Júlia. Cádiz.
Teresa, su madre, la miro con orgullo a su hija mayor, Júlia. Lucia vestido muy elegante, camisa negra sin mangas y pantalones con rayas, muy formales. Se sentía hermosa. Faltaba una hora y media para la fiesta de Graduación y ya estaba atascada por los nervios. Habían sido unos años de sacrificios, de mucho trabajo y estrés. Pero por fin, había logrado su sueño de ser maestra. Aún faltaba un poco por poder ejercer, debería de formarse más y apuntarse a las listas oficiales de enseñanza. Luego cruzar los dedos para tener suerte. ¡Ojala, pudiera trabajar en su ciudad! Estaba muy apegada a su familia y allí tenía todas sus amistades.
Pablo, su padrastro, las llamó para que bajaran. Ya había sacado el coche para ir para la universidad. Lucas y Adrian se estaban peleando como era costumbre. Dos pequeños preadolescentes con mucha energía. En realidad eran sus hermanastros. Su padre biológico se murió cuando tenía nueve años. Al año de enviudar, Teresa lo conoció. Se casaron tras quedarse encinta de Lucas. Oficialmente era su hija, la adopto y se cambio de apellido. Nunca hizo ninguna diferencia entre ellos. La chica lo adoraba y admiraba. Era un hombre especial, culto y sensible.
Su madre fue muy afortunada de cruzarse con él, en una obra de teatro amateur del barrio donde residía. Actuaba como actor. Conocerlo supuso un gran respiro para ella, ya que vivió tiempos muy difíciles. Pobre, sin nada y con una niña que alimentar tuvo que regresar a Cádiz, para que sus padres le ayudaran un poco. Consiguió trabajo como limpiadora en varias casas. No había espacio para el desahogo ni para restablecerse de la muerte traumática de su amado. El destino hizo que asistiera a aquella función y se cruzara con Pablo, un maestro, actor en su tiempo libre y constructor de replicas perfectas de tren, payaso solidario y mejor persona del mundo terrenal. Lo quería tanto que por eso estudio magisterio.
Finalmente, abandonaron la habitación y bajaron por las escaleras. Los hombres de la familia admiraron sus bellezas femeninas. No había más minutos para perder y se subieron en el coche. No tardaron de llegar a su Universidad. En la calle la esperaba Dave, su mejor amigo, junto a Famous. Noelia, su amiga de carrera, ya había entrado. Los llamó nada más entrar, nos había guardado sitio. Alba, una valenciana, también le hizo señas. No se habían tratado mucho, en excepción de aquel último año. Era bisexual como Júlia. Sospechaba que le iba detrás. La chica era molona, de pelo rubio y ojos marrones, alegre y activa. No obstante, no le atraía. A parte, regresaría a su comunidad tras la graduación. No se veía viviendo a ningún otro sitio que no fuera su querida Cádiz.
- Tu pretendiente me ha preguntado si asistirás a la fiesta que organiza en su apartamento, esa noche.- Le susurro Noe muy flojo. Las dos no se tragaban y le chirriaba un poco que se relacionasen. Creía que era algo picara y no en vano las había incluido a su extenso club de fans.- Espero que no asistas...
- Lo dudo, porque mis padres han reservado sitio para cenar en un buen restaurante. Vendrán mis abuelos, Tíos y primos.- Le informó Júlia.
El acto de graduación empezó. Los tediosos discursos hasta que empezó la entrega de diplomas. Les fueron llamando por orden alfabético y fueron desfilando por la alfombra roja hasta la tribuna del profesado. Daban la mano al rector y a otros cargos de enseñanza. Posar para la fotografía para inmortalizar aquel gran día. Rostros llenos de satisfacción y con mucha ilusión al futuro. Tras la foto grupal y cantar una canción la fiesta se dio por clausurada. La facultad organizo un pequeño piscolabis, donde las familias interactuaban y los graduados compartían vivencias y sus planes para aquel verano.
- Supongo que trabajare como siempre. Hay que pagar el máster.- Les informó Júlia. Su familia no iba mal de dinero, pero prefirió ayudarles a costear sus estudios. La vida diaria resultaba muy cara.
- Julita, te mereces vacaciones.- No evito comentar el afable de Dave. Se conocían desde pequeños, fueron vecinos. Eran inseparables. El cambio de barrio de la morena no supuso ningún bache en sus lazos.
- Gracias corazón. Ya habrá tiempo para ello. Tu y yo, tenemos varios viajes pendientes.- Le saco la lengua y se rio. Quería tanto a aquella alma vieja.
Media hora más tarde, se marcho con su familia al restaurante elegido para celebrar la graduación. Habían asistido los padres de Pablo, a quiénes veía como abuelos, sus dos hermanos y sus respectivas familias, y su abuela materna. Fue una cena muy emotiva, recordando momentos de su infancia y sobre como corría el tiempo.
Llegaron a su casita a las doce de la noche. Nada más entrar, terminaba de sonar el teléfono. Se miraron, algo asustados. ¿Quién llamaba tan tarde? Sólo debía de ser alguna mala noticia. Revisaron el registro de llamadas. La mayoría eran de un móvil desconocido y de un número fijo, con el prefijo de Cataluña, que Teresa reconoció. Su rostro empalideció. Habían pasado 15 años de la peor tragedia de su vida, y aún se estremecía cuando lo recordaba.
Júlia se mantuvo a tercer plano, y observo como su madre haciendo un gran acopio de valor marco aquel número. Los recuerdos pueden ser caprichosos e imperfectos. No se acordaba de su anterior vida fuera de Cádiz, era demasiado pequeña para tener recuerdos muy elaborados. Vivieron a Barcelona durante 9 años. Nunca le narro mucho sobre aquellos años y su infancia, era como si no existiera. Su mente también debió bloquearlos, porque veía a su madre tan triste y apagada. A veces, le invadían pequeños recuerdos, algo vagos y descontextualizados. Había uno en concreto, tan nítido y agradable, que solía endulzarle el día. Era un momento tan efímero, que podría ser perfectamente producto de su imaginación. Una tarde, un parque sencillo infantil y dos niñas jugando. Nunca supo porque aquel recuerdo, tan insignificante, se colaba en sus pensamientos. Por mucho que se estrujaba la mente seguía sin acordarse del nombre de su amiga.
No hubo espacio para la nostalgia. Teresa colgó el teléfono. Miro primero a su marido y después a su hija. Su rostro reflejaba una mezcla de rabia y tristeza. Había eludido su pasado hasta entonces. Empezaba a ser hora de ventilar aquellos secretos familiares, que por protegerla de la maldad humana se los había ocultado. Tristemente, uno no podía eludir el destino ni asilenciar el pasado. Quieras o no, este nos persigue.
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Mi riquiña tractorista
FanfictionLos recuerdos son entidades caprichosas, no puedes fijar el día ni la hora exacta que conociste a aquella niña sin nombre. Júlia, sólo se acordaba de lo bien que lo paso jugando con ella en el parque y lo bonita que era. Fueron unas horas que le pa...