(13) ¡Mírame!

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"Dígame, que no es broma nada de eso

Y mírame, como sabes que me gusta tanto,

Hazme, hazme entrar al fondo de estos ojos

Pellízcame, no creo poder despertar

Aparta los pelos de la frente como haces

Pero mírame siempre que te hable, por favor

Si te dejar llevar, nunca lo lamentaras

Póntelo en la cabeza, si debe de pasar ha de pasar

Cuanto rato te piensas divertir

Si todo queda en nada, tú te lo pierdes y yo me fundo

Dígame, que no es broma nada de eso,

Y mírame como sabes que me gusta tanto

Hazme, hazme entrar en el fondo de estos ojos"

Bars. Mira'm. Incluido disco Dolces mentides (Dulces mentiras)

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Júlia no era una ingenua, ya era sabedora de la falsedad humana. Muchas personas te alaban por delante y te dejaban verde por detrás. Aprendió a relativizar y mantener cierta distancia emocional con la gente. Eso alimento su carácter reservado e inseguridades personales. A simple vista se la podía considerar frívola, divertida, segura e insensible. Todo ello daba pie a que se le malinterpretara. Sólo las amistades más íntimas conocían su sensibilidad a flor de piel. Por eso, cuando salió a la calle persiguiendo a Sabela y escucho su conversación con Damion se desgarro por dentro, no la creía tan superficial.

- ¿Eh, Sabeliña qué te ocurre?- le preguntó su amigo.

- No tolero a la Vilalta. Es una engreída. Probablemente, está acostumbrada que todo el mundo le ría las gracias. El otro día le tuve que dar un paseo en tractor y luego me vino con la llorera. ¡No sé por qué la invite ayer con mis amigas!

- No sé que opinar, tampoco la he tratado mucho. Antes comento a Carlos que aún no sabía si se quedaría al pueblo, a pesar de qué por la mañana le dijo que sí.- Le reveló el chico.- La vida de campo no le debe motivar, duda que se adapte.

- ¡Ves! Es una urbanita que nos ve a todos como neandertales y unos salvajes. ¡Por Dios, qué regrese a su ciudad con sus modelitos y pijadas!- Exclamo la chica llena de odio. En ese punto la aludida no se pudo morder la lengua. Se manifestó aplaudiendo su juicio de valor sobre ella.

- Gracias Sabela por ofrecerme tu amistad vacía. Nunca he clasificado a las personas en clases sociales ni tengo prejuicios sobre la gente de campo. Quizás, eres tú quien deberías de tener más autoestima.- Le sermoneo la andaluza con altivez, conteniendo las ganas de llorar.

- ¿Y quién te crees qué eres tú para juzgarme? No me conoces.

- Tampoco me conoces a mí.- Contraataco sonriéndole sarcásticamente. El rostro de la tractorista se coloreo por la rabia. Era como la rata que había caído en su propia ratonera.

- ¡Si tanto te incomodamos, lárgate!- Se detuvo, impactada por la intensidad de su imperativo. Nunca antes había tratado tan mal a nadie. ¿Por qué estaba siendo tan visceral? No se frenó, siendo muy impertinente.- Más de uno se alegrara de tu marcha. ¿De verdad crees que tus primos están felices por tu presencia? No. No hace falta que me mires con tanta prepotencia.

Mi riquiña tractoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora