(24) Impotencia

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Júlia

Los domingos suelen ser tediosos, son la antesala de las obligaciones laborales. La resaca te invade tras la copiosa comilona familiar y los males te asechan en cualquier esquina. Las vendas se caen y se refleja la parte más mezquina del alma humana.

Júlia despertó con el primer rayo solar, lo primero que vio fueron los preciosos ojos de Sabeliña. Esta había velado su placido sueño, siendo incapaz de imitarla. Reflexionaba sobre su situación y como añoraba la libertad de Barcelona. Se sentía atrapada en una caja de cerillas, que podría ser altamente inflamable. Solo contemplar el rostro amoroso de su novia le expulsaba las malas vibraciones.

- Buenos días.- Se desearon a la vez. Se besaron lentamente. La andaluza ronroneo. Consultó la hora en su reloj de pulsera, dorado y un poco varonil. Se horrorizo.

- ¡Oh, Dios qué tarde! ¡Mi tía me matará!- Se levantó de la cama atribuladamente, dejando a su pareja algo descolocada y riéndose por debajo de la nariz. Buscó su ropa, que estaba desparramada por el suelo y mezclada con la de Sabela.

- Ya verás que no.-Se incorporó para ayudarla. Recogieron sus prendas y se vistieron mutuamente, mientras se hacían carantoñas y arrumacos. Se peinaron sus melenas revueltas con los dedos.

- Cariño, lo siento te he dejado una pequeña marca en el cuello.- Le informó tocándosela. Era el lado derecho. Júlia se coloreo un poco.

- ¡Qué pasional es mi riquiña tractorista!- Protesto, fingiendo estar dolida. Le busco las cosquillas. Perdieron el equilibrio y cayeron encima la cama.- Me encanta tu fogosidad.

- A mi me encantas tu.- Se besaron durante unos minutos. Les costaba decirse adiós.- Hoy he quedado con mis niñas a la piscina y los otros por la tarde. ¿Te vendrás?

- Prefería estar a solas contigo.- Respondió rápido por puro egoísmo. No se terminaba de sentir cómoda con sus amistades y, por mucho que se lo quisiera ocultar, se le noto. Se le aproximó y le acaricio los hombros y el cuello en plan persuasivo.- ¿No podrías plantarles?

- La tarde es muy larga.- Le indicó sacándole la lengua y dándole un cachete en su culo generoso. Júlia seguía pareciendo un perro apaleado, suplicándole compasión. Sabela se le ensombreció el rostro. Cayó en cuenta lo desagradable que había sido María con ella.- ¿Es por lo que te dijo mi amiga?

- Sí y no.- Admitió tras una breve reflexión. No quería criticar a sus amistades, pero no debía de asilenciar sus pensamientos ni sentimientos. Le dolía el trato que recibía de determinadas personas.- No les caigo bien y me siento juzgada constantemente. Quizás no empatice con vuestro mundo. Aquí la gente es muy cerrada y me resulta insultante determinados comportamientos o actitudes.

- ¿Ah, así te parecemos unos retrogradas?- Inquirió Sabela a la defensiva, desafiándola con sus ojos marrón oliva, que le traspasaron el corazón. Agacho la cabeza entre avergonzada y dolida por su tono de voz.

- Tampoco es eso.- Atino a decir al final, odiándose por no haber escogido las palabras adecuadas. Percibió como los ojos se empezaban a humedecer y aumentaba la opresión en su pecho.

- ¿Entonces? Entiendo que estés dolida. Ya se lo reproche a María.- Hizo una pausa y añadió.- También me han llegado rumores de cómo te fuiste el domingo pasado del ensayo, como si tuvieran la peste.- Su primera respuesta fue reírse carcajadas, descolocándola.- ¿Les tendré de dar la razón?

- ¡Sabela, piensa lo que quieras!- Exclamo muy cabreada tras escucharla. Se dirigió hacia la puerta. Se detuvo y se volteó. Lleno el aire de pulmones conquistando cierta serenidad. Marchándose agravaría el pequeño conflicto. Atacándose y suponiendo hechos se dañarían más. En unos segundos comprendió que no quería arriesgar su relación por niñerías.- Lo siento. Aquel día me puse un poco celosa, estaban hablando de ti, sobre si tenías novio o no. A parte, odio la mentalidad de algunos chicos de hoy en día y que perduren ciertos roles. No puedo con ellos. Y sí, me fui irritada. No pretendo criminalizar a todos tus amigos. Por eso me disculpo. De todos modos, nunca tolerare las actitudes machistas.

Mi riquiña tractoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora