(14) Un mundo lleno de matices

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"Decir que sí, pensar que no... a caso importa quién soy yo. Viviendo fingiendo ser más fuerte, ignorando quién me hiere. Ocultando mí secreto, esas ganas de tenerle... Poder reír y disimular que ya no importa la verdad, decir que sí y pensar que no..."

Fragmentos de la canción La verdad de la Vega

Los momentos de felicidad son tan frágiles como las mariposas. La vida es tan incierta e imprevisible que tus circunstancias pueden cambiar en un chasquido de dedos. Lo vivido hasta entonces pude parecerte el cliché de una película falsamente aromatizada para románticos incurables. El amor es una flor con púas. Lo hermoso duele. Nunca hay que olvidar que el mundo está lleno de imperfecciones y múltiples matices.

Tras una noche de insomnio y un amanecer hipnótico, poco se imaginaban Sabela y Júlia que aquel día sería tan trascendental para sus destinos. Quizás, volverían a degustar el vocablo decepción o despertarían del falso cuento de hadas. O bien, comprobarían que si existían los campos de fuerza magnética que atraía los universos contrapuestos. En todo caso, sus acciones y decisiones repercutirían irremediablemente en su futuro. A fin de cuentas, el peor enemigo de la mayoría de los seres humanos suele ser uno mismo.

Retrocedamos... Las saetas del reloj se detienen para los enamorados, deleitándose en sus caricias y miradas tiernas. Sabela fue capaz de abandonar los labios de textura suave y con sabor afrodisiaco de Júlia, para ir a la Torre de Almenara. Quería regalarle un amanecer especial e inmemorable. Las dos estaban flotando arriba de una nube de algodón y se creían capaces de volar. Era maravilloso e irreal a la vez. Fugaz y perdurable. Sublime e intenso. Inexplicable y carente de palabras.

Se montaron en la moto. La andaluza bien agarradita a la gallega, robándole caricias furtivas. La tractorista reía de completa felicidad. Le sonreía al destino, sintiendo que el mundo por fin estaba a sus pies. Disfruto del paseíto sintiendo el corazón galopante de su pretendiente. El mismo deseo en sus carnes.

Llegaron a la vieja torre de vigilancia y troto con la moto por el sendero de barro. El sol ya se divisaba en el horizonte y la negra noche daba paso a otros colores. Rojos, naranjas y purpuras fundiéndose con el paisaje marrón y amarillento típico del verano. La gran plana de Ponente se extendía ante ellas. Pueblos y ciudades pequeñas aún dormitaban. Luces que contribuían a la contaminación ambiental.

Se sentaron en el interior del pequeño cubículo superior de la fortificación, la parte más alta. Júlia se apoyo en la pared llena de grafitis y rodeo con sus amorosos brazos el cuerpo fuerte de Sabela, la cual recostó la cabeza en su torso. Las dos contemplaron la salida del sol. Siguieron hablando de sus vidas y robándose pequeños besos. No había ninguna otra pareja paseando por allí, pero allí dentro se sentían seguras.

- No sé si hoy en día se pregunta, pero no soy muy moderna.- Inquirió la tractorista con un poco de ironía, tratando de maquillar su congoja. Se volteo para contemplar mejor su bello rostro.

- Sí dime, no te cortes riquiña.- Le sonrió y le acaricio su coqueta barbita.

- ¿Quieres ser mi novia? Quizás me precipito...- Lamentándolo al acto. Al verbalizarlo comprendió que era una zancada grande para su embrionaria relación.- Olvídalo, en realidad únicamente deseo remarcarte que quiero tomarte en serio.

- Sí quiero ser tu novia.- Acepto gustosa Juls sin ninguna fisura, a unos centímetros de sus labios. Con ella se sentía una chica muy especial. Nunca antes nadie la había hecho sentir tan valorada. Sus narices se rosaron. Se besaron lentamente. Imprimió toda la ternura de que era capaz en el contacto, para inmortalizar aquel momento. Se separaron un poco exhaustas de la intensidad de la caricia. Se abrazaron y disfrutaron del calor de sus cuerpos.

Mi riquiña tractoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora