(16) La magia de las libélulas

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"Hay que liberar complejos y miedos.

Hay que quererse mucho a uno mismo.

Hay que despedirte de todo lo que te aferra a la tierra,

Para abrazar nuevas experiencias y abrirte a la magia del amor."

Sabela una vez leyó que cuando veías a una libélula de cerca era indicio de llegada de vientos de cambio. Te iluminan las realidades de la vida y borran las falsas ilusiones. Te ayudan a conocer tu verdadero yo y eliminan tus dudas, potenciando tu propio autodescubrimiento y eliminan tus inhibiciones. Te enseñan a vivir cada momento en intensidad, siendo consciente de cómo eres, a dónde estás, lo que haces y a decidir a partir del aquí y ahora. Es abrazar la madurez sin remordimientos. Con su energía facilita la reflexión, mostrándonos nuevas maneras de ser y actuar. Siente el poder transformador de los mensajes procedentes del universo. No dejar espacio a las creencias centradas en las limitaciones o en los temores.

En el profundo de su ser, reconocía que aquel pozo de saber era certero. La vida le había mostrado que no se podían hacer planes a largo plazo, siempre era mucho mejor vivir al momento. Las ilusiones vacías se caían por su propio peso, como plumas insignificantes. Aprendió de los palos recibidos y rechazaba los mundos de fantasía. Era aséptica, hasta que vio a una bella libélula en el parque infantil, diez años después de haberse cruzado con ella. Comprendió que si no aprovechaba aquella oportunidad, que el destino le había ofrecido, se desvanecería en el olvido. Ya en el pasado la dejo marchar sin preguntarle si regresaría o saber más sobre su personita. Era pequeña y no consciente de los hilos invisibles que mueve cada existencia, de las bofetadas de la crueldad de la vida.

El despertador sonó, de forma despiadada y sin compasión. Se despertó con energías, a pesar de las pocas horas de descanso. El amor era una fuente de vitalidad. Su madre le preparo un generoso bocata. Y se fue, casi dando saltitos de jovialidad. El amor, quisiera o no, le transpiraba por cada poro de su piel. Su mirada le brillaba más. Su rostro estaba relajado, a pesar de haber dormido poco. Tan solo las ojeras la delataban. Nada más llegar a la Cooperativa Vilalta intento mostrarse como siempre. Miki le esperaba para entregarle su lista de tareas.

- Hoy labraras campos. Mañana iras a embalar por Aragón. Ya te he reservado alojamiento. Calculo que el jueves ya habrás terminado.

- ¿No puede ir nadie más?- protestó muy cabreada. Comprendía que era una simple mandada y debería de obedecer. Aún así odiaba que los amos te trataran como si fueras una máquina sin emociones, sin tener vida privada ni derechos.

- No. Ya sabías, por contrato, que tendrías de desplazarte. Nos han contratado allí y la empresa está siendo rentable.- Le falto decir que gracias a ello podría costear su salario.

- Lo sé.- Reconoció la tractorista.- De todos modos, te agradecería que me lo consultaras.

- Lo siento, pensaba que estabas disponible.- Contraataco su jefe.- ¿Puedes o no? Sí es por algún asunto de índole familiar tratare de arreglártelo.

- No, por ahora todos bien.- Admitió a regañadientes, sintiéndose atrapada. Le fastidiaba alejarse de su reina tan pronto, cuando empezaban a salir. Deseaba verla cada día, estar a su lado, sentirla reír, besarla... Se le haría duro todos aquellos días fuera. De le repente se le acudió algo que podía compensar su ausencia.- De acuerdo iré, pero a cambio me das fiesta el fin de semana.

- ¡Sabeliña, pides demasiado! Ya sabes que hay trabajo.

- Tengo derecho a tener días libres. Te recuerdo, que hace 3 semanas que no he tenido ni un día libre.- Lo miro desafiante, dispuesta a ganar a aquella batalla. Lo logró y le regreso la sonrisa.

Mi riquiña tractoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora