(18) Resplandor (I)

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En el último resplandor del jueves Sabela regreso a su querido pueblo. Ansiaba ver a su novia, aunque también estaba avergonzada por su comportamiento desinhibido de aquellos días. No se reconocía. ¿Dónde se hallaba su timidez? ¿O sus inseguridades respeto al sexo? Se seguía sintiendo una pardilla al lado de su pareja. ¿Con qué ojos la podría mirar? ¿Le habría gustado que hubiera sido tan directa al martes, dónde había perdido cualquier atisbo de calidez? Era tan buena persona que no le reclamaría nada.

Globos que se inflan, vuelan ágilmente por el aire y terminan rompiéndose por su fragilidad. No era una muchacha moderna, más bien le gustaba las cosas que se cocían lentamente. Simplemente, la chica del parque la tenía con las hormonas revolucionadas. Se ducho para liberar la tensión de sus músculos y tomar perspectiva de los hechos. Logro una cuarta parte de sus propósitos. Sentía sintiéndose totalmente avergonzada. Su madre le pidió que le ayudara a movilizar a su padre. Le contó que había conocido a Júlia el día anterior.

- Claramente es una Vilalta, se parece a su bisabuela.

- ¿Y qué te pareció?

- Correcta. Pensaba que era más estirada.- Le admitió.- Se nota que se ha criado lejos de ellos.

- ¿Por qué les tienes tanto resquemor a esa familia?

- Por creer que son unos Dioses por el simple hecho de tener propiedades. A parte, tu padre era amigo de Jordi. Lo trataron fatal cuando se caso con Teresa.- Le confesó. Hizo una pausa y le arreglo el pelo con cariño. Le iba a decir algo y no se atrevía.- No tengo nada contra tu amiga, solo tengo miedo que te dañe su familia.

- Sí, lo sé.- Le abrazó y agradeció sus palabras.

Quería irse, pero su cambio de actitud modifico sus intenciones iníciales. Ceno con sus padres y se fue, con la excusa de qué había quedado con los miembros de la banda. Seguía avergonzada de lo ocurrido. No la había avisado y quizás debería de haberlo hecho. Aún así a casi las doce de la noche llamo a la puerta del alojamiento rural. Juls le abrió, con los ojitos algo somnolientos. Se le iluminó el rostro. De inmediato supo que todo andaba bien. Accedió a dentro, se abrazaron y estuvieron un tiempo indefinido entrelazadas.

- Perdóname, he estado muy lanzada esos días.- Le susurro en un hilo de voz, pareció una gata ronroneando. Seguía con su cabecita recostada en su hombro, sin atreverse a mirarla a los ojos.- Se me fue la perola. Creo que he corrido demasiado, si me he saltado las preliminares. Yo el otro día pidiéndote, en cierta forma, ir despacio y voy y me lanzo, pareciendo un gran experta. ¡Qué vergüenza!

- ¡Ah riquiña, por eso te he visto tan mustia nada más llegar!- Le acarició suavemente el pelo y con delicadeza conquisto su atención ocultar.- Admito que me sorprendiste... Pero no me ofendiste. Me encanto. Pude haberte frenado, pero era el reflejo de mi deseo hacia ti. Solo deseo que estés cómoda y que vayamos hablando siempre.

- Eres un amoriño. Gracias por tus benditas palabras.- Se besaron lentamente. Se sentaron en el sofá, entre beso y carantoñas fueron narrándose su semana.

- Me alegro que estés mejor con tu madre. Es cuestión de tiempo que apruebe nuestra relación.- La meció entre sus brazos. Era una niña tan adorable y algo desconcertante... Nunca la había imaginado tan lanzada, pero no le dio más importancia. Probablemente, era fruto de sus años de soltería y ganas de experimentar. O su manera de susurrarle que ya estaba preparada por hacer el amor. Lo deseaba febrilmente. La espera se le haría algo difícil después de haberla visto totalmente desnuda.

Sabeliña se marcho a su casa a las dos de la noche. María, la vecina de Júlia, estaba sentada sola enfrente de su casa. La saludo e intercambiaron unas breves palabras. Aunque, no tenía porque sospechar nada, no dejaba de sentirse asechada por sus ojos de lince. Sería difícil verse sin captar la atención de nadie. La señora, a pesar de haber trasnochado, a las nueve estaba ya otra vez a la calle abriendo su pequeño negocio. Vio a Joan dirigirse a su alojamiento rural y le chivo quién había visitado a su primita. Este entro en su negocio y saludo a Júlia, sin disimular su felicidad porque se relacionara más con su mejor amiga.

Mi riquiña tractoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora