(11) La fiesta temática

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El patriarca Vilalta llego del hospital al medio día. Anna, la infatigable cuidadora, ya lo tenía todo dispuesto para que estuviera lo máximo de cómodo. Ya habían recibido la máquina de oxigeno y alguien les prestó una cilla de ruedas. Júlia colaboro con la comida. Se sentía cómoda con su Tía, por eso le resulto fácil notificarle que no cenaría con ellos.

- ¿Con quién has quedado?- quiso saber.

- Con Sabela, la tractorista que trabaja para vosotros.

- ¡Ah, con Sabeliña! Es muy maja.

- Sí. Chica con las ideas claras y con carácter.

- Cierto, des de pequeña ya decía que quería ser payesa. No ha tenido la vida fácil.

- ¿Y eso?- se intereso la andaluza, aprovechando la ocasión.

- De pequeña estuvo muy enferma y luego, cuando era una preadolescente, su padre se quedo minusválido. Le toco ayudar a su familia con la economía familiar. Trabajadora infatigable. No le queda poco tiempo para ella entre el campo, las tareas domésticas y académicas. Eso sí, nunca la ves con mal humor. Es un ángel. - Se noto que le admiraba.- Creí que sería mi nuera, pero por ahora dudo que lo sea. ¡Qué pena!

- Por lo poco que la he tratado, me parece una chica fuerte y madura.- La andaluza comprendió la seguridad que reflejaba, los golpes del destino la habían endurecido.

- Lo es. Me puedes pasar, por favor la sal.-Me pidió. Se la pase.

- Necesitaría ir a Bellpuig a comprarme ropa, la que me he llevado quizás es demasiado elegante. ¿Cómo puedo ir? Aunque, podría pedir un taxi,

- Carlos vendrá por la tarde, si llega pronto puede acompañarte él.- La chica puso mala cara, no le gustaba tanto depender de los Vilalta para movilizarse.- Puedo pedirle a Lluís que te preste uno de sus coches.

- Si no es problema, lo prefiero. Gracias.

No hubo ningún problema por ello. Le asignaron un todo terreno de empresa. Tras ayudar a recoger mesa y acomodar su abuelo en la cama, se fue a la ciudad vecina. Adquirió unos pantalones modernos, de aquellos con desgarres y un jersey gris y un dibujo divertido, con un generoso escote. Sencillo y sexy a la vez. Quería poner prueba a la tractorista. ¡A ver cómo reaccionaba! Actuaría con discreción, pero tampoco quería alimentar sus frágiles ilusiones. Despacio y sin pausa. Hacía tiempo tan motivada por una cita.

- Júlia, Júlia que no es una cita.- Se tuvo de remarcar. Llego pronto a casa de su familia, ya atascada por los nervios. No veía la hora de vestirse e irse al punto de encuentro para ver a su hermosa tractorista.

Carlos ya había llegado y le increpo para hablar. Seguía mirándola con un poco de lascivia. Le caía bien, pero no le apetecía darle cuerda. Opto dejarlo con la palabra en la boca. Se fue a hablar con su abuelo, quién le contaba cosas del pasado. A las siete y pico se fue a arreglarse. Dudo. Podría ponerse un vestido. Tampoco quería desentonar con sus amigas. ¡Ojala que les cayera bien! Aunque, sería mágico quedarse a solas. Su corazón le latía frenéticamente. No paraba de imaginarse escenas tórridas y románticas con su nueva musa. ¿Cómo sería besar sus labios tan sensuales? Se sonrojo. Otra vez se regaño. Se miro al espejo y se quito el maquillaje. No la quería tampoco intimidar. Salió del cuarto de baño y se cruzó con sus tres primos.

- ¿A dónde vas tan hermosa?- curioseo Joan.

- ¡Ah, secreto de sumario!- se hizo la misteriosa. Se fue sin darles más explicaciones. Tampoco dejaría que su vida personal se convirtiera en un chisme local. Llego al parque, su punto de encuentro, media hora antes. Le dio tiempo para evocar los viejos recuerdos vividos en aquel parque. Puede que nunca más se cruzara con la niña sin nombre, a quién le regalo su pulserita predilecta, pero siempre seria una entrañable vivencia.

Mi riquiña tractoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora