmin era como un hermano mayor para mí —empezó a decir Kim con la voz quebrada y los ojos clavados en el suelo—. Los hermanos Choi y yo nos criamos juntos. Ambos están presentes en todos los buenos recuerdos que tengo de mi infancia y de mi juventud. Recuerdo una vez, cuando tenía once años... Seungmin, Seungcheol y yo estábamos pescando cuando me incorporé demasiado rápido en el bote. Resbalé y me golpeé la cabeza antes de caer al agua. Sin dudarlo, Seungmin se zambulló y me sacó a la superficie. Aquel día me salvó la vida, pero cuando recuperé la consciencia, simplemente se echó a reír. Lo único que me dijo fue: «¡Me has hecho perder el pez que había pescado, malvado!».
A pesar de la solemnidad de la tarde, durante unos segundos se levantó un leve murmullo acompañado de risas sofocadas. Mingyu dirigió la mirada a Seungcheol, que también había sonreído.
—¿Qué puedo decir de Seungmin? Era la clase de hombre que siempre aportaba algo a todo y a todos los que se cruzaban en su camino. Envidio su forma de ver la vida. Él la interpretaba como un gran partido, en el que la única forma de ganar era ser bueno con el resto de la gente, ser capaz de mirarse a uno mismo al espejo y quedar satisfecho con lo que veía. Seungmin... —cerró los ojos y los apretó fuerte en un intento de contener las lágrimas—. Era todo lo que yo siempre había querido ser... Siempre fue un ejemplo para mí.
Mingyu se apartó del micrófono, con la cabeza gacha, y volvió a ocupar su puesto. El cura terminó la misa y los congregados empezaron a desfilar delante del féretro, sobre el que habían colocado una foto de Seungmin. En ella, sonreía abiertamente, de pie junto a la barbacoa en el jardín trasero de su casa. Al igual que la foto del padre de Mingyu, lograba plasmar cómo era su amigo, en esencia.
Después del funeral, el moreno se dirigió de nuevo en coche hasta la casa de Seungcheol, solo. La casa estaba abarrotada de gente. Eran los asistentes al funeral, que se habían acercado a ofrecer sus condolencias al dolido hombre. A diferencia del día anterior, en aquella ocasión todos los que habían ido al funeral estaban allí, incluso personas a las que apenas conocían. La familia Xu y Jeonghan se encargaban del trabajo pesado de dar de comer a toda aquella multitud. Como en el interior de la casa no cabía ni un alfiler, Wonwoo salió al jardín trasero para vigilar a Bohyuk y a los otros niños que habían acudido al funeral. Habían tres niños pequeños alrededor de Seunghan, que lloraba sin parar. Los otros niños eran incapaces de comprender la magnitud de la tragedia, solo sabían que su amiguito estaba muy triste.
Wonwoo necesitaba respirar aire fresco. Aquella tristeza parecía ahogarlo. Tras abrazar a Seungcheol y darle el pésame, lo había dejado con su familia. Sabía que Seungcheol tendría el apoyo que necesitaba en esos momentos; sus padres iban a quedarse una semana con él. Su esposo y su madre estarían allí para escucharlo y consolarlo; su padre se encargaría del insoportable papeleo.
Wonwoo se levantó de la silla y fue hasta la punta de la piscina, con los brazos cruzados. Minghao lo vio a través de la ventana de la cocina; abrió la puerta corredera de cristal y fue a su encuentro. Jeon oyó unos pasos y miró por encima del hombro. Cuando vio que era el chino, le sonrió con tristeza. El castaño le puso una mano en el hombro, con ternura.
—¿Cómo lo llevas? —le preguntó.
Wonwoo sacudió la cabeza.
—Debería ser yo quien te lo preguntara. Conocías a Seungmin desde pequeño, también.
—Lo sé. Pero tienes aspecto de necesitar hablar con un amigo.
Wonwoo descruzó los brazos y desvió la vista hacia la casa. Había gente en todas las estancias.
—Estoy bien. Solo estaba pensando en Seungcheol.
—¿Y en Mingyu?
Su relación se había acabado, pero el pelinegro no podía mentir.
—También en él.
Dos horas más tarde, la gente empezó a marcharse. La mayoría de los amigos lejanos ya se habían ido, igual que varios familiares que tenían que tomar algún avión de vuelta. En el comedor, Seungcheol y Jeonghan estaban sentados junto a su familia más próxima; Seunghan ya se había cambiado de ropa y había salido a jugar al jardín con sus amiguitos en la parte delantera de la casa. Mingyu estaba de pie en la entrada del despacho de Seungcheol cuando Wonwoo se le acercó. Lo vio y desvió la mirada a las paredes del lugar. Las estanterías estaban llenas de libros, trofeos que Seunghan había ganado en partidos de fútbol y de béisbol, y fotos de familia.
—Lo que has dicho en el funeral ha sido muy bonito —dijo Jeon—. Seungcheol se ha emocionado al oírte.
Mingyu se limitó a asentir. Wonwoo se pasó la mano por el pelo.
—Lo siento mucho. Solo quiero que sepas que, si necesitas hablar con alguien, ya sabes dónde encontrarme.
—No necesito a nadie —susurró el menor con la voz rasgada.
Acto seguido, le dio la espalda y se alejó del pelinegro. Ninguno de los dos sabía que la señora Xu había presenciado la escena.
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Rescued ➳ Meanie
Fanfiction"El bombero voluntario Kim Mingyu siempre se ha sentido empujado a asumir grandes riesgos para salvar vidas sin problemas. Sin embargo, hay algo a lo que Mingyu sí le tiene miedo: enamorarse. Cuando una tormenta feroz llega al pueblo de Changwon, J...