Veintiséis

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Subimos al colectivo y tratabas de jugar con ella dentro de la bolsa. Estaba lleno de gente y te escondías para que no te vieran, la sacabas, le tocabas el pelo y la guardabas otra vez. Me dio bronca, impotencia ¿Por qué tenías que esconderte sino hacías nada malo? Nos había costado tanto comprar esa muñeca y una vez que la tenías en tus manitos ni si quiera podías sacarla, entonces te hablé:

-No pasa nada mi amor, podés sacarla.

-Pero mami, hay gente.

-No importa, no haces nada malo, vos jugá con ella. Está todo bien.

Dudaste en abrir la bolsa. De a poco ibas sacando la muñeca, mirabas su pelito y consigo a tu alrededor para ver que nadie te estuviese mirando por si decían algo; unos segundos después terminaste jugando de manera tranquila y felíz hasta que nos bajamos. Obvio que todas aquellas personas que estaban allí se te quedaban mirando, un nene jugando con una muñeca y la madre que está al lado, no se la saca, que espanto.
Pues a mí no me importaba la mirada del otro, es más, eran desconocidos y lo único que quería era verte bien y felíz con tus ojitos llenos de luz de alegría.

Yo nena, Yo princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora