En un sitio de la provincia de Lleida. Sabela
Sabela, hacía tiempo para coger el tren hacia Bellpuig y des de allí iría con bicicleta a su pueblo. Tenía la moto averiada, lo que le mosqueaba un poco. No solo por el dinero que le costaría arreglarla, sino porque le quitaba tiempo para ayudar a su abuelo en el campo. La clase de aquel día se había suspendido. La mayoría de sus compañeros se habían marchado. Era junio y ya se había iniciado la temporada de cosecha. Paseo un poco por la capital de su comarca. Estar ociosa no era su estado preferido. No obstante, eran momentos idóneos para reflexionar o perderse en cavilaciones.
Se sentó en un banco de la plaza Mayor y contemplo la aparente normalidad. Mujeres mayores cargadas de bolsas, con comida, con ropa o cualquier coda necesaria para su hogar. Niños jugando con sus juguete, bicis o usando el mobiliario urbano a su alance. Madres atribuladas. Parejas paseando. Jóvenes reunidos a la terraza del bar de moda. Gente solitaria y paseando su mascota. Todo fluía como estaba estipulado. La rabiosa normalidad que a veces odiaba y aborrecía. Otras veces lo envidiaba.
Solía sentirse como una alienígena, o un pez fuera de su hábitat. Si no fuera por su amor a la tierra, a los pasajes salvajes de Ponente (otra forma de referirse a la provincia de Lleida) y la paz del pueblo donde vivía se hubiera largado. Sabía que para chicas como ella, lesbiana, sería más feliz en la gran urbe. Donde a nadie le importaría sus orígenes, de quién era hija ni su profesión. Sería más fácil todo, incluso hallar pareja.
Las dificultades tampoco le asustaban. Su padre se había enfermado cuando tenía 12 años, condenándole a ir en cilla de ruedas de por vida. Sus abuelos paternos les afecto mucho aquel duro golpe del destino. Era su único hijo, el puntal de la familia. Por más inri solo tenían un nieta, que resulto ser una niña. Creció percibiendo la decepción de su familia paterna y sintiendo que si hubiera sido chico su existencia hubiera sido más plácida. Sumado a la negativa de su progenitor en buscar un segundo hijo, le condeno a la soledad de los números primos. Heredo todas responsabilidades familiares.
No toda su infancia fue horrible ni sus abuelos unos cascarrabias. En excepción de su abuela paterna, una heredera orgullosa y altiva (formada por el arduo trabajo de campo y la guerra civil), su abuelo era más afectuoso. Era severo cuando era necesario, pero tenía debilidad por ella. Fue él quien le enseño a respetar la tierra, a cuidarla y amarla. Gracias a él quiere ser agricultora. Su familia era de raíces Gallegas, su abuelo paterno se enamoro de una catalana y abandono su adorada tierra. Su hijo mayor, en unos de sus viajes veraniegos, se enamoro de una gallega y la convenció para seguir residiendo en sus tierras. Estaba orgullosa de ser trilingüe. Creía que la riqueza cultural existente en España se debía de promocionar más, en lugar de pretender unificar la península.
Tenía ganas de terminar el último curso de agrónomos y centrarse en su negocio familiar. Le gustaba ser agricultora, conducir el tractor, cuidar de la tierra que tanto nos ofrecía. Se estaba preparando a fondo para practicar una agricultura ecológica y de calidad, sin perjudicar la madre tierra. Sus padres, lejos de alegrarse de que quisiera con el negocio familiar, le insistían que estudiara otra profesión. Los comprendía. La vida de campo era desagradecida, dependías mucho de la climatología y los productos no eran suficiente valorados. No en vano el cultivo de almendros estaba desapareciendo, como el de aceitunas. En su pueblo, Preixana, suerte tenían de tener un canal, eso también facilitaba otro tipo de producciones.
Muchos jóvenes preferían dedicarse a otros menesteres, volaban lejos de los pueblos. Otros, compaginaban las labores de campo con otros trabajos, como trabajar de tractoristas para terratenientes. Ella misma lo hacía durante los veranos. Era su única forma particular de viajar, compaginando trabajo y turismo. El año pasado estuvo por la extensa autonomía de Castilla y León. Muchas horas de tractor para arriba y abajo, pero tuvo sus días de fiesta. Los aprovecho para visitar Ávila, Burgos y León.
Aquel año había optado por buscar trabajo más cercano a su hogar. Sus abuelos empezaban a ser mayores y estaban frágiles de salud. Su madre terminaba de cumplir cincuenta años y pico, era la cuidadora principal del la casa y empezaba a dar señales de agotamiento. Por suerte, la convenció de qué solicitara ayuda domestica. Siguió discutiendo sobre ellos sobre su destino como agricultora. Empezaban a aceptar que lo tenía muy claro. La mentalidad antigua costaba cambiar. Más lo percibía en la localidad, a la mayoría de vecinos les parecía raro que quisiera trabajar de payesa. Algunos lo decían bien claro, el campo no era sitio para mujeres, a pesar de qué estas antiguamente ayudasen a sus maridos. Su abuela misma, ya de pequeña se ganaba un sueldo para recoger fruta. Simplemente, les chocaba ver a una chica bajita, no muy corpulenta, femenina y hermosa conducir tractores grandes, cosechadora y cualquier otro tipo de maquinaria agrícola.
El chillido alegre y estridente de su amiga María le hizo aterrar al planeta Tierra. La chica era un poco mayor que ella, era un poco hippie y una bala perdida. De adolescente se había largado de casa para vivir mil y una aventuras. Estuvo de ocupa por Barcelona, vivió algunos años a Mallorca y hacía dos años que había vuelto, pareciendo más centrada por su familia. Finalmente, había optado estudiar bellas artes. La verdad era que pintaba y dibujaba bien.
- Sabeliña.- Le encantaba llamarla como lo hacía su abuelo y el tono chulesco que le imprimía.- ¿Qué tal, con ganas de vacaciones?
Últimamente, no se veían mucho. Salía con un chico de Tàrrega y medio vivían juntos. Se sentó a su lado y se pusieron al día con sus vidas. Ella y Marilia, conocían su secreto. Con ellas podía hablar, sin complejos, sobre las chicas que le gustaban. Aún era virgen y nunca había tenido ninguna novia. Sólo se había besado con una en un campamento de verano, cuando era una adolescente. Le atraían chicas femeninas. Por ahora ninguna le había quitado el aliento. No quería estar con nadie por estar, o suplir la soledad.
- Sí. Este año me quedare por Lleida.
- Perfecto. Podremos ir de conciertos como antaño.- Se detuvo y la sonrió.- ¿Por qué no retomamos nuestro grupo? Miki también estará por Preixana, como sus hermanos Carlos y Joan. ¿Qué te parece?
- ¡Estaría genial!- acepto la tractorista entusiasmada. Aunque, no le molaba compartir mucho tiempo con el hermano gemelo de Miki. Antes de que se fuera a vivir a Palma de Mallorca, se le declaro. El chico estaba muy enamorado y le rompió el corazón. Des de entonces, solo se habían visto poco. Era triste, porque le consideraba su mejor amigo y lo extraño mucho. Debía de confiar que hubiera pasado página.
- Genial. ¿Oye ahora voy para el pueblo, quieres venirte conmigo?
- Sí, muchas gracias. Me haces un gran favor.- Acepto. Su propuesta le alegro el día. Le gustaba cantar y se lo pasaba en grande actuando en el grupo Ponente. Básicamente eran canciones folk-rock. Lograron ser un poco conocidos en la provincia y actuaban en las fiestas mayores de verano.
Aquel día se sentía muy optimista y con ganas de pasar un gran verano. Estaría genial conocer a una chica y enamorarse. Aquello era fácil. Lo difícil era que le correspondiera. Freno sus anhelos, pájaros en la cabeza que en una ventisca los arrastraba a la nada.
- Sabela, no desesperes. Ya verás que cuando menos te lo esperes, aparecerá tu princesa azul.- Le aconsejo María, tras escucharla.- Mientras tanto, disfruta de la vida. Estar soltera es un gozo.- Y se quejo de su novio. En fin, el mundo está lleno de contrastes. Siempre deseando lo que no se dispone.
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Mi riquiña tractorista
FanfictionLos recuerdos son entidades caprichosas, no puedes fijar el día ni la hora exacta que conociste a aquella niña sin nombre. Júlia, sólo se acordaba de lo bien que lo paso jugando con ella en el parque y lo bonita que era. Fueron unas horas que le pa...