(5) Recuerdos nostálgicos

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Sabela. Preixana

Era el último domingo de Junio y no pudo trabajar todo el día, pues había un alerta roja de riesgo de incendios por las altas temperaturas. En esos casos restringían las horas de cosecha. El 2019 había llovido poco y la sequía se había acentuado. La provincia de Lleida estaba conmocionada por el tremendo incendio en la Ribera del Ebro de aquella semana, en la provincia de Tarragona. Mucho paraje afectado y campo de aceituneros quemados. No existían palabras para expresar la indignación por tales sucesos.

Sabela se lo tomo con filosofía. Estaba trabajando por casa y le quedaba poco para recoger el poco trigo que tenían. Disponían más plantaciones de manzanas, peras y de maíz. Mejor prevenir y cuidar la naturaleza. Luego, le habían contractado el padre de sus amigos como tractorista. La familia Vilalta eran los mayores terratenientes de la pequeña localidad. Disponían de muchas hectáreas de tierra propia y tenían mucha más de arrendada. De sus tres hijos varones solo Miki quería seguir con el oficio. Lluís, su padre, pronto se jubilaría. Seguramente, le seguiría ayudando.

Necesitaban de trabajadores porque tenían una empresa de embaladores de paja e iban a cosechar cualquier tipo de cereal por la provincia. Incluso, les surgía trabajo por Aragón. La chica había rechazado sus ofertas laborales hasta entonces. No quería mezclar trabajo con amistad. Las confianzas daban asco. Eran buena gente, pero eran muy tacaños y vivían solo para la pela. Se decía que su forma de proceder se debía al patriarca familiar, que era de un pueblo de la Segarra. Los de aquella región tenían fama de ser muy avaros. Solían decir que si había buena producción agrícola, los del Urgell se gastaban gran parte de los beneficios en fiestas. Mientras los de la Segarra lo ahorraban.

En realidad, el talante de la gente era distinto en ambas regiones. Marilia, que vivía en Cervera (capital de la Segarra) opinaba lo mismo. Su padre era nativo de allí y su madre de Preixana. Venía a veranear a casa de sus abuelos maternos. A pesar, de llevarse cinco años sus lazos eran muy estrechos. Era una chica alegre y con muchas energías. Había empezado a estudiar enfermería, su vocación desde pequeña. En Junio ya termino el curso y se verían más. En saber que aquel domingo no estaba currando la invito a comer en casa de sus padres y disfrutar luego de su piscina. Residían en un barrio de la periferia, cerca de la estación de tren, en la calle de las Flors. Su familia construyó una pequeña piscina en su jardín. El año pasado la cubrieron con ventanas de vidrio y el techo movible. Así podían disfrutar de un buen baño a cualquier época del año.

Tras comer realizaron un poco de siesta en las hamacas del patio, debajo del porche de la terracita principal. Se habían puesto sus respectivos biquinis. El calor era tremenda, tanta que no sabían donde refugiarse. Se pusieron en el día de sus vidas.

- ¿Y cómo está Miki?- le caía muy bien el chico. De hecho, de pequeña estuvo enamorada de él. Era tan payaso, encantador e interesante. Fue su amor platónico. En el fondo, seguía siéndolo. Creía que nunca se fijaría en ella, a pesar de qué era una chica muy bonita y tierna. Una ricurita como le decía Sabeliña cariñosamente.

- Feliz por haber terminado la carrera. Y sí sigue con Natalia.- Su joven amiga se entristeció. A veces, pensaba que su amigo no se fijaba en ella porque era un poco más pequeña que él. No era el caso, pues con su novia se llevaban los mismos años. Simplemente, eran los extraños senderos del destino. Mejor dicho, era cuestión de gustos. Natalia era más despampanante, más extrovertida y moderna. Incluso, la tractorista suspiro un poco por ella cuando la conocieron hacía un año. Jugueteo con la pulsera de las mariposas, un poco infantil, pero le gustaba mucho. Le tenía mucho aprecio.

- ¡Eh, aún la tienes!- exclamo entusiasta Sabela reconociéndola de inmediato.

- ¡Hombre, me la regalo mi mejor amiga! Soy consciente que era especial para ti, era como un pedacito de tu corazoncito.- Le saco la lengua y le alargo el brazo para mostrársela. Se la toco. Sus ojos se entristecieron.- Por cierto, nunca me comentaste porque le tenías tanto cariño.

Mi riquiña tractoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora